¿Qué es el cuidadoriato?: la definición de una socióloga española para denunciar otra forma de desigualdad

María Ángeles Durán
María Ángeles Durán

“Si hubiera que reemplazar la tarea que, a diario, realiza una madre, se necesitaría contratar a cinco personas de tiempo completo. Eso si el hijo generara el mismo trabajo que un telescopio que requiere 24 horas diarias de atención. Pero sabemos que es mucho más. Son jornadas extremadamente largas, que ningún acuerdo sindical contempla. Nadie te dice que vas a tener que seguir trabajando en Navidad y hasta cuando estés enferma”. La frase de la socióloga y economista española María Ángeles Duran dejó a todo el auditorio entre la risa y la desazón. Nadie, durante las largas jornadas de la XV Conferencia Regional sobre la Mujer organizada por ONU Mujeres y Cepal, que se realizó la semana pasada en la ciudad, había logrado describir con tanta contundencia el cuidadoriato, término que ella acuñó y que se refiere a la forma de organización del tiempo que atribuye a las mujeres la enorme carga de atender a los miembros de su familia. Un apostolado silente que hasta ahora las mujeres venían asumiendo sin protestar, pero que cruje de la mano del feminismo.

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Durán fue la primera mujer en ser reconocida con el Premio Nacional de Sociología y lleva años investigando y denunciando la desigualdad del cuidado. Es autora de libros como El ama de casa (1977) y El valor del tiempo. ¿Cuántas horas te faltan al día? (2006). Tras su exposición, de apenas unos diez minutos, se convirtió en la heroína de las mujeres que participaban de la conferencia. Y bastaba que pusiera un pie en los pasillos para buscar un café para que alguien le pidiera una selfie.

–¿Qué significa la sociedad del cuidado?

–El término cuidado es antiguo, pero sociedad de cuidado es reciente. Es una idea potente, emergente, que todavía necesita mucho trabajo. Resume todo lo que significa el cuidado en las distintas culturas. En los diccionarios de la lengua española, el cuidado es sobre todo una actividad mental, que significa estar pendiente de otra persona o de uno mismo para que no suceda nada malo. En francés, la société du soins, es plural y tiene un contenido más físico, como darle de comer a alguien, lavarlo. El término cuidado es muy importante en el sector sanitario, donde tiene una definición más restringida que es proporcionar los servicios necesarios a una persona que no puede hacerlo por sí misma. Se refiere a una persona que no es autónoma. La sociedad del cuidado es una sociedad en la que todos los miembros participan.

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–¿Cómo podría aliviarse la carga?

Redistribuyendo. Pero no se trata sólo de cuidar niños o ancianos. Un gran consumidor de cuidado, aunque a veces no lo sabe, es el hombre joven, activo, fuerte que está incorporado al mundo del trabajo. Porque en realidad, dependen absolutamente de que provean servicios para ellos. Y ni siquiera son conscientes de eso. Son grandes consumidores del cuidado y poco proveedores. Mientras que las mujeres, incluso las que están incorporadas al mercado del trabajo son proveedoras y consumidoras. Esta es la gran sobrecarga que llevan. El doble de carga casi como promedio.

–Muchos hombres pueden decir, nosotros también cuidamos…

–Pero hay diferencias. Lo más llamativo es la cantidad de horas que dedican. Pero también hay una enorme diferencia en la función. ¿Qué tipo de cuidado hacen? Los varones hacen tareas como llevar a los chicos al colegio, arreglar el coche de la familia, si es que eso se entiende como cuidado. Pero limpiar, cocinar, estar pendientes de los ancianos, eso lo hacen muy poco. Y además, esto es muy difícil contarlo resumido, pero cuando se hacen las encuestas, si un hombre se convierte en cuidador principal, declara que cuida 24 horas diarias. Eso jamás lo dicen las mujeres. ¿Por qué? Porque para ellos es tan raro eso de cuidar… Y entonces o hacen una cosa o la otra. O cuidan tiempo completo o trabajan afuera. Las mujeres hacen las dos cosas.

–¿Si la mujer tuviera que contabilizar el tiempo que trabaja no le alcanzan las 24 horas?

–No, serían más de 30. Eso tiene un concepto que he acuñado. Es la intensificación del cuidado. Las mujeres arman como una máquina que tiene que asumir simultáneamente más y más tareas superpuestas. Entonces, con una mano está planchando, con otra pendiente del niño pequeño, está pensando entre tanto qué comida hace mañana… Mientras que los hombres cuando asumen tareas de cuidado es una, sin acumulación.

–Y en cuanto a cantidad de horas, ¿quién trabaja más?

