La cumbre climática que debía salvar al mundo es un esperpento
La COP28 representa el cinismo de los líderes mundiales ante el cambio climático
Si tuviésemos que resumir la última Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP) que se está celebrando estos días en Dubai la expresión más adecuada sería “hemos puesto al zorro a cuidar a las gallinas”. Para alguien que lleva cubriendo estas grandes reuniones por el clima desde hace años, esta nueva COP28 no solo representa otra tentativa desaprovechada, en una larga retahíla de cumbres climáticas ineficaces y poco resolutivas sino que, de hecho, es un notable paso atrás en nuestra carrera por minimizar las evidentes consecuencias del calentamiento global.
En la COP26 celebrada en Glasgow todo finalizó con una sensación parecida a la película “La vida de Brian” en la que los protagonistas se reúnen durante horas y horas discutiendo, debatiendo… pero sin llegar a ningún acuerdo de acción. Al año siguiente, en la COP27 que tuvo lugar en Sharm El-Sheikh (Egipto), la propia Organización de Naciones Unidas anunció que sería la “Cumbre de África”, una gran oportunidad para instaurar algo de justicia climática en un panorama de emisiones claramente desequilibrado. Nuevamente, todo lo que podía salir mal… salió mal, y las negociaciones se cerraron sin ningún acuerdo al respecto.
Y así hemos llegado hasta aquí. Los focos se volvieron a centrar en la nueva Cumbre Climática pero pronto se apagaron al conocer que se celebraría en Emiratos Árabes Unidos, uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo. Alguien muy inocente (o terriblemente astuto) pensó que celebrar una cumbre en África impulsaría acuerdos en materia de justicia climática y alguien muy inocente (o terriblemente astuto) ha vuelvo a caer en el mismo pecado al considerar que organizarla en una potencia petrolera tendría algún efecto en la reducción de emisiones.
Las cartas se pusieron rápidamente sobre la mesa al conocer que el Presidente de la COP sería el mismísimo sultán Al Jaber, director compañía petrolera estatal de EAU, Abu Dhabi National Oil Company (ADNOC)… el zorro al cuidado de las gallinas. Durante los últimos días esta cristalina incongruencia nos ha dejado noticias que rozan el cinismo, como la propia Organización de Naciones Unidas reconoce en su página web:
“Ha llegado a conocimiento de la Presidencia de la COP 28 y de la secretaría de la CMNUCC que algunos espacios de los pabellones de la Zona Azul se están subarrendando u ofreciendo como coanfitriones a cambio de una cuota. Estas acciones no son coherentes con la finalidad de los pabellones de la Zona Azul y no cuentan con el respaldo de la secretaría de la CMNUCC. Se ruega a las organizaciones que alquilan espacios en los pabellones que se abstengan de comercializarlos”.
Este “ruego” de Naciones Unidas se une a las informaciones que, durante los días previos, apuntaban a que los Emiratos Árabes Unidos planeaban utilizar las conversaciones sobre el clima de la COP28 para cerrar acuerdos petroleros. Los documentos filtrados a la prensa revelaban planes para negociar tratos sobre combustibles fósiles con 15 naciones durante la celebración de la cumbre climática.
Para aumentar aún más la incertidumbre de esta reunión climática, el sultán Al Jaber (que recordemos sigue siendo el Presidente de la Cumbre) aseguró durante una reunión en el marco de la COP que “no existen evidencias científicas que justifiquen reducir el consumo de energías fósiles”. Por supuesto, cuando sus declaraciones aparecieron en portada por todo el mundo, el magnate petrolero intentó matizar pero terminó acusando a la prensa de malinterpretar sus palabras. Por su parte, el Secretario de General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, tuvo que salir a escena para contradecir al Presidente de la COP afirmando que “la ciencia es clara: el límite de 1,5 grados solo es posible si dejamos de quemar combustibles fósiles. No reducirlos, sino eliminarlos totalmente y con un plan definido”.
En esto se ha convertido la última Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático de Dubai, en una telenovela, un vodevil esperpéntico, un teatrillo en el que los líderes mundiales aterrizan en sus aviones privados, se hacen una foto y vuelven a sus respectivos países a la espera de la cita del año que viene.
El fondo
Por supuesto, habrá alguien optimista que advierta que algo sí que se ha avanzado en referencia a la aprobación del esperado “Fondo climático de daños y pérdidas para países vulnerables” pero seguirá siendo un espejismo. La Unión Europea, Estados Unidos y otros países han anunciado a bombo y platillo diferentes contribuciones inmediatas por un total de alrededor de 400 millones de dólares. Si tenemos en cuenta que las previsiones más favorables estiman en 400.000 millones, me van a permitir cerrar este texto con otra expresión popular describiendo esta cantidad como “el chocolate del loro”, una minucia más destinada a salvar la cara ante los escándalos que a un verdadero fondo de daños.
Si además pensamos que esta Cumbre de Dubái se está celebrando en el año más caluroso desde que existen registros, tan solo nos queda pensar que el cinismo y la hipocresía terminarán siendo el motor principal de estas citas anuales.
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