La debacle de Biden en el debate hunde a los demócratas en el pánico y abre un interrogante impensado

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se marcha con la primera dama Jill Biden después del debate presidencial de CNN en los estudios de CNN el 27 de junio de 2024 en Atlanta, Georgia
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se marcha con la primera dama Jill Biden después del debate presidencial de CNN en los estudios de CNN el 27 de junio de 2024 en Atlanta, Georgia - Créditos: @JUSTIN SULLIVAN

WASHINGTON.- Pánico. Desazón. Perplejidad. El primer debate presidencial entre Joe Biden y Donald Trump dejó a los demócratas atónitos por la penosa actuación de Biden, una debacle jamás vista en Estados Unidos que dejó a su campaña en crisis. Biden había llegado al choque con Trump en Atlanta con la expectativa de capitalizar un triunfo, quebrar el virtual empate en las encuestas y abrir su camino a la reelección. Al final, Biden dejó el escenario con su candidatura herida –para algunos, destruida– y ante un tsunami de llamados para que dé un paso al costado.

Las horas posteriores al choque y el día después mostraron a los demócratas aturdidos, divididos, y hasta desesperados. Biden, su equipo de campaña y sus aliados hacían lo imposible para intentar contener el daño de una actuación para el olvido. Ya desde el arranque, con carraspera, voz ronca y deshilachada, Biden se mostró frágil, dubitativo, zozobró y nunca se acomodó del todo, y cuando todo terminó, lo único que pareció lograr fue un desfile de memes en las redes y amplificar las dudas sobre su edad y su vitalidad para aguantar otros cuatro años en la presidencia. Por lo bajo, y aun antes de la campana final del debate, donantes, estrategas, operadores y congresistas en el Capitolio abrían en los medios –en off the record o directamente con nombre y apellido– un escenario impensado antes del duelo: que Biden se baje, y los demócratas busquen otro candidato.

Pero Biden desoyó esos llamados al dejar en claro en un acto de campaña este viernes en Carolina del Norte que planea seguir en la pelea por su reelección.

“Ya no camino tan rápido como antes. Ya no hablo tan claro como antes. Ya no debato tan bien como antes”, admitió Biden al cerrar su discurso, mucho más enérgico que su cara a cara con Trump. “Pero sé lo que sé. ¡Sé decir la verdad! ¡Sé cómo hacer este trabajo! ¡Sé cómo hacer las cosas! ¡Sé cómo millones de estadounidenses saben que cuando te derriban, te levantas!”, desafió, con puño cerrado.

Ya desde el cierre del debate, sus aliados hacían control de daños. La vicepresidenta, Kamala Harris, y el gobernador de California, Gavin Newsom, fueron las dos primeras figuras del universo Biden que salieron a defenderlo por televisión apenas terminó el choque con Trump, un primer esfuerzo por torcer una narrativa que ya estaba instalada incluso desde antes de que terminara el duelo. Y la campaña salió a instalar, con el debate a la mitad de camino, que el presidente tenia un resfrío. Fue inútil.

“En primer lugar, lo que vimos es que el presidente hizo un contraste muy claro con Donald Trump en todos los temas que le importan al pueblo estadounidense. Sí, hubo un comienzo lento, pero hubo un final sólido”, intentó defenderlo Harris en una áspera entrevista con CNN. “Y lo que quedó muy claro a lo largo de la noche es que Joe Biden está luchando en nombre del pueblo estadounidense. En sustancia, en políticas, en desempeño, Joe Biden es extraordinariamente fuerte”, continuó.

Newsom les habló directamente a los demócratas que entraron en pánico: “Creo que es inútil y creo que es innecesario. Tenemos que meternos y mantener la cabeza en alto. Y como digo, tenemos la espalda de este presidente, no se le da la espalda por una sola actuación. ¿Qué tipo de partido hace eso? Ha sido una clase magistral”, afirmó Newsom sobre la presidencia de Biden.

Newsom apareció al tope de las listas de nombres de eventuales candidatos que volvieron a circular para reemplazar a Biden, junto a otros como la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, o la propia Harris.

El gobernador de California, Gavin Newsom, habla durante una entrevista en la sala de spinning antes de un debate presidencial entre el presidente Joe Biden y el candidato presidencial republicano, el expresidente Donald Trump, en Atlanta, el jueves 27 de junio de 2024
El gobernador de California, Gavin Newsom, habla durante una entrevista en la sala de spinning antes de un debate presidencial entre el presidente Joe Biden y el candidato presidencial republicano, el expresidente Donald Trump, en Atlanta, el jueves 27 de junio de 2024 - Créditos: @John Bazemore

Tres altas figuras demócratas, el expresidente, Barack Obama –quien también un primer debate para el olvido ante Mitt Romney en 2012–, y los Clinton, Bill y Hillary Clinton, salieron a respaldar públicamente a Biden con un mismo mensaje en sus redes: más allá de su tarea en el debate, el dilema en la elección presidencial es el mismo.

