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Deberán votar los que no votan

Me parece difícil definir qué son, quiénes las integran, cómo es su modo de vida… La cultura occidental ha confirmado lo normal y dejado sin opciones vitales a los excepcionales, todas las personas. La política social cubre bienestar en programas de dispersión de efectivo. Es más complejo pues se beneficia por mandato constitucional a toda la estratificación social siempre y cuando se cumplan los extremos que exige la norma. Es decir, nos solo a los pobres.

Las ideologías no logran coherencia de las necesidades de la vida social. No es factible una sociedad que se conforme con dadivas de programas sociales. Es necesario e inminente una disrupción moral en la que los valores y emergencias de la realidad sean impulsoras de emprendimiento, de creación de empleos, de mercados; que cancele los subsidios agraviantes como premio a la pasividad, que impulse el reconocimiento al esfuerzo que ayude la inversión, que cree nuevas esperanzas que incentiven el mérito, que abandone el discurso ramplón y enajenante, que se atreva a reinventar el sistema educativo, que detenga el narcotráfico…; que se proponga diseñar la ruta de la democracia de calidad que sumada a la democracia procedimental posibilite que los ciudadanos desencantados recuperen la razón y la fe en un debate cultural de la democracia de alto nivel. A menos que nos hayamos cansado de vivir en libertad y optemos, como sociedad, por acogernos a alguna suerte de tiranía “bienhechora del pueblo”.

A las generaciones de mitad del siglo XX les han tocado todo lo maravilloso de la vida social, empero eso no define a las clases medias, a los “aspiracionistas”. Más aún en el primer cuarto del siglo XXI, la posmodernidad hace de las suyas, entroniza lo efímero, se hace autentico lo artificial, “se precipitan las contradicciones”, se manipulan lo gustos, los usos, la normalidad nulifica a los excepcionales, los medios de comunicación tradicionales y nuevas plataformas incontrolables crean realidades inventadas, lo popular encuentra mercado, se viste con “tendencias”; un nuevo actor entra a escena: el narcotráfico, que impulsa la narco-cultura.

Más difícil aun definir y encontrar las clases medias, a esos que se basurea tanto, están en el imperio de lo reciclable, el dinero fácil, se pagan blasones de todo tipo, por moda, por ISO, por certificaciones diversas que permiten la presunción de vivir bien con mucha apariencia, “ergo” se alquila el “status”, se venden franquicias en abundancia…, lo que hace más difícil definir qué son y cómo son las clases medias apartadas de las marginación, o al menos visibles cómplices del más ilegítimo y trasgresor cargado en “Pípilas” agradecidos, mediante códigos morales sin carácter. Pachucos, Ñeros, Rebeldes, Hipees, Sicodélicos, Posmos, Machos…, hicieron caminos maravillosos de contracultura; con mucho pesar, hoy los enamorados del narcocorrido han creado espacio para la naturalización de narco cultura, esquema que engendró una idea ilocucionaria del dinero fácil que traspasa todas las clases sociales y como serie de Epigmenio Ibarra, entra a los lujos del narco mundo, dinero-poder-sexo-derroche-…

Los epítetos se escuchan en las arengas diarias, se encuentran en un clima de impudor pendenciero y prepotente; en “el pueblo” como parte del circuito político y cultural se hospeda la pasividad que aletarga el conflicto latente en las avenidas de las ruinas de la paz social. ¿Qué papel juega la clase media en la crisis que padece la Nación?, parece que no reaccionan a su autonombramiento de clases medias, ignoran los problemas, no son conscientes de los problemas, que son inmunes a las ofensas petulantes desde vocerías políticas que pretenden una cultura que se vapore en la atmosfera.

Es cierto, tenemos deficiencias del trabajo institucional y, la vida pública toma forma de espectáculo permanente y la vida ciudadana es visible solo los días de elecciones. La democracia mexicana llama a la ciudadanía a una arremetida ultima para que “las clases medias” en su propia definición salgan a defender los proyectos colectivos, la sana vida compartida, a no aceptar más manipulaciones, a construir “un mundo más bonito que el nuestro”, ese que las urnas otorgan al transformar las boletas en votos y los votos en gobierno. “El mundo de la vida” es más que ideologías, estas se quedan en la disputa por el poder público. Los hábitos deseables rechazan las figuras del narco benefactor y protector, como “staff” político. Podríamos decir que es la hora de “las clases medias” lo veremos en los cómputos del Estado de México y Coahuila. Quienes no se han molestado en acudir a votar son quienes le han dado vida artificial al sistema político durante décadas, que deberá renacer con una nueva divisa que señala el diario Hidrocálido: “La verdad por delante”.