¿Deberíamos guardar nuestros cubrebocas para la temporada de resfriados e influenza?

Kate Fassett, izquierda, y Rachel O'Doud-Vega, conversan con cubrebocas en Mt. Tabor Park en Portland, Oregon, el 29 de abril de 2021. (Kristina Barker/The New York Times)
Kate Fassett, izquierda, y Rachel O'Doud-Vega, conversan con cubrebocas en Mt. Tabor Park en Portland, Oregon, el 29 de abril de 2021. (Kristina Barker/The New York Times)

Cuando los estadounidenses regresen a las oficinas, las escuelas, los autobuses y los trenes repletos de personas, también lo harán sus moqueos y estornudos.

Tras haber sido expuestos a la idea de utilizar cubrebocas para proteger su salud y la de los demás, algunos estadounidenses están considerando en la actualidad una acción que casi nunca se ha visto en Estados Unidos, pero que es una práctica habitual en otras culturas desde hace tiempo: utilizar un cubrebocas de manera rutinaria cuando se tenga algún síntoma de resfriado común o influenza, incluso en una realidad futura en la que el COVID-19 ya no sea una preocupación primaria.

“Seguiré sintiendo la responsabilidad de proteger a otros de mi enfermedad cuando tenga un resfriado, bronquitis o algo por el estilo”, aseguró Gwydion Suilebhan, escritor y administrador artístico de Washington, quien dijo que también planea seguir utilizando cubrebocas en situaciones como vuelos en avión. “Preocuparse por las personas que te rodean es una parte responsable de ser miembro de una sociedad civil”.

Este uso rutinario de recubrimientos faciales ha sido común durante décadas en otros países, principalmente en Asia Oriental, donde se utilizan como protección contra alergias o contaminación o como simple cortesía para proteger a las personas cercanas.

Pero hasta la crisis del coronavirus, rara vez se había realizado un impulso cultural para esa práctica en Estados Unidos y otros países occidentales. Aunque los cubrebocas demostraron ser efectivos para ayudar a mitigar la transmisión del COVID-19, ahora cargan el peso de ser un símbolo en la guerra cultural entre los estados demócratas y los republicanos, en la que una parte del país los ven como un atentado a sus libertades mientras que otros los consideran una demostración de preocuparse por los demás.

Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, reflexionó esta semana sobre el futuro del uso de cubrebocas, cuatro días antes de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) emitieran nuevos lineamientos en los que afirman que los estadounidenses completamente vacunados pueden dejar de utilizar recubrimientos faciales en la mayoría de los ambientes interiores y exteriores. “Es posible que a medida que avancemos, uno o dos años o más, durante ciertos periodos estacionales en los que aumenten los casos de virus transmitidos por vías respiratorias como la gripe, las personas podrían optar por utilizar cubrebocas para disminuir la probabilidad de propagar estas enfermedades de transmisión respiratoria”, dijo el domingo 9 de mayo en el programa de entrevistas “Meet the Press”.

Sin embargo, otros importantes funcionarios de salud de Estados Unidos no han fomentado esta práctica. Los CDC —que al comienzo de la pandemia desaconsejaron el uso de cubrebocas y cambiaron su postura un par de meses después— no aconsejan a las personas con síntomas de gripe que utilicen recubrimientos faciales y afirman que “es posible que no limiten la transmisión en la comunidad de forma eficaz”.

Pasajeros con cubrebocas que llegaron a Los Ángeles desde Hong Kong en 2003 durante el brote de SRAG reciben folletos que les aconsejan monitorear su salud durante 10 días. (Monica Almeida/The New York Times)
Pasajeros con cubrebocas que llegaron a Los Ángeles desde Hong Kong en 2003 durante el brote de SRAG reciben folletos que les aconsejan monitorear su salud durante 10 días. (Monica Almeida/The New York Times)

Eso se debe en parte a que no existe un consenso científico claro sobre el efecto de los cubrebocas en la transmisión del virus de la influenza, según los expertos que lo han estudiado.

Nancy Leung, investigadora de salud pública de la Universidad de Hong Kong, dijo que la ciencia que explora los posibles vínculos entre el uso de cubrebocas y la emisión o transmisión de los virus de la influenza tiene matices, y que esos matices suelen perderse en el público en general.

