Ocho años después, el legado olímpico de Río de Janeiro empieza a salir del papel

¿Vale la pena ser el anfitrión de unos Juegos Olímpicos? ¿Hasta qué punto el legado en infraestructuras y la visibilidad internacional compensan las inversiones multimillonarias? ¿Sería mejor destinar estas sumas estratosféricas a sectores tradicionalmente deficitarios, como la educación y la salud? France 24 se sumerge en el legado de los JJ. OO. en Río 2016 para intentar esclarecer qué tanto beneficiaron las justas a los ciudadanos.

Estas son algunas de las preguntas que en 2016 cientos de manifestantes llevaron a las calles de Río de Janeiro en las semanas previas a la celebración de uno de los eventos deportivos más caros de la historia. El presupuesto inicial preveía un gasto de 4.400 millones de dólares. Sin embargo, la suma desembolsada por el Estado brasileño y por el sector privado resultó ser mucho mayor: cerca de 8.000 millones de dólares, según el Tribunal de Cuentas de Brasil; 13.692 millones de dólares, según el informe de la Universidad de Oxford publicado en 2021.

Por esta razón, el Gobierno de Brasil, liderado en aquel entonces por Dilma Rousseff, siempre insistió en la importancia del legado olímpico. “Los Juegos van a dejar un legado antes, durante y después”, afirmó la expresidenta, que sufrió un 'impeachment' en 2016, justo después de la celebración de los juegos. Casi una década después, los cariocas empiezan a ver los primeros resultados de aquellas promesas.


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