Los “cuarenkilos”: por qué el home office también está en la mira de los nutricionistas

La preocupación por la balanza no debe llevar a poner en riesgo la salud sino a bajar de peso en forma adecuada
"Durante la pandemia, se modificaron los neurotransmisores cerebrales. El placer cambió de foco", dice Rosa Labanca, médica nutricionista - Créditos: @Pixabay

El día que Flavia Romano, de 41 años, se volvió a subir a la balanza creyó que se trataba de un error. “¿Once kilos y medio? No puede ser”, dijo. Bajó y subió, pero allí estaban esos números en rojo en el consultorio de la nutricionista que le cantaban: “72,500 kilos”. “Toda la vida pesé cerca de 60. A veces más y, otras, menos. En la pandemia de coronavirus había aumentado. No sabía cuánto, pero jamás pensé que era tanto. Hasta que me pesé y le puse número a los famosos ‘cuarenkilos’. Y eran más de once”, cuenta Romano, que es madre de dos niños y trabaja, desde su casa, en una empresa. Desde mayo pasado tiene un plan alimentario y, así, ya consiguió perder cuatro kilos. “No sé en qué momento subí. A mi marido le pasó lo mismo y los chicos también aumentaron de peso. Decidimos hacer todos un cambio”, cuenta.

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Pero el suyo no es un caso aislado. Según explican los nutricionistas, el aumento de peso de la población durante la pandemia y la pospandemia es de unos ocho a diez kilos promedio. “Algunas personas más y otras menos, pero prácticamente no hubo personas que no hayan engordado en la pandemia”, explica Mónica Katz, médica nutricionista y expresidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN). “No se trata de estética, sino de salud. Cada uno elige en qué cuerpo quiere vivir, pero la obesidad es una enfermedad y hay que decirlo”, apunta Katz. “La pandemia nos dejó un setpoint [punto de partida] de peso más alto. Si estos datos eran preocupantes prepandemia, ahora son un tsunami”, concluye.

¿Qué hicimos mal en la pandemia? Muchas cosas. “Comimos más hidratos, en porciones más grandes y nos volvimos más sedentarios. Mucho picoteo al estar en casa, aburridos, desordenados en horarios, aumentó el consumo de alimentos fuera de la mesa. Además, el cambio en los ciclos de vigilia-sueño también contribuyó a la ganancia de peso. En la pandemia se cocinó mucho, pero no saludable”, agrega Silvina Tasat, nutricionista y vocal de la SAN. “La pandemia nos dejó más gente que sabe cocinar. Pero el problema es que ninguno practicó con ensaladas”, resume Alberto Cormillot, médico especializado en nutrición y obesidad.

Teletrabajo

Trabajar desde casa trajo cambios en los patrones de movilidad y vestimenta para muchas personas. “Quien trabaja desde su casa transita por un mundo más pequeño. Salir de casa implica un gasto calórico. Además, con el home office desaparecen todas las instancias de bodychecking, como entrar en un jean o en una ropa formal, mirarse en otros espejos, interactuar con otros”, dice Katz.

“La pandemia fue un ambiente obesogénico. Durante el aislamiento, la gente estuvo más cerca de la heladera y de la alacena. El que trabajó en casa ganó más kilos que el que salía todos los días. Con el encierro se perdieron los indicadores de aumento de peso. ¿Te ponés un cinturón o el jogging? La ropa de entrecasa no avisa”, indica Cormillot. “El home office engorda, porque genera mucho desorden alimentario. Movilizarse por la ciudad, tener que caminar hasta la parada, subirse a un colectivo, tener que vestirse para salir, todo colabora”, señala Tasat.

“Fue un gran aumento en poco tiempo. Y fue muy generalizado. Casi no hay personas que no hayan subido. El que menos aumentó, subió un kilo. Y lo más relevante es que muy pocos volvieron, no digo a su peso anterior, sino a su estilo de vida anterior. Es decir que ese aumento de peso, en muchos casos se quedó”, explica Katz

Este incremento preocupa, advierten los especialistas, en la medida en que las últimas estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación indican que el 68% de la población ya tenía sobrepeso antes de la pandemia.

Etapas

No ocurrió de la noche a la mañana. Pero cuando Ezequiel Fernández se pesó, a fines del año pasado, había aumentado ocho kilos y todavía no bajó ninguno. Ana Inés G., en cambio, no sabe exactamente cuánto subió, pero había sumado dos talles a su ropa. Entonces ella y su familia decidieron recurrir a una nutricionista que los ayudó a volver a un estilo de alimentación adecuado a sus necesidades y que fue el camino para que todos conectaran a su manera con alguna actividad física.

