¿De qué se mueren los chilangos?
Este trabajo es un proyecto de colaboración entre Chilango y Yahoo en Español
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En una ciudad en la que se conjugan alucinantes, cotidianos y extremos estilos de vida, los capitalinos hemos comenzado a colapsar por dentro: corazón, hígado y pulmones nos hacen recordar, de una manera poco amable, que somos seres finitos.
Por: Sergio Rincón
El balón se detuvo a los 10 minutos de iniciado el partido. Antonio, un chef de 32 años y amante de los deportes, se desplomó en la cancha. Algo en él colapsaba. Era su corazón.
El juego de aquella noche del 27 de abril de 2017 se suspendió. De inmediato sus compañeros de equipo y familiares lo socorrieron. Todos veían cómo el color se le iba de la piel. Había un hospital cerca, así que lo llevaron a urgencias, pero al cruzar las puertas, Toño estaba perdiendo la batalla. Las fuerzas de la juventud se le escapaban del cuerpo.
Los doctores intentaron reanimarlo, pero fue inútil. Minutos después falleció.
El chef Antonio fue uno de los 14 mil 467 chilangos (habitantes en Ciudad de México) que fallecieron en 2017 por problemas del corazón, de acuerdo con las cifras más recientes dadas a conocer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
En total, en ese año fallecieron 61 mil 984 personas en CDMX. La principal causa de muerte fue por enfermedades del corazón. Pero esos no son los únicos males que afectan a los capitalinos: la diabetes se colocó como la segunda enfermedad más mortal en la capital del país, al registrarse 9 mil 937 fallecimientos.
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Elena, viuda de Antonio, recuerda que, mientras su esposo era llevado a urgencias, ella se encontraba haciendo un examen de inglés. Al percatarse de las 40 llamadas perdidas que había en su celular intuyó lo que estaba pasando. No era algo del todo nuevo, hubo episodios previos, incluso, desde que se conocieron, 12 años atrás.
Cuando eran universitarios, recuerda Elena, su entonces novio le decía que sentía que tenía un “dorito en el pecho”, una fritura que le daba punzadas en el corazón. Esa molestia duró años, pero no detuvo a Antonio de llevar un estilo de vida libre, muchas veces lejos de las dietas e indicaciones médicas rigurosas.
“Toño siempre fue un hombre agradecido con la vida”, dice Elena, quien describe a un hombre musculoso, temerario en su motocicleta, carismático y emprendedor que vivía al máximo. Ella relata que él siempre decía que tenía la fuerza de cuatro hombres y alma de orangután, que estaba en forma, que podía tomar dos botellas de whisky en una noche y dejar a sus amigos en vergüenza, y tomar unas copas de vino por la tarde, porque era bueno para el corazón.
Elena asegura que siempre animó a su marido a llevar una vida saludable y balanceada, pero Antonio no siempre lo hizo.
“A él no le importó. Siempre decía ‘vamos a beber’, ‘vamos a fumar’, y yo lo veo mucho en la cultura mexicana, el gozar la vida a través de la comida. A mí me da coraje que nos creamos omnipotentes, que a veces los chilangos se creen Superman, El Quijote y la Virgen María al mismo tiempo, pero no es así, por eso se murió este hombre al que amo tanto”, confiesa Elena, una mujer de 35 años, alta, delgada, quien nos habla desde su nueva casa, donde ha tenido que enfrentarse a un mundo en el que Toño no está más.
“El no cuidarnos tiene que ver con la soberbia, es un tema de educación y de inconsciencia, esa idea de tener que vivir el hoy, el ahora, y pues sí, pero una cosa es el mindfulness, que es el gozar y disfrutar lo que estás haciendo en el momento, y otra cosa es que si no te acabas los antojos del momento, tu vida no va a tener sentido”, señala Elena.
Las personas que rodeaban a la pareja, a veces, le reclamaban a Elena por privar de antojos o planes a Toño, pero ella explica que no era necesario llevar todo al límite. De hecho, regularmente le decía a su esposo: “Te vas a morir un día, pero no todos los días, por eso tienes que valorar tu vida y cuidarla”.
Elena conocía bien a Antonio y por eso tuvo aquel presentimiento al ver las 40 llamadas perdidas. Intentó calmarse, pidió un Uber y atravesó la ciudad. Al llegar al hospital su suegro le dio la noticia: Toño había muerto.
