Defensores indígenas resisten entre los caminos ilegales y la supervivencia de la selva Amazónica – las elecciones pueden ser decisivas

La mujer Ashéninka con la cara pintada irradiaba una confianza calma y paciente mientras estaba de pie en las orillas arenosas del río Amonia y se enfrentaba a los madereros que amenazaban su comunidad Amazónica.

Los madereros habían excavado un sendero sobre los árboles de caoba y cedro que ella había plantado, y bloqueado las quebradas de las que su comunidad dependía para beber agua y pescar. Ahora, los foresteros querían convertir el sendero en un camino más ancho para tener acceso a las imponentes selvas tropicales que unen la frontera peruana con la brasileña a lo largo del río Yurúa-Juruá.

María Elena Paredes, como presidenta del comité de vigilancia de Sawawo Hito 40, dijo que no, y su comunidad la apoyó.

Ella sabía que no solo representaba a su comunidad y a las otras comunidades indígenas peruanas, sino también a sus primos brasileños que también dependen de estos bosques, aguas y peces río abajo.