Cuando Diego Velázquez fue acusado de espiar para el rey Felipe IV

Nacido en Sevilla, el 6 de junio de 1599, (en un momento en el que la capital hispalense se había convertido en una de las más prósperas e importantes de la Península Ibérica), fue bautizado como Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, aunque se le ha conocido a lo largo de la historia como Diego Velázquez, uno de los mejores y más destacados artistas de la pintura universal.

Retrato de Diego Velásquez pintado por Pietro Mártir Negri en 1650 (imagen vía Wikimedia commons)
Retrato de Diego Velásquez pintado por Pietro Mártir Negri en 1650 (imagen vía Wikimedia commons)

Desde muy joven demostró un talento innato con el manejo del pincel y sus primeras obras llamaron rápidamente la atención de los entendidos en el arte de la pintura. Uno de ellos fue Francisco Pacheco, quien fue su maestro (además de uno de sus examinadores para la incorporación de Velázquez, cuando todavía tenía 17 años, al Gremio de pintores de Sevilla) y poco después se convertiría en su suegro.

Los buenos contactos de Pacheco y el talento innato del joven pintor llevaron a este, en 1623, a viajar hasta la Corte de Madrid de la mano del conde-duque de Olivares, Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y Velasco de Tovar, quien se había convertido desde hacía un par de años en el valido del rey Felipe IV, tras el ascenso de este al trono de la Corona Hispánica (aunque llevaba siendo su hombre de máxima confianza desde 1615, cuando todavía era príncipe).

El conde-duque de Olivares abrió las puertas de la corte madrileña a Velázquez, haciendo el joven pintor sevillanos buenos contactos en la capital. De vuelta a su ciudad natal un año después, tuvo la gran oportunidad de pintar un retrato a Luis de Góngora, uno de los más ilustres poetas y dramaturgos de la época (Siglo de Oro) y con gran influencia y amistad en la Casa Real (había sido capellán de Felipe III).

Más puertas de la Corte se le abrieron, por lo que regresó a Madrid, llegando a convertirse, en octubre de 1623, en pintor personal del rey Felipe IV, llegando a tener una gran confianza y amistad con el monarca (quien años después nombraría a Velázquez su ‘ujier de cámara’ o ayudante personal).

En 1629, Diego Velázquez, con 30 años recién cumplidos, se había convertido en uno de los personajes más influyentes de la corte, en tan solo un lustro, y tras llegarle un encargo personal por parte de Felipe IV para viajar a lo largo de un año por toda la península de lo que actualmente conocemos como Italia (que por entonces estaba dividida en diferentes Estados, ducados y reinos) y poder visitar los grandes museos y casas particulares de importantes coleccionistas de arte, con el fin de apreciar las obras de otros grandes artistas.

El salvoconducto que llevó consigo Velázquez (firmado por el propio rey Felipe IV) le abriría todas las puertas en Italia, pero también despertó numerosas sospechas y recelos, debido a que no todos veían con buenos ojos que una persona de tal confianza del monarca español pudiera moverse libremente; y más teniendo en cuenta que en aquellos momentos tenía lugar la conocida como ‘Guerra de los Treinta Años’, iniciada una década antes, y diferentes territorios por los que se movería el pintor sevillano tenían algún tipo de conflicto con la monarquía hispánica.

El salvoconducto Real le otorgaba a Velázquez un estatus similar al de un diplomático y hubo quien no tardó en señalar que el verdadero motivo del viaje era por cuestiones de espionaje.

En el ‘Archivio Farnese di Napoli’ se encuentra guardada una curiosa carta, fechada el 29 de julio de 1629, y enviada por el embajador de Parma en Madrid, Flavio Atti, a la Duquesa de dicho estado dando cuenta del viaje que Velázquez iba a realizar por Italia y en donde le advertía de sus sospechas de que el pintor iba en calidad de espía.

Cabe destacar que el mencionado diplomático fue un reconocido espía, por lo que contaba con numerosa información privilegiada, así como contactos de gran nivel.

La traducción desde el italiano al castellano de parte del texto de la carta enviada por Flavio Atti decía lo siguiente:

[…]Serenisima Madama Signora padrona mia perpetua

Este mismo día escribí a mi señor el Duque acompañando a Diego Velásquez, ujier y pintor de Cámara de Su Majestad, que viene a Italia (dice) a perfeccionarse en su profesión de pintor, traiga allá, del Nuncio para Roma y de todos los demás Embajadores [digo, que viene a espiar, así como Carlo Pug.hin, que también es creado por el Rey, y está en Milán, la profesión de esto es realmente para espiar] y se van con el marqués Spinola el próximo domingo. El Billete, que el Conde de Olivares escribió a Don Giovanni di Vilela para pedirle que procurase el dinero. [...]

A pesar de los recelos y sospechas hacia Velázquez, a lo largo del siguiente año estuvo viajando por prácticamente toda Italia, incluido el Estado Vaticano, donde tuvo libre acceso a todas las estancias, para así poder estudiar las pinturas de grandes maestros como Miguel Ángel o Rafael. También visitó palacios e importantísimas residencias (donde se sabía que se albergaban colecciones pictóricas de gran relevancia) y no existe constancia que se le negara el acceso a ninguna de ellas, al menos en este primer viaje.

Y es que dos décadas después (a principios de diciembre de 1648) Diego Velázquez volvería a emprender un viaje por Italia (hacía tan solo seis meses que la Guerra de los Treinta Años había finalizado) con credenciales diplomáticas del rey Felipe IV y que duraría casi un año y medio (hasta mediados de 1651) surgiendo de nuevo algunas sospechas sobre la posible misión como espía de la Monarquía Hispánica y aunque no se le negó el acceso a ningún lugar destacable, si consta que algunos relevantes propietarios fingieron estar ausentes con el fin de que evitar el acceso del pintor sevillano a sus propiedades.

Fuente de la imagen: Wikimedia commons

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