Leung afirmó que la evidencia más solida de la existencia de un vínculo provino de estudios que habían demostrado cómo las mascarillas quirúrgicas reducían la cantidad de virus de influenza que emitía una persona infectada, un efecto que los investigadores de la salud pública denominan “control en la fuente”. Estos estudios mostraron que el uso de cubrebocas fue particularmente eficaz para detener la emisión de gotículas de influenza, agregó.

Leung agregó que también hay cierta evidencia extraída de estudios observacionales de que los recubrimientos faciales reducen la transmisión comunitaria de los virus de la gripe, pero que esa investigación viene con una advertencia: los estudios observacionales no pueden aislar el uso de cubrebocas de otros posibles factores, como el lavado de las manos o el distanciamiento social.

“En realidad no se puede descifrar si la reducción en la transmisión observada se debe únicamente a los recubrimientos faciales o no”, dijo Leung.

Por razones similares, el hecho de que la gripe prácticamente haya desaparecido en Estados Unidos durante la pandemia del coronavirus —y que muchos estadounidenses hayan informado de forma anecdótica que contrajeron menos resfriados de lo habitual durante el 2020— no es una prueba por sí sola de que los cubrebocas hayan sido los responsables.

En Asia Oriental, el uso histórico de los cubrebocas se basa en algo más que la investigación médica y los pasos que llevaron a cada país a adoptar su uso cotidiano varían ampliamente.

“La cultura del uso de cubrebocas en estos países está relacionada con el colectivismo”, afirmó Chen Meei-Shia, profesora de Salud Pública en la Universidad Nacional Cheng Kung en Taiwán. “Cuando las personas enfrentan la pandemia como un grupo, el uso del cubrebocas es una manera de reducir el impacto en los demás”.

De Kai, profesor de Informática en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong, que ha estudiado la etiqueta del uso del cubrebocas, afirmó que para las personas en el territorio chino y en otras partes de Asia del este, no utilizar un cubrebocas mientras se está enfermo es más o menos equivalente a una persona “que estornuda por todas partes en el metro” sin taparse la nariz en una ciudad estadounidense.

“Por supuesto, nada es en blanco y negro”, agregó. “Claramente, es una cuestión de grado. Pero sí existe una diferencia en las culturas de Asia Oriental sobre esto cuando se les compara con la muy libertaria cultura estadounidense”.

Otros señalaron diferencias institucionales, como el historial de leyes contra el uso de máscaras en Estados Unidos implementadas durante periodos de conflicto social para disuadir la violencia.

Por ejemplo, en 1845, el estado de Nueva York aprobó una ley contra el uso de máscaras para evitar que los labradores exigieran una reforma agraria, según una investigación de Sharrona Pearl, profesora de Ética Médica de la Universidad Drexel en Filadelfia. Y entre las décadas de 1920 y de 1950, varios estados aprobaron leyes similares en respuesta a la violencia del Ku Klux Klan.

Varios académicos de Asia del Este dijeron en entrevistas que las costumbres de la región sobre el uso de cubrebocas variaban ampliamente porque la población en cada país había respondido a diferentes amenazas ambientales o de salud pública a través de los años.

Jaehwan Hyun, profesor de Historia de la Universidad Nacional de Busan en Corea del Sur, dijo que ignorar esos matices podría ser peligroso.

“Refuerza la idea de que los asiáticos son una sola raza que mantiene una misma cultura sobre el uso de los cubrebocas”, dijo Hyun. “Creo que es una manera fácil de desarrollar argumentos discriminatorios o racistas contra los asiáticos”.

En Honk Kong, donde 299 personas murieron durante la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SRAG) de 2002 y 2003, la experiencia del uso universal de recubrimientos faciales contra ese coronavirus ayudó a crear una “familiaridad cultural” con una práctica que también era común durante los episodios de contaminación grave del aire, dijo De Kai.

“Fue un gran recordatorio para las personas de que los cubrebocas son importantes no solo para la protección personal contra la contaminación sino también para evitar infectar a quienes nos rodean”, dijo.

En Taiwán, el SRAG y la reciente contaminación atmosférica fueron los dos factores principales que llevaron a las personas a desarrollar el hábito de utilizar cubrebocas, afirmó Yeh Ming-Jui, profesor de Salud Pública en la Universidad Nacional de Taiwán en Taipéi.

Yeh dijo que creía que el uso de cubrebocas no estaba más generalizado en occidente porque la gente no tenía recuerdos inmediatos de una pandemia grave, al menos hasta ahora.

“La experiencia y las prácticas de salud de las generaciones pasadas se han ido olvidando de manera gradual”, dijo.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company