Detrás de las enfermedades del corazón y la diabetes, en el tercer lugar de causas de fallecimiento están las muertes ocasionadas por tumores malignos, con 8 mil 551 registros; le siguen las enfermedades cerebrovasculares, con 3 mil 353 fallecimientos, y en el quinto lugar se encuentran los casos por enfermedades del hígado con 3 mil 27 casos.
También aparecen las muertes por influenza y la neumonía, enfermedades pulmonares, accidentes, agresiones, insuficiencia renal, entre otras, de acuerdo con el Inegi.
Las enfermedades cardiovasculares son desórdenes del corazón y de los vasos sanguíneos, y se han convertido en la principal causa de muerte en todo el mundo, indican datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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La OMS tiene un listado de las principales enfermedades que afectan el corazón: cardiopatía coronaria, enfermedad de los vasos sanguíneos que irrigan el músculo cardiaco; las enfermedades cerebrovasculares, que atacan a los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro; las arteriopatías periféricas que son males de los vasos sanguíneos que irrigan los miembros superiores e inferiores, la cardiopatía reumática, que se trata de lesiones del músculo cardiaco y de las válvulas cardíacas ocasionadas por la fiebre reumática, una enfermedad causada por bacterias denominadas estreptococos.
También aparecen las cardiopatías congénitas: malformaciones del corazón presentes desde el nacimiento y las trombosis venosas profundas y embolias pulmonares, que son coágulos de sangre en las venas de las piernas, que pueden desprenderse y alojarse en los vasos del corazón y los pulmones.
La OMS explica que las causas más importantes de cardiopatía y accidentes vasculares cerebrales son una dieta malsana, la inactividad física, el consumo de tabaco y el consumo nocivo de alcohol.
“Los efectos de los factores de riesgo comportamentales pueden manifestarse en las personas en forma de hipertensión arterial, hiperglucemia (altos niveles de glucosa en la sangre), hiperlipidemia (presencia de lípidos en la sangre) y sobrepeso u obesidad”, agrega el organismo internacional.
Elena explica que durante 12 años estuvo al pendiente de Antonio, aunque reconoce que ella no podía controlar lo que él hacía ni obligarlo a cambiar por completo su estilo de vida. Incluso, recuerda una ocasión en que él tenía problemas para respirar, pero al quererlo llevar al hospital, él se negó.
“Fueron años de decirle cuídate, no tomes, bájale, hay que dormir, hay que descansar, hay que hacer más ejercicio, hay que comer más fruta, más verdura; y lo hacía, pero también comía de todo lo demás. Es decir, cuando llegaba a la casa comía de una forma, pero cuando llegaba con su mamá comía de otra”, recuerda.
Elena y Antonio se conocieron como estudiantes y fueron evolucionando con el paso de 12 años, hasta que la muerte truncó sus planes conjuntos. Para ella no ha sido sencillo y explica que incluso se cambió de casa y ha tenido que procesar este episodio con expertos en tanatología.
“Al perder a una persona que era parte de mi entorno, de mi vida, una parte de mí murió. Una parte se fue con él”, dice Elena, quien a ratos le reclama a Toño en el aire el por qué se fue, pero luego sonríe al recordar sus aventuras, el amor que se prometieron.
LOS ESTRAGOS DE LA FIESTA
Es casi medianoche, Bruno Preciado toma su celular y sube una historia a sus cuentas de Instagram y Facebook. Está en una fiesta con youtubers, actrices, modelos y decenas de cajas de whisky, que patrocinó una marca extranjera. Por medio de sus redes sociales, el joven de 24 años le hace saber al mundo que está contento, que es un extrovertido casanova.
Los hábitos de consumo de bebidas alcohólicas se han incrementado en Ciudad de México, incluso a niveles que están dejando muertes por problemas con el hígado. Tan solo en 2017, 3 mil 27 personas fallecieron por enfermedades del hígado, y concretamente 1 mil 207 por alcoholismo, de acuerdo con datos del INEGI.
Los chilangos están bebiendo de más y su hígado lo está resintiendo. En 2016, la cifra de fallecimientos por problemas con el hígado fue de 2 mil 979, y las relacionadas con el consumo de alcohol fueron mil 181, es decir, fueron menos las muertes en comparación con 2017.
La Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2017 refiere que, en ese año, 37% de la población de entre 12 y 65 años consumió alcohol de forma excesiva. Sin conocer esas cifras, Bruno sube historias similares tres o cuatro veces a la semana a sus redes sociales. El hilo conductor de su discurso es la fiesta y el alcohol. Dice que este nuevo estilo de vida inició hace ocho meses, cuando comenzó a trabajar en una agencia de relaciones públicas.
“Parte del trabajo es socializar. Nos movemos en eventos en Polanco, la Condesa, la Roma. Siempre hay alcohol a morir”, explica Bruno, un joven alto, de rostro fino y tatuajes en los brazos y distintas partes del cuerpo.
Bruno ha bebido en esos eventos hasta quedar como alma en pena; sin embargo, aún no ha sentido los estragos de la resaca, pues asegura que después de una noche sumergido en piscinas de ginebra o ron, toma jugo de naranja, bebe mucha agua y hace ejercicio. “Eso me mantiene en equilibrio”, asegura.
Aunque el joven ha sorteado el infierno de la deshidratación, es decir, la cruda o resaca, sus niveles de ácido úrico están por las nubes, a tal grado que tiene que seguir un tratamiento con alopurinol, medicamento para combatir la gota, un tipo de artritis que provoca repentinos cuadros de dolor en los pies.
Para Bruno esta forma de “socializar” es pasajera. Sin embargo, el doctor Feliciano Bartolo Solís, quien trabaja en el área de salud mental y adicciones de la Secretaría de Salud de Ciudad de México, explica que el límite estándar de consumo de alcohol para una persona es de entre una y tres copas —ya sea de cerveza, vino, ginebra, ron, whisky, entre otros— por hora, con el fin que el organismo pueda procesarlo, pero si se excede de ese rango, la bebida afecta el sistema nervioso central.
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Bartolo Solís detalla que el efecto del consumo de alcohol en exceso es paradójico, porque en un principio desinhibe a quien lo consume, pero esta droga también afecta al sistema nervioso, provocando una sensación de letargo o depresión.
“Consumir demasiado alcohol puede generar incluso un problema cardiaco, porque afecta tu sistema nervioso y compromete toda tu seguridad personal”, refiere el doctor.
El especialista detalla que todo el alcohol que se ingiere es procesado por el hígado, y es justo el órgano del cuerpo más afectado, ya que puede tardar hasta 48 horas en procesar todo lo que se consume en una noche de fiesta.
“Pueden pasar muchas horas y tu organismo puede estar con alcohol en la sangre, pero si una persona toma demasiado o tres o cuatro veces a la semana, le estás exigiendo más trabajo a tu hígado. Si lo estás haciendo trabajar de más, entonces lo afectas, lo inflamas y en algún punto te vas a enfermar”, pronostica el médico.
Además de su familia, amigos de Bruno han cuestionado al joven por su manera de beber, aunque él les insiste en que solo se trata de una etapa y que espera tener un régimen alimentario pronto.
“No creo que tenga ahora un problema. He pensado dejarlo, bajarle unas rayitas, sobre todo porque a la hora de hacer ejercicio me siento muy cansado”, dice Bruno, quien también estudia Ciencia Política en la Universidad de Ciudad de México.
Aunque asegura que se encuentra bien de salud, en una ocasión, Bruno tomó un par de cervezas que lo dejaron noqueado. Tuvo que ir al doctor, y tras unos análisis le detectaron rastros de éter en su organismo. Después de meses de tratamiento, se recuperó.
LA GRIPE DEL SMOG
Son cerca de las 9:00 de la mañana, del martes 23 de septiembre. El convoy del Metro llega a la estación Insurgentes. Cientos de personas bajan del tren, suben por las escaleras y emergen a la calle, repleta de oficinistas que aprontan el paso. Muchos de ellos tosen o carraspean, quizá producto de las lluvias del mes o del smog de los coches o de los contaminantes que dejaron las fiestas patrias.
Puede que parezca muy normal una gripe en otoño, pero si eres chilango existe una posibilidad de que esos estornudos se conviertan en neumonía o mucho peor, te conduzcan a la tumba. Suena increíble, pero es real. En 2017, 2 mil 490 personas murieron en Ciudad de México por influenza o neumonía.