–Yo distingo entre trabajo y empleo. El empleo es el trabajo pagado, aunque sea autónomo o informal. El trabajo es algo mucho más amplio, que incluye muchas formas, entre ellas todas las no pagadas. Si medimos horas de trabajo en los hombres, nos puede dar una media bastante alta. Pero la clave es que son horas poco intensas.

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–¿Y el nivel de intensidad del trabajo de la mujer?

–Agota. Hay un dato muy interesante. Hubo en España una huelga de controladores aéreos. Decían que es tan intenso su trabajo que no podían tener jornadas de más de cinco horas diarias. Que ya les estallaba la cabeza de estar pendientes del avión que viene por aquí y por allá. Pues las mujeres están sometidas en realidad a una intensidad superior a la de los controladores aéreos, porque están simultáneamente sobre el niño, el abuelo, el padre, la cocina, su jefe, su empleo. Porque nos hemos incorporado al mercado de trabajo, pero lo hemos hecho sin desprendernos de gran parte del trabajo doméstico.

–¿Hay días más intensos que otros en el cuidado?

–En las encuestas de uso del tiempo se ve clarísimo: el día más intenso de trabajo para las mujeres es el fin de semana. Acumulan. Todo lo que no se lavó, ponen la lavadora el viernes o el sábado. La plancha, los cumpleaños de los niños, que hay que llevarlos a la casa del vecino, repasar las asignaturas de los niños del colegio. Entonces, resulta que el tiempo que no se dedica en la jornada laboral, se acumula. En vacaciones, todos descansan, pero las mujeres, en realidad, en muchos casos, en las así llamadas vacaciones tienen más trabajo que nunca. En España, llega agosto, que es nuestro mes caliente y se cierran todos los centros escolares, los centros de atención a ancianos, todo. Entonces, la mujer, que teóricamente está de vacaciones, tiene a todos en casa.

–¿El diseño de horarios está pensado para el modelo de una familia tradicional?

–El modelo tradicional, patriarcal que es un modelo extractivo, donde las mujeres siempre están disponibles para todo lo que no se puede hacer a través del mercado. Todo lo que sobra, porque al mercado no le interesa, o que no se puede absorber porque no hay financiación, entonces que lo hagan las mujeres.

–Usted usó el ejemplo de que si un hijo fuera un telescopio 24 horas, para brindar el cuidado que da una madre, se deberían contratarse cinco personas.

–Con la legislación española, la jornada en el sector de servicios son 37 horas semanales. La semana tiene siete días, multiplicado por 24 horas, dividido 37. Pero, además hay que dar vacaciones, cubrir el ausentismo por enfermedad. Entonces así llegamos a ese número.

–¿Qué se puede hacer? ¿Es imaginable una sociedad en la que ese cuidado sea repartido?

–Imaginable, sí. Pero de ahí a que se haga realidad… Pero lo que no se sueña primero no se convierte en realidad. La mitad de los sueños tampoco, pero al menos primero hay que soñarlo. Es imaginable, sí, pero muy difícil. Porque, por ejemplo, la Argentina está envejeciendo. Y además, la economía argentina compite con otras economías. Si en el marco del comercio internacional un país concede muchos derechos sociales, sus costes aumentan. Y su mercancía puede no ser competitiva. Tenemos países que han tenido un crecimiento increíble, pero a costa de una explotación terrible en el mercado de trabajo. Si ese mercado de trabajo mejorara, perderían competitividad…

–Aquí se planteó un escenario en el que sería una buena inversión para el Estado, las empresas y la comunidad redistribuir el cuidado

–Todo depende de a qué se llame riqueza, crecimiento o cuánto se valore el bienestar. Si el bienestar no es un indicador, entonces la inversión será muy mala. No veo a una empresa a la que le convenga invertir en darle calidad de vida y cuidados a sus trabajadores. Porque si aumenta los días festivos, hay una disminución en la productividad. Pero, hay ciertas cosas que sí se pueden hacer, si el bienestar se convierte en un valor. En lugar de gastar en publicidad tradicional, invertís en ser una empresa que se aliña con ese valor. Pero de ahí a creernos que es automático el beneficio, la verdad que no.

–Se planteó un cambio tan radical, ni más ni menos que en el modelo productivo.

–Y en un mundo que está muy competitivo. Realmente es muy difícil, pero lo otro ya no es viable. No va a quedar otra que cambiar. La Argentina ya perdió su bono demográfico que le hacía tener población joven, pocos niños y pocos adultos mayores. Y cada año va a tener peor situación. Porque va a tener más mayores, que ya no volverán nunca al mercado de trabajo. Y que desde el punto de vista comercial, solo son consumidores con unas pensiones muy bajitas. Ya no van a poder comprar el cuidado. Entonces, ¿quién lo va a aportar? Eso es calidad de vida. Garantizarles que van a tener cuidados. Es realmente una revolución. No hay fórmulas mágicas.