Por primera vez entre los cristianos jóvenes, los hombres son más religiosos que las mujeres

Kitron Ferrier (derecha) un estudiante de último año de la Universidad de Baylor cena con otros jóvenes en la iglesia de la Esperanza después de un servicio dominical, en Robinson, Texas, el 8 de septiembre de 2024. En la iglesia de la Gracia y en la cercana iglesia de la Esperanza, la división de género de la Generación Z se puede ver en los bancos de la iglesia en lo que tiene el potencial de transformar tanto la política como la vida familiar. (Meridith Kohut/The New York Times)

Una hermosa mañana de domingo de principios de septiembre, decenas de jóvenes de Waco, Texas, comenzaban su día en la Iglesia de la Gracia.

Los hombres recibían a los asistentes en la puerta, atendían la mesa de información y repartían boletines. Cuatro de los cinco músicos del escenario eran hombres. También lo eran el pastor que pronunciaba el sermón y la mayoría de los estudiantes universitarios que ocupaban las primeras filas.

“Estoy tan agradecido por esta iglesia”, dijo Ryan Amodei, de 28 años, a la congregación antes de que Buck Rogers, el segundo pastor, lo bautizara en un tanque de agua en el santuario.

La Iglesia de la Gracia, una congregación bautista del sur, no ha hecho un esfuerzo consciente por atraer a los jóvenes. Tiene un tamaño poco llamativo y es, en muchos sentidos, una iglesia evangélica como cualquier otra. Sin embargo, sus líderes llevan varios años observando que, entre los jóvenes, el número de hombres supera al de las mujeres en sus filas. El año pasado, cuando la iglesia abrió un pequeño local en la ciudad cercana de Robinson, doce de los dieciséis jóvenes que asistían con regularidad eran hombres.

“Hemos estado hablando de eso desde el comienzo”, comentó Phil Barnes, pastor de esa congregación en la Iglesia de la Esperanza. “¿Qué está haciendo el Señor? ¿Por qué nos envía a todos estos jóvenes?”, agregó.

Becca Clark, a la derecha, estudiante de posgrado de trabajo social en la Universidad de Baylor, asiste a un servicio religioso en la Iglesia Bautista de la Universidad, en Waco, Texas, el 15 de septiembre de 2024. (Meridith Kohut/The New York Times)
Becca Clark, a la derecha, estudiante de posgrado de trabajo social en la Universidad de Baylor, asiste a un servicio religioso en la Iglesia Bautista de la Universidad, en Waco, Texas, el 15 de septiembre de 2024. (Meridith Kohut/The New York Times)

La dinámica en la Iglesia de la Gracia es un ejemplo fehaciente de una verdad emergente: por primera vez en la historia moderna de Estados Unidos, los hombres jóvenes son ahora más religiosos que las mujeres de su edad. Asisten a los servicios religiosos con más frecuencia y es más probable que se identifiquen como religiosos.

“Es algo que nunca habíamos visto antes”, afirmó sobre este cambio Ryan Burge, profesor adjunto de ciencias políticas de la Universidad del Este de Illinois.

Entre los cristianos de la generación Z, esta dinámica se desarrolla de una manera sorprendente: los hombres se quedan en la iglesia, mientras que las mujeres la abandonan a un ritmo muy perceptible.

El Buck Rogers bautiza a Ryan Amodei en la iglesia de la Gracia, donde sus líderes han notado que el número de hombres jóvenes supera al de las mujeres  (Meridith Kohut/The New York Times)
El Buck Rogers bautiza a Ryan Amodei en la iglesia de la Gracia, donde sus líderes han notado que el número de hombres jóvenes supera al de las mujeres (Meridith Kohut/The New York Times)

El número de miembros de las iglesias lleva años disminuyendo en Estados Unidos. Pero dentro de la generación Z, casi el 40 por ciento de las mujeres dicen no tener ninguna afiliación religiosa, en comparación con el 34 por ciento de los hombres, según una encuesta realizada el año pasado a más de 5000 estadounidenses por el Survey Center on American Life del American Enterprise Institute.

