La democracia sobrevivió a las elecciones intermedias, pero, aun así, debemos estar atentos | Opinión

Nunca he visto Estados Unidos.

Sí, al igual que Bruce Springsteen, nací en Estados Unidos. Pero, como ya he argumentado antes, Estados Unidos no es tanto un lugar como un conjunto de ideales democráticos: igualdad, autonomía, estado de derecho, libertad de expresión, libertad de protesta, libertad y justicia para todos. Estados Unidos es una visión por la que los estadounidenses han luchado –en gran medida infructuosamente– durante 246 años.

Pero si nunca hemos conseguido hacerla realidad más que fugazmente, pocas veces esa visión se ha visto más directamente amenazada que en las elecciones del 8 de noviembre. Los republicanos colocaron a cientos de negadores de las elecciones en las boletas estatales para puestos clave como secretario de Estado, senador federal, representante federal y gobernador. En el momento de escribir este artículo, es difícil saber cómo le fue al negacionismo, como atestiguan dos titulares de The New York Times que aparecieron en línea con pocas horas de diferencia:

“El negacionismo electoral no funcionó tan bien como los republicanos esperaban”;

“Los escépticos de las elecciones están ganando contiendas en todo el país”.

En otras palabras: ¿Quién sabe? El panorama es decididamente mixto y es probable que siga siéndolo durante algún tiempo, especialmente teniendo en cuenta que el senador de Georgia, el reverendo Raphael Warnock, y Herschel Walker, el error que camina como hombre, se dirigen a una segunda ronda en diciembre que probablemente determinará si los democratas reafirman el control del Senado. Así que en este punto, solo hay unas pocas cosas que podemos decir con certeza.

Una es que la llamada “ola roja” del dominio del Partido Republicano no se materializó. Los republicanos se quedaron en un charco rosa en el mejor de los casos.

Otra es que las fuerzas de la negación de las elecciones obtuvieron algunas victorias significativas, y The Washington Post sugiere que, incluso, podrían constituir una “mayoría considerable” de la bancada del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, una señal ominosa dada la perspectiva de que un presidente republicano de la Cámara presida la cámara en las elecciones presidenciales de 2024. Un negador, Ron DeSantis, sigue siendo gobernador de la Florida con su fácil victoria, lo que lo deja en camino de llevar su marca de política de agravio blanco –es como Donald Trump, si Trump fuera inteligente– a la etapa presidencial.

Otra cosa que podemos decir con certeza es que la negación de las elecciones sufrió algunas derrotas de alto perfil e incluso vergonzosas, ya que los extremistas aprobados por Trump, como el aspirante a senador de Pennsylvania Mehmet Oz, el aspirante a gobernador de Pennsylvania Doug Mastriano y el aspirante a gobernador de Michigan Tudor Dixon, se hundieron.

Finalmente, sobre las elecciones que acaban de pasar, podemos decir esto: La democracia sobrevivió.

No fue bonito y no fue tan decisivo como uno podría haber esperado, pero sí, la democracia vive para luchar otro día. Muchos nos preguntamos si lo haría. Nos enfrentamos a la perspectiva de un gobierno dominado por personas cuya ética rectora es que una elección no es justa a menos que la ganen.

Esa es una receta para el fascismo, no para la democracia. También es infantil en extremo.

Si los electores no rechazaron del todo ese espíritu, sí que desvirtuaron su fuerza. Aparentemente, todavía estamos decidiendo qué tipo de país queremos ser. Lo que significa que aún hay tiempo para hacerlo bien. Y también de equivocarnos. Lo más preocupante es que hay muchas razones para creer que lo que está en juego seguirá estándolo –la democracia siempre en juego– en el futuro inmediato. Eso no puede cambiar hasta que, y a menos que, la fiebre que se ha apoderado del Partido Republicano finalmente desaparezca.

Aquí está la esperanza.

Nunca he visto Estados Unidos. Se me hace tarde en la vida para pensar que alguna vez lo haré. Pero los resultados de las elecciones sugieren que al menos queda una posibilidad de que mis nietos vean algún día lo que yo no vi.

Nunca he visto Estados Unidos. Pero creo que vale la pena luchar igualmente.

Leonard Pitts Jr. es un galardonado columnista del Miami Herald.

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