“Malas noches de debate pasan. Créanme, lo sé. Pero esta elección sigue siendo una elección entre alguien que ha luchado por la gente corriente toda su vida y alguien que sólo se preocupa por sí mismo”, dijo Obama.

Pero incluso algunas de las personas más cercanas a Biden reconocían en vivo, con una visible desazón, que el presidente no estuvo a la altura de las circunstancias. Una encuesta rápida de CNN indicó que el 67% dijo que Trump ganó el debate, en comparación con el 33% que dijo que ganó Biden.

“Fue una actuación en el debate realmente decepcionante por parte de Joe Biden”, admitió Kate Bedingfield, que manejó la comunicación de la campaña de Biden en 2020 y fue su primera directora de Comunicaciones en la Casa Blanca, en un panel posterior al debate en CNN.

Otros, mucho más crudos, plantearon a que el Partido Demócrata debía debatir un escenario prácticamente imposible: correr a Biden, y llegar a la Convención Nacional Demócrata a fines de agosto en Chicago libres para elegir una fórmula presidencial, un laberinto político y legal que algunos dudaban incluso que fuera posible implementar.

Creo que tenemos algunas decisiones que tomar como partido. Tenemos que tener esa discusión de inmediato”, dijo el congresista Stephen Lynch, de Massachusetts, uno de los primeros legisladores demócratas que respaldó a Biden hace cuatro. “Lo amo. Es un hombre tan bueno y decente, pero su actuación de anoche fue terrible”, se sinceró, una postura que, palabras más, palabras menos, se replicó en los medios en boca de otros demócratas.

“Los demócratas consideran lo impensable: es hora de que Biden se vaya”, era el título que abría la edición del sitio Politico esta madrugada, un artículo plagado de declaraciones en off the record de estrategas, donantes y operadores demócratas que ofrecían un brutal diagnóstico sobre el desempeño del presidente. Era literalmente imposible encontrar una lectura positiva acerca de Biden en la prensa. Dos de los columnistas más notorios del New York Times, Nicholas Kristoff y Tom Friedman, escribieron que el presidente debía dar un paso al costado –, y los demócratas deben buscar otro candidato. (Friedman es, además, amigo de Biden.) Y se esgrimió, también el argumento del “gesto patriótico”.

“El presidente es el que tiene las cartas”, dijo David Axelrod, estratega de Obama. “Si quiere ser el candidato y seguir siéndolo, será el candidato. La pregunta que tiene que hacerse es si, en beneficio del país, como toda su candidatura se ha orientado a defender la democracia y defender el alma de Estados Unidos, si él se convence o los demás los convencen, de que sus posibilidades de lograrlo son más remotas que las de un cambio. Quizás decidan que lo patriótico es hacerse a un lado”, señaló.

Misión fallida

Biden llegó a Atlanta con una misión prioritaria: despejar las dudas sobre su salud mental y su vitalidad para soportar cuatro años más en la Casa Blanca. Fracasó estrepitosamente. Desde el comienzo, con voz débil y su mirada por momentos perdida, el presidente mostró enormes dificultades para reaccionar y responder a los ataques de Trump, defender su gestión o articular sus propias posiciones con claridad, contundencia y coherencia.

La debacle comenzó apenas Biden lanzó la primera frase con voz temblorosa. La estrategia diseñada por su campaña de adelantar el debate, encerrarse una semana en la residencia oficial de Camp David para prepararse, y marcar un contraste nítido con Trump se diluyó con cada tropiezo que amplificó las inquietudes por su edad. En un tramo del debate, Biden se enredó –algo que le ocurrió más de una vez– al responder sobre la frontera, y Trump, rápido de reflejos, asestó el golpe más claro de la noche. “Realmente no sé qué dijo al final de esa frase. No creo que él sepa lo que dijo tampoco”, dijo Trump ágil, rápido de reflejos, enérgico, y firme, una imagen que dejó un contraste a su favor, aun cuando desplegó las mentiras, hipérboles y exageraciones habituales en su libreto.

El histórico debate marcó un punto de quiebre en la campaña presidencial, pero no por los motivos que esperaban la campaña de Biden. Lejos de su plan original, el equipo del mandatario se aferró a su guión original y mantuvo su estrategia casi como si nada hubiera ocurrido, pese a la brutal presión desde todos los frentes. Pero David Plouffe, que trabajó en la segunda campaña presidencial de Barack Obama, recurrió a un código de guerra utilizado por las Fuerzas Armadas para las peores crisis para describir el estado de la campaña demócrata: “DEFCON 1″.

“Lo único que importa, y no se sabrá hasta dentro de tres o cuatro días, es cómo reaccionarán los votantes que decidirán estas elecciones”, matizó.