En todos los demás grupos etarios, era más probable que los hombres no tuvieran una afiliación religiosa. Esto concuerda con los estudios que han demostrado que las mujeres han sido sistemáticamente más religiosas que los hombres, un hallazgo tan fidedigno que algunos estudiosos lo han caracterizado como algo parecido a una verdad humana universal.

Los hombres y las mujeres de la generación Z también siguen trayectorias divergentes en casi todas las facetas de sus vidas, incluida la educación, la sexualidad y la espiritualidad.

Un acto musical en la iglesia de la Gracia en Waco. (Meridith Kohut/The New York Times)
Un acto musical en la iglesia de la Gracia en Waco. (Meridith Kohut/The New York Times)

Las jóvenes no dejan de tener espiritualidad ni de estar en la búsqueda de su vida religiosa, según encuestas relacionadas con este tema. Pero llegaron a la mayoría de edad mientras el movimiento #YoTambién abrió un debate nacional sobre el acoso sexual y el abuso de género, que inspiró la exposición generalizada de abusos en entornos eclesiásticos bajo la etiqueta #LaIglesiaTambién. Y la anulación del caso Roe contra Wade en 2022 obligó a muchas de ellas a empezar a prestar más atención a los derechos reproductivos.

Los jóvenes tienen otras preocupaciones. Tienen menos educación que las mujeres. En las principales ciudades, incluidas Nueva York y Washington, ganan menos.

Al mismo tiempo, valoran más la vida familiar tradicional. Los hombres jóvenes sin hijos son más propensos que las mujeres jóvenes sin hijos a decir que quieren ser padres algún día, por un margen de 12 puntos porcentuales, según una encuesta realizada el año pasado por el Centro de Investigaciones Pew. Los jóvenes de las iglesias de la Gracia y la Esperanza “buscan liderazgo, claridad y sentido”, afirmó Bracken Arnhart, pastor de la Iglesia de la Esperanza.

Churchgoers talk after a worship service at Hope Church, where leaders have noticed that young men outnumber young women in their pews, in Robinson, Texas, Sept. 8, 2024. At Grace Church and nearby Hope Church, the Generation Z gender divide can be seen in the pews in what has the potential to reshape both politics and family life. (Meridith Kohut/The New York Times)
(Meridith Kohut/The New York Times)

Kitron Ferrier es estudiante de último año de la Universidad Baylor en Waco, de donde procede una parte considerable de los jóvenes que acuden a la Iglesia de la Gracia. Baylor, una universidad cristiana con raíces bautistas, es el tipo de lugar donde el periódico universitario publica un artículo para los estudiantes recién llegados titulado “Búsqueda de iglesia: Guía de principiantes para encontrar un hogar espiritual en Waco”.

Ferrier, de 21 años, asiste a dos servicios, casi todos los domingos. En la mañana, acude a una iglesia grande en Waco, a la que suelen ir los estudiantes. En la tarde, suele ir a la Iglesia de la Esperanza.

Ferrier creció en el seno de una familia cristiana numerosa y su propia fe se ha fortalecido últimamente. En un viaje de la iglesia este año, se encontró con un influencer que sigue en Instagram y que durante varios años ha cargado una gran cruz de madera por todo el país. Ferrier tuvo la oportunidad de cargar la cruz él mismo durante un tiempo, lo que, según él, fue una experiencia muy fuerte.

Seguir a Jesús es difícil, comentó Ferrier. “Hay que negarse a uno mismo y negar los deseos de la carne”, aseguró. Agradece la existencia de una iglesia como la de la Esperanza, donde los líderes son honestos acerca de la intensidad del sacrificio personal que él ve como un requisito para la fe cristiana.

“Los jóvenes se sienten atraídos por verdades más duras”, explicó Ferrier. En ocasiones, agregó, quiere escuchar mensajes que tengan un poco de la “ira de Dios”.

Churchgoers at a Sunday service at Grace Church, where leaders have noticed that young men outnumber young women in their pews, in Waco, Texas, Sept. 8, 2024. At Grace Church and nearby Hope Church, the Generation Z gender divide can be seen in the pews in what has the potential to reshape both politics and family life. (Meridith Kohut/The New York Times)
(Meridith Kohut/The New York Times)

La Convención Bautista del Sur, la mayor confesión protestante del país a la que pertenece la Iglesia de la Gracia, sigue debatiendo encarnizadamente el lugar de la mujer en el liderazgo y la vida familiar. La declaración de fe de la denominación dice que solo los hombres pueden servir como pastores y que una esposa debe “someterse con gracia” a su marido. En su reunión anual de este verano, los delegados votaron a favor de condenar el uso de la fecundación in vitro.