“Hubo una etapa de la pandemia en que lo que se comían eran directamente carbograsas, ni siquiera carbohidratos. Nos dejaron encerrados, comiendo y engordando. Como animales en un feedlot”, ejemplifica Rosa Labanca, médica nutricionista, docente de la Universidad de Buenos Aires y directora de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios. “Después fue el boom de los deliveries, de todo tipo”, agrega Cormillot. “Y ante esta rápida ganancia de peso la gente se asustó y recurrió a la pseudonutrición y a las clases de gimnasia por YouTube. Todos intentos contrapuestos que no alcanzaron. Porque lo que había cambiado era el estilo de vida. Más sedentario, más cerca de la heladera, sin horarios definidos, con la comida como centro del placer”, apunta Labanca.

Cuesta mucho perder peso cuando el cambio en el estilo de vida es tan grande, dicen los especialistas. “Durante la pandemia, se modificaron los neurotransmisores cerebrales. El placer cambió de foco. La comida se volvió la única certeza. En algunos casos, un adicción. Y así, personas que antes no tenían grandes problemas de peso empezaron a tener atracones. Esto cambió el sistema cerebral y la forma de activar los mecanismos de placer y dejó una huella. Y por más que volvamos a algunas rutinas, reestructurar el sistema cerebral no es sencillo. Va a ser un largo proceso para bajar esos kilos. Es un proceso de cambio en el que no sirven las dietas extremas”, dice Labanca.

Las recetas rápidas no sirvieron, advierten. Las dietas extremas también tienen su capítulo en esta ganancia generalizada de peso. “Ayudan a bajar en un momento pero generan un efecto rebote e hicieron que los argentinos ganaran más peso aún. La obesidad es compleja y es una enfermedad que no se revierte con polvitos mágicos. La pandemia acentuó la búsqueda de fórmulas instantáneas. Las redes sociales muestran muchos influencers, personas sin matrícula, que promocionan desde consejos hasta productos que son falsas promesas de adelgazar. Acá los talibanes del ayuno y las détox no ayudan. Para tener un peso adecuado necesitamos comer frutas y verduras todos los días, más carne y lácteos o legumbres, y consumir los dos litros de agua diarios. Tan sencillo como eso”, apunta Tasat.

Diez kilos, de a 100 gramos por vez

Aunque muchos se sorprendieron al subirse a la balanza, los cambios fueron lentos, progresivos y acumulativos. “Para aumentar un kilo necesitamos consumir 7000 calorías de más. Cinco kilos, son 35.000 calorías de exceso. Repartidas en 12 meses, son apenas unas 100 a 200 calorías diarias en exceso. Aumentando muy poco la ingesta diaria y bajando la actividad física, se suben cinco kilos en un año sin notarlo. Eso pasó durante la pandemia. La gente subió sin darse cuenta. En un asado de un domingo al mediodía hay 1500 calorías de más. Un año tiene 200 días hábiles y 104 sábados y domingos, más los viernes. En esos días, la dieta ideal de 2000 calorías pasa a 3000 o 4000 sin que lo notemos”, explica Cormillot.

La gran pregunta es cómo reaccionamos ante la noticia de semejante aumento. Los especialistas dicen que hay distintos grupos. “Los que están muy obsesionados con su cuerpo, no se los permitieron y de inmediato hicieron algo para revertirlo, durante la primera ola de aumento. Por ejemplo, los runners que salieron a correr apenas les dieron permiso. Son los nutrifit, saludables, obsesivos, que reaccionaron rápido ante los primeros 3 kilos y los revirtieron”, dice Katz. “Son los que menos lo necesitaban, pero los que primero reaccionaron. Y eso pasa siempre”.

Después están los que reaccionaron tarde, con más kilos a cuestas. Y que no se dieron cuenta hasta que algún estudio médico les cantó hígado graso, diabetes, o empezaron con dolores en las articulaciones. Y por último están los que no hicieron nada y aceptaron los kilos como parte de su nueva realidad. Son muchos. “Hay un cambio en el estilo de vestimenta, marcado por una mayor informalidad, por el fin de jornada de oficina, que alberga con mucha comodidad al nuevo peso. Pero no por esto es saludable”, dice Labanca.

Con septiembre, llegó la temporada alta de consultas en nutrición y conseguir un turno es una odisea. “El aumento en la cantidad de consultas que tenemos es notable. Muchas personas están reaccionando en estos meses. Más allá de la llegada del calor, que siempre marca la temporada alta. Y llegan con un sobrepeso importante”, apunta Tasat.