Algunos cristianos no quieren que se incorpore la Biblia al plan de estudios de las escuelas públicas
En Caddo, Oklahoma, es posible encontrar en solo dos cuadras del pequeño pueblo iglesias de por lo menos cuatro denominaciones: metodista, presbiteriana, bautista y multiconfesional. Más de cuatro de cada cinco electores en los condados vecinos votaron por los republicanos en las últimas elecciones nacionales.
Esta región rural ubicada cerca de la frontera con Texas podría parecer el lugar ideal para poner a prueba una campaña nueva, pero muy controvertida, de los funcionarios conservadores: planean darle un papel más importante a la religión en la educación de los niños y hacer obligatoria la enseñanza de la Biblia en las clases de historia, literatura e incluso matemáticas de los estudiantes de los grados 5 a 12.
Sin embargo, estos planes no han sido bien recibidos ni siquiera en esta región. Más bien, en un giro inesperado, se han topado con cierta oposición.
“Es algo que me sorprendió”, comentó Lee Northcutt, superintendente de las escuelas públicas de Caddo. “La cantidad de personas que dijeron: ‘Por eso tenemos 8, 9, 10 iglesias en el pueblo. Las iglesias pueden hacerlo’”.
Varios padres le han dicho: “Es mi responsabilidad”, añadió. Además, Northcutt recordó que un maestro que también es predicador le dijo “con toda franqueza ‘No. No deberíamos hacerlo’”.
Desde hace varios años, algunos políticos conservadores cristianos y organizaciones de ideología afín han tratado de acelerar el movimiento nacional que busca incorporar la oración y los textos religiosos al salón de clases. Muchos evangélicos y católicos se oponen a esta modificación del plan de estudios en las escuelas, que consideran ortodoxia liberal. Les gustaría que la democracia del país estuviera cimentada explícitamente en valores cristianos.
Este movimiento por lo regular ha creado divisiones por sus metas consideradas partidistas. Ryan Walters, el director republicano de las escuelas de Oklahoma que les ordenó a las escuelas públicas proceder con la enseñanza de la Biblia, declaró que “a la izquierda no le gusta, pero va a enseñarse”.
Sin embargo, la resistencia —o, en ocasiones, indiferencia— en lugares como el distrito escolar de Northcutt desafía la idea de que incorporar la Biblia al salón de clases es un tema bien separado de las líneas religiosas o partidistas. También revela un obstáculo sorpresivo para que estos planes resulten viables.
En otras partes de la zona rural de Oklahoma, algunos directivos escolares de mucho tiempo afirman que ninguna familia se ha quejado nunca porque no se enseñe suficiente religión en la escuela, así que no ven por qué deberían cambiar de curso.
En Texas, se invitó a algunos miembros del público a expresar su opinión sobre un programa de estudios propuesto para primaria, con abundantes historias de la Biblia, cuya autorización votarán los funcionarios de educación más adelante este otoño. Algunos superintendentes de las secciones noreste y oeste del estado —donde muchos padres y educadores son cristianos devotos y tradicionalmente apoyan las políticas republicanas— externaron en público críticas sobre el contenido religioso de las lecciones propuestas.
En parte, la reticencia refleja la diversidad de perspectivas de los cristianos comunes y corrientes. Además, subraya el contraste entre las prioridades de los ambiciosos funcionarios estatales con perfiles nacionales y los líderes de distrito locales, que tienden a concentrarse más en los temas de interés para su área.
Varios superintendentes de condados republicanos que fueron entrevistados indicaron que les preocupa más garantizar que los niños puedan leer y escribir y tengan conocimientos matemáticos que enseñarles la Biblia. Otros enfatizaron que los planes chocan con el encargo que se les hizo como administradores de las escuelas públicas de brindarles este servicio a todos los estudiantes, aunque su propia postura se base en una perspectiva conservadora y cristiana.
Chuck McCauley, superintendente de las escuelas públicas de Bartlesville, un distrito con aproximadamente 6000 estudiantes en el noreste de Oklahoma, donde hay una universidad religiosa privada, afirmó que sus preferencias políticas y religiosas personales “no deberían tener ningún impacto en mi trabajo”.
“Nuestra oferta educativa está abierta para todos los estudiantes que se presentan”, señaló McCauley, y añadió que la opción de una instrucción religiosa más a fondo debería ser “decisión de la familia, de los padres y de la Iglesia de su preferencia. Eso no nos concierne”.
No hay muchas encuestas nacionales sobre el tema de ofrecer una instrucción religiosa más amplia en las escuelas públicas. Pero una encuesta realizada el año pasado por The Associated Press y una institución de investigación imparcial reveló división en el tema de la intersección de la religión y la educación pública.
De los adultos estadounidenses que participaron, el 37 por ciento respondió que la religión tiene muy poca influencia en lo que se les enseña a los niños, el 31 por ciento opinó que tiene demasiada influencia, y el 31 por ciento considera que tiene influencia suficiente.
La iniciativa de reforzar la enseñanza de la Biblia sin duda se ha ganado el favor de muchos padres y congregaciones. Aunque pocos administradores de Oklahoma hicieron algún anuncio público sobre posibles cambios en sus planes de estudios, por ejemplo, los superintendentes locales indicaron que han sabido de varios distritos que recibieron positivamente la orden de Walters.
Los funcionarios de estos estados argumentan que la Biblia no solo es un texto religioso, sino también un documento histórico con siglos de influencia en la sociedad estadounidense. El gobernador de Texas, Greg Abbott, republicano y católico practicante, comentó que el nuevo plan de estudios preparado por el estado ayudará a los estudiantes a “comprender mejor la dinámica entre historia, arte, comunidad, literatura y religión en sucesos cruciales” como el Movimiento por los Derechos Civiles y la revolución estadounidense.
No obstante, entre los cristianos desde hace mucho ha habido choques en torno al papel de la religión en las escuelas públicas, incluso cuando la Biblia formaba parte central de la educación estadounidense.
En el siglo XIX, los católicos de Filadelfia lucharon para que los estudiantes no leyeran la versión de la Biblia del rey Jacobo, después de que los protestantes ayudaron a incluirla en las escuelas como un libro de texto común. Más tarde, creyentes de todo el espectro ideológico participaron en el debate para definir si en las clases de ciencias se enseñaría la teoría de la evolución o la historia de la creación contenida en el libro del Génesis.
Mark A. Chancey, profesor de estudios religiosos de la Universidad Metodista del Sur en Dallas, hizo notar que los constantes desacuerdos entre los distintos credos ayudan a explicar “por qué vemos resistencia a este tipo de iniciativas de la gente de distintos puntos del espectro teológico”.
“No solo los cristianos liberales”, señaló. “Sino también con frecuencia cristianos más conservadores que reconocen que, una vez que se incorpora este tipo de enseñanza de la Biblia, se crean oportunidades para que las personas promuevan sus propias creencias religiosas y no otras”.
Chancey añadió: “Es un temor justificado”.
c.2024 The New York Times Company