En otras instituciones cristianas, las discusiones sobre el papel de la mujer llevan décadas causando estragos. Algunas iglesias han reprimido en los últimos años prácticas como que las mujeres hablen desde el púlpito. Está resurgiendo la teología del complementarismo, que afirma que los hombres y las mujeres tienen funciones separadas en el matrimonio y el liderazgo eclesiástico. Y muchas de esas mismas iglesias están empezando a hablar más abiertamente de sus convicciones políticas conservadoras.

Al parecer, las jóvenes están dejando atrás los debates y las iglesias.

Alrededor de dos terceras partes de las mujeres de 18 a 29 años afirman que “la mayoría de las iglesias y congregaciones religiosas” no tratan por igual a hombres y mujeres, según el Survey Center on American Life.

Baylor University, a Christian school with Baptist roots, where the school newspaper runs a feature for new students headlined “Church Shopping: A Beginner’s Guide to Finding a Spiritual Home in Waco,” in Waco, Texas, Sept. 15, 2024. At Grace Church and nearby Hope Church, the Generation Z gender divide can be seen in the pews in what has the potential to reshape both politics and family life. (Meridith Kohut/The New York Times)
Baylor University, una escuela cristiana con raíces bautistas, donde el periódico escolar publica un artículo para nuevos estudiantes titulado "Buscando una iglesia: una guía para principiantes para encontrar un hogar espiritual en Waco", en Waco, Texas, (Meridith Kohut/The New York Times)

Becca Clark, estudiante de posgrado en trabajo social en Baylor, creció en un hogar bautista del sur y disfrutaba asistiendo a la iglesia con sus padres. Pero, en la escuela secundaria, se puso más en sintonía con las cuestiones relacionadas con el género y la sexualidad. Se graduó en 2020 y pasó aquel verano pandémico casi siempre encerrada, observando las consecuencias del asesinato de George Floyd a manos de un agente de policía.

A medida que la afiliación política de Clark se inclinó hacia la izquierda, comenzó a sentirse menos cómoda con el tipo de iglesias en las que creció, donde se permitían los chistes sobre las personas homosexuales y el racismo.

Clark, de 22 años, es heterosexual, pero casi tres de cada diez mujeres de la generación Z dicen pertenecer a la comunidad LGBTQ+.

“No puedo ir a un lugar de culto y saber que la persona que está a mi lado piensa que las personas homosexuales van a arder en el infierno”, dijo Clark. “Sigo creyendo en Dios y en Jesús y todo lo demás, pero me resulta difícil llamarme cristiana”.

Phil Barnes, left, a pastor at Hope Church, lays hands on young men and prays over them at a service, in Robinson, Texas, Sept. 8, 2024. At Grace Church and nearby Hope Church, the Generation Z gender divide can be seen in the pews in what has the potential to reshape both politics and family life. (Meridith Kohut/The New York Times)
(Meridith Kohut/The New York Times)

En las encuestas, abundan las mujeres como Clark. Sus puntajes siguen siendo más altos que los de los hombres en medidas como la espiritualidad y el apego a Dios, lo cual sugiere que no necesariamente están abandonando sus creencias internas, señaló Sarah Schnitker, profesora de psicología y neurociencia de Baylor quien codirige el estudio longitudinal Desarrollo del Carácter en Comunidades Universitarias.

Pero, agregó: “están abandonando la práctica tradicional de la fe”.

Los hombres jóvenes registran ahora un mayor apego a las creencias cristianas básicas, en asistencia a la iglesia y en frecuencia de lectura de la Biblia, según un análisis de Schnitker para el Times.

En ocasiones, Clark asiste a una iglesia bautista más progresista. Pero se está dando cuenta de que ir a la iglesia ya no es prioridad para ella. Está ocupada y sus amigos hacen otras cosas.

c.2024 The New York Times Company

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