Cómo dejar de imaginar el fin del mundo y empezar a visualizar su futuro.

Hay muchísimas imágenes apocalípticas que ilustran nuestro futuro, pero James McKay dice que es más importante crear imágenes positivas que cuenten cómo podrían funcionar nuestras ciudades. Te mostramos al EPSRC Centre for Doctoral Training in Low Carbon Technologies de Leeds haciendo exactamente eso.

Dirijo un Proyecto de la Universidad de Leeds, en Reino Unido, que lleva por nombre “Dreams of a Low Carbon Future” (“Sueños sobre un futuro libre de carbono”), en el que se combina el trabajo de jóvenes, científicos y artistas que imaginan, recurriendo a imágenes e historias, qué aspecto tendrán las ciudades y comunidades del futuro.

Esperamos que con esas imágenes e historias, a los jóvenes les resulte más fácil lidiar con la complejidad de los asuntos relacionados con el cambio climático, para cambiar así a una sociedad mucho más sostenible.

Es fácil observar una imagen y decir “este es el tipo de lugar en el que me gustaría vivir” o, justo al contrario, “es una locura, no puedo imaginarme cómo podríamos llegar a vivir en una sociedad así”.

Al crear nuestra visión del futuro, todos nos acercamos hacia el AD2150. Nuestra sociedad es sostenible, equitativa y emite poco carbono. Esa es la visión más positiva con la que podemos encontrarnos. Hay muchos libros y películas que retratan un futuro negativo. Imaginar un buen futuro es mucho más difícil, pero también mucho más importante e inspirador.

Nuestra sociedad deberá recurrir exclusivamente a las energías renovables, la permacultura para la obtención de alimentos y una economía estable.

No tratamos de imaginar una utopía, porque incluso si, a día de hoy, en 2015, cambiamos nuestras costumbres de un día para otro, en el futuro seguiremos teniendo problemas asociados con el cambio climático que han producido los gases que hemos vertido en la atmósfera desde el inicio de la Revolución Industrial. Es muy posible que esos problemas sean graves, y que requieran que cualquier tipo de sociedad del futuro tenga mucha capacidad de adaptación y de resiliencia frente a los cambios bruscos.

Resultará especialmente difícil conseguir alimentos cuando el cambio climático haga que suframos mayor escasez de agua y más olas de calor, y tendremos que reducir nuestra dependencia de la energía basada en el consumo de petróleo, así como tratar de mantener sociedades estables que puedan resolver los complejos problemas que se producirán con las oleadas migratorias previstas, resultantes de los desastres naturales y del aumento del nivel del mar.

Una cuestión clave es saber si las personas vivirán en grandes ciudades con mucha densidad o si se reunirán en torno a pequeñas comunidades autosuficientes que vivan cerca del campo. La mayoría de las ideas sobre un modo de vida realmente sostenible pasa, de momento, por crear algo similar a las “comunas hippies” habitualmente asentadas en zonas agrestes.

Eso puede ser una buena idea si hay mucho terreno para repartirnos entre todos, pero no es una opción viable cuando se calcula que la población mundial rondará los nueve o diez millones de personas hacia finales de este siglo. Además, tampoco es muy compatible con la actual tendencia a migrar desde las zonas rurales hacia las ciudades.

Luke Conibear, uno de los estudiantes e investigadores más jóvenes involucrados en nuestro proyecto de la Universidad de Leeds, escribió lo siguiente:

“La tendencia generalizada hacia la vida urbana sigue creciendo y, por primera vez en la historia de la humanidad, vivimos principalmente en las ciudades. Las ciudades son emocionantes, reducen el crecimiento de la población, reducen la pobreza y ofrecen libertad, seguridad y esperanza. Dan hogar a cuatro billones de personas, pese a que solamente ocupan entre un 1 y un 3 por ciento de la superficie de la Tierra. Son nuestra mejor opción para desarrollar una vida sostenible, algo que debemos hacer”.

Otros escritores e investigadores son menos optimistas. Derrick Jensen, activista medioambiental y escritor estadounidense, dijo que “La civilización (y, por tanto, las ciudades) nunca podrá ser sostenible”.

Las ciudades requieren unos recursos que se obtienen de forma forzosa. No ha existido nunca ninguna ciudad autosuficiente y sostenible.

El gran conservacionista americano Aldo Leopold escribió que “La tarea más antigua de la historia de la humanidad es vivir en un trozo de tierra y conseguir no arruinarlo”.

¿Podemos resolver el problema con éxito?

Las civilizaciones pasadas vivían más cerca de la naturaleza que nosotros. Hemos perdido esa conexión y necesitamos redescubrirla. Por otro lado, como contrapeso positivo, tenemos más conocimientos, y la tecnología y la comunicación global nos ofrecen muchas ventajas. Así, tal vez podamos combinar la fuerza que nos da el vivir en comunidades autosuficientes que viven vinculadas a sus ecosistemas naturales con las ventajas de las grandes ciudades, donde pueden acomodarse grandes masas de población con un impacto individual en un medio mucho menos negativo.

Hay quien ha sugerido que las “microciudades” densas con cultivos intensivos urbanos y fuertes comunidades locales son una opción. Será una de las cosas que esperamos ilustrar en nuestro libro, “Dreams of a Low Carbon Future”.

Dentro de nuestro proyecto, hemos mantenido encuentros con gente que estaba en festivales, colegios y universidades, pidiéndoles su opinión, para poder saber mejor a qué problemas nos enfrentamos.

No es ninguna sorpresa que muchas personas están preocupadas, especialmente cuando saben que todos aquellos nacidos en torno al cambio de milenio vivirán, muy posiblemente, algunos de los problemas relacionados con el cambio climático que ya se prevén.

Las anteriores generaciones han fracasado de forma estrepitosa en lo relativo a conseguir que nuestra sociedad sea más sostenible. Los jóvenes van a sufrir mucho por esto, pero ahora mismo existe todavía alguna oportunidad de hacer que las cosas sean distintas.

Son precisamente los jóvenes los que tienen la clave. Los jóvenes deben involucrarse de forma activa y ser parte de la solución.

Necesitamos con urgencia a ingenieros, científicos, organizadores, expertos en ética y moral, activistas, expertos en supervivencia, pensadores creativos, etc. En definitiva, necesitamos personas que puedan comprender todas las interconexiones que hay entre los distintos problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad a día de hoy, con conocimientos especializados y con la capacidad de cambiar las generaciones precedentes (por ejemplo, deberán ser capaces de reclutar a los políticos para que se impliquen en el cambio).

Como punto de partida, puede ser buena idea estudiar ciencia e ingeniería en la escuela, el instituto o la universidad. Y, por supuesto, lo más sencillo que puedes hacer es prestar tu apoyo a Goal 11.

(Ilustraciones- Primera: James McKay; Segunda: Emma Chinnery)