Estas dos enfermedades se han colocado como la sexta causa de muerte en la CDMX, según datos del INEGI, que detallan que las personas con más riesgo son las mayores de 65 años, luego le siguen las que tienen entre 45 y 65 años de edad.
Aunque en Ciudad de México hay al menos 30 hospitales públicos y 220 centros de salud, la tasa de mortalidad por influenza y neumonía en 2016 fue de 23 por cada 100 mil habitantes, cifra muy superior a la media nacional que es de 17.6 casos.
José Martínez, neumólogo con más de 30 años de experiencia, explica que en Ciudad de México una gripe se puede complicar rápidamente y llegar a una muerte porque uno de los factores más riesgosos es el aire que se respira.
“Los altos niveles de contaminación modifican el comportamiento de las enfermedades respiratorias, ya que no permiten que la función pulmonar sea adecuada. Lo otro tiene que ver con la población de Ciudad de México, pues la mayor parte de las enfermedades respiratorias se diseminan por el habla, más si el paciente tose, estornuda, expectora, entonces, al haber mayor población, la diseminación es más factible”, dice Martínez.
El doctor detalla que, además, en la Ciudad el aire no circula como en otros estados del país. Es decir, los habitantes de la capital no respiran aire limpio.
En mayo pasado, la Comisión Ambiental Metropolitana (CAMe) informó que de 2016 a 2019 solo hubo registro de nueve días con aire limpio, mientras que en el resto hubo mala calidad del aire. En ese lapso se acumularon 20 contingencias ambientales, e incluso un mes entero hubo una muy mala calidad de aire.
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Ante los daños a la salud que ha dejado el aire de Ciudad de México, en 2017, la Secretaría del Medio Ambiente (SEDEMA) implementó una nueva metodología para calcular el índice de riesgo, e hizo alianza con el Marron Institute of Urban Management de Nueva York.
Para esa nueva medición, se utilizaron datos de las visitas a las salas de emergencia ocurridas entre 2010 y 2015, donde se registraron 610 mil 982 casos de asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, neumonía, entre otras afectaciones.
Esos datos coincidieron con un aire contaminado con partículas PM 2.5, niveles alto de ozono y dióxido de nitrógeno, los cuales también provocaron entre los capitalinos picazón en la nariz, dolor de garganta, comezón en la piel, dolor de cabeza, dificultad para respirar e irritación en los ojos.
Aunque el aire es el principal riesgo, el neumólogo José Martínez agrega que otro de los factores que intervienen es el propio cuidado de los pacientes, porque a pesar de tener influenza no se atienden e incluso asisten a sus trabajos o actividades cotidianas, lo que permite la propagación del virus.
A esto se suma que los pacientes no siempre tienen un plan de prevención, es decir, no se vacunan. “Los vimos con la influenza H1N1, cuando la mayoría de los pacientes de Ciudad de México que fallecieron no estaban vacunados”, agrega el especialista.
No es que sea un dato viejo: en febrero pasado, la Secretaría de Salud capitalina informó que 20 personas murieron por influenza H1N1 durante el invierno que inició en 2018. Ninguna de las víctimas estaba vacunada.
Los más de 8.8 millones de chilangos que viven en la Ciudad de México han tenido que coexistir entre ellos y con más de 5 millones automóviles, el sector industrial y la contaminación que producen. Los residuos de las máquinas y el hombre se han convertido, más que en una relación tóxica, en una disputa mortal.
Tan solo en 2018 se registraron 2 mil 288 muertes relacionadas al aire contaminado en la Zona Metropolitana del Valle de México, de acuerdo con el organismo internacional Instituto de Políticas para el Transporte y Desarrollo (ITDP).
Entre nubes oscuras, edificios cada vez más altos y muertes por influenza, avanzan los meses en Ciudad de México, y aunque hay personas que intentar cambiar el coche por la bicicleta, y hay planes gubernamentales para mejorar la calidad del aire, lo cierto es que los contaminantes siguen rompiendo récords cada año, a tal grado de tomar por sorpresa a las autoridades locales.
Mientras Elena atesora los recuerdos con Toño y Bruno sigue con su vida de casanova, los capitalinos están inmersos en la cotidianidad: salen de casa, del Metro o del auto, aprontan el paso, tosen, carraspean, se enferman, pero no se detienen… por ahora.