Luis Abinader acariciaba la victoria sin balotaje en República Dominicana y se encaminaba a la reelección
SANTO DOMINGO.- El actual presidente dominicano, Luis Abinader, se mantiene a la cabeza del escrutinio electoral, decidido a no llegar a la segunda vuelta.
Con el primer boletín, y cerca del 40% escrutado, el líder del Partido Revolucionario Moderno (PRM), escisión del socialdemócrata y tradicional Partido de la Revolución Democrática (PRD), confirmaba su favoritismo con el 59,24% de las papeletas en unos comicios en los que también pretendía acabar con la oleada de voto de castigo contra los gobernantes imperante en América Latina desde las protestas de 2019.
En segunda posición se mantenía el expresidente Leonel Fernández, al frente de La Fuerza del Pueblo, con el 26,91%, y el exalcalde Abel Martínez, con el 10,63% de los apoyos.
Con el viento a favor de la estabilidad política y económica y con el reciente y aplastante triunfo de hace tres meses en las elecciones municipales (80% de las alcaldías), el bloque oficialista conformado por el PRM y una veintena de organizaciones partía con una clara ventaja.
“Abinader es el fuerte, el hombre que está arriba”, coincidieron los jóvenes Fernando Sosa, Jonás Gutiérrez y Víctor Tolentino durante su debate al más puro estilo dominicano con este corresponsal a las puertas del centro electoral en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Acababan de dar rienda suelta a su sentido del humor porque un “habilidoso”, como se denomina a los pícaros en estas tierras, quería conseguir algo de dinero tras votar para ir a su casa en el Bonao.
Era mediodía en la capital dominicana y ya casi todos estaban convencidos de que el primer mandatario sería reelegido en las elecciones que también han renovado el Senado y a la Cámara de Diputados. Para ello, el candidato del PRM, al que también llaman el “blanco” por su origen en el PRD, necesitaba el 50% más uno de los votos.
Pequeñas irregularidades, según observadores internacionales, salpicaron una jornada tranquila en un país tranquilo. Según el Defensor del Pueblo, Pablo Ulloa, “los candidatos han entendido el mensaje de que el proselitismo concluye, tienen que respetar el recinto, que es sagrado”, ante las denuncias previas contra la instalación de carpas desde donde se incentivaba el voto para los diferentes partidos.
De esta forma, tal y como vaticinaban las encuestas, Abinader y su mano dura en el tema haitiano confirmarían el cambio de ciclo en la región, provocado en su día por el hastío popular ante la corrupción y la violencia. Desde las protestas antigubernamentales de 2019, el voto de castigo ha colmado las elecciones y provocado el cambio político en Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, la Argentina, Uruguay, Costa Rica, Honduras, Guatemala y, el más reciente, Panamá. Doce países con la excepción de Paraguay, donde el oficialismo se renovó con el candidato alternativo Santiago Peña, y, sobre todo, El Salvador.
En el país centroamericano Nayib Bukele apabulló en las urnas con la misma contundencia que lo hizo a la hora de concentrar todos los poderes del Estado.
Las elecciones mexicanas de junio, donde la candidata oficialista Claudia Sheinbaum parte como gran favorita, consolidarían la tendencia que ahora lidera Abinader a falta de saber si concretará su hegemonía política en la primera vuelta.
“Este es un país donde el que tiene que ganar es la democracia. Este es un país que tiene mucha madurez democrática”, insistió Abinader tras depositar su voto en las urnas.
La contienda dominicana finalmente se convirtió en un pulso entre dos presidentes, porque Leonel Fernández, quien gobernó el país caribeño durante 12 años, se ha erigido en el principal rival de Abinader. Fernández forma parte del Grupo de Puebla, el foro de izquierdistas, revolucionarios y populistas, pese a que para llegar el poder en 1996 llevó a cabo uno de esos procesos solo posibles bajo el calor caribeño: forzó el acuerdo de su partido de entonces, el marxista Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con el derechista Joaquín Balaguer, sucesor del tirano Leónidas Trujillo, para impedir el acceso al poder del socialista Peña Gómez.
Para mantener opciones de reelección, Abinader ha necesitado emplear mano dura en el tema haitiano, que ha vuelto a marcar las elecciones. En una sola isla, La Española, conviven dos naciones: República Dominicana y Haití, tan distintas y tan cercanas.
Unas elecciones marcadas de cabo a rabo por la crisis humanitaria extrema que sufre la vecina Haití y sus efectos colaterales: la emigración, el muro fronterizo y el enfrentamiento por las aguas del río Masacre, el mismo que Trujillo introdujo por la puerta de atrás de la Historia al usarlo como cementerio de la matanza del Perejil en 1937. Miles de haitianos, identificados porque no sabían pronunciar la palabra perejil, fueron ejecutados por las tropas del dictador.
“La situación tan especial que atraviesa Haití ha causado que las operaciones de Migración se multipliquen por diez. Seguiremos luchando contra la corrupción en la frontera”, aseguró Abinader, que partía con ventaja gracias a esta posición de fuerza.
Para el 55% de los encuestados por Greenberg, el primer mandatario era el más preparado para enfrentarse a la crisis haitiana, frente al 26% de Leonel y el 15% de Abel Martínez, el abanderado del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). El 65% está convencido de que el tema haitiano influye en el voto.
Otro dato confirmaba estos números: el 88% se muestra a favor del polémico muro fronterizo que Abinader está construyendo entre ambos países. El primer mandatario se ha mostrado dispuesto a ayudar en la crisis haitiana, aunque ha exigido a la comunidad internacional una postura mucho más proactiva ante la dimensión de lo que sucede en el país vecino, donde las bandas de gánsteres se han hecho con el control del 80% de la capital, Puerto Príncipe.
En medio del desafío de los hombres del temido Jimmy Barbacoa, República Dominicana no permitió el aterrizaje del avión del entonces primer ministro Ariel Henry. En la actualidad el Consejo Presidencial de Transición intenta tomar las riendas del país ante la inminente llegada de las primeras fuerzas policiales de Kenia, enviadas por mandato de las Naciones Unidas.