‘No cuenta como crimen de guerra si te divertiste’: Dentro de la mente de algunos militares rusos

Grafiti dejado por militares rusos que ocuparon la ciudad en los muros de un bar en el poblado de Velyka Komyshuvakha, Ucrania, el 10 de junio de 2023. (Gaelle Girbes/The New York Times)
Grafiti dejado por militares rusos que ocuparon la ciudad en los muros de un bar en el poblado de Velyka Komyshuvakha, Ucrania, el 10 de junio de 2023. (Gaelle Girbes/The New York Times)

VELYKA KOMYSHUVAKHA, Ucrania — Barrer las raciones rusas desechadas, vidrios hechos trizas y muebles rotos fue una labor agotadora. En los cuatro meses y medio que las fuerzas rusas ocuparon una población en el este de Ucrania, las tropas usaron el bar de la localidad como un puesto de avanzada pequeño y, en el ínterin, eliminaron del local todo lo que no era necesario.

La destrucción física del lugar donde los residentes de Velyka Komyshuvakha iban a beber solo fue parte de lo que los rusos dejaron a su paso.

En el cuarto trasero del bar, se podía ver un plano retorcido de cómo funciona la mente de algunos de los militares que componen la columna vertebral del Ejército ruso. Los militares convirtieron cada muro en un pizarrón de frases, rimas y palabras malsonantes.

Una frase decía: “No cuenta como crimen de guerra si te divertiste”, con una carita sonriente dibujada debajo de ella. Ademas, en una rima en el mismo muro, se leía: “Con una sonrisa feliz, prenderé fuego a poblados extranjeros”.

La práctica de mancillar posiciones militares y viviendas ocupadas con grafitis no es poco común. Durante dos décadas de las turbias guerras de contrainsurgencia de Estados Unidos en Irak y Afganistán, los baños portátiles esparcidos por todas las bases fueron un punto central de las reflexiones de los tiempos de guerra. Muchos garabatos trataban de genitales, unidades militares específicas, oficiales malos y el deseo de volver a casa.

Gran parte de lo escrito en el bar en Velyka Komyshuvakha tenía un tono muy diferente. Los garabatos apenas legibles se enfocaban en deshumanizar a los ucranianos, un sombrío comportamiento básico de la estrategia de guerra, y reforzar la idea de que el Kremlin desea acabar con Ucrania y su cultura como parte de la invasión.

Svitlana Mazurenko, una de los pocos residentes que quedan, frente a su casa destruida en el poblado de Velyka Komyshuvakha, Ucrania, el 10 de junio de 2023. (Gaelle Girbes/The New York Times)
Svitlana Mazurenko, una de los pocos residentes que quedan, frente a su casa destruida en el poblado de Velyka Komyshuvakha, Ucrania, el 10 de junio de 2023. (Gaelle Girbes/The New York Times)

En el muro, se leía la siguiente frase: “Detrás de nosotros, la casa está ardiendo (bueno, déjala arder), una más, una menos”.

Svitlana Mazurenko, una de alrededor de 70 residentes de Velyka Komyshuvakha, donde alguna vez vivieron cerca de 500 habitantes antes de que muchos huyeran, comentó: “Fue horrible”. Leyó los escritos en septiembre, días después de que los rusos se retiraron y vio el texto de nuevo el mes pasado, mientras ayudaba a limpiar el bar, conocido entre los locales como El Bar.

Los militares que convirtieron el cuarto trasero en una especie de pizarrón cruel pertenecían a la Segunda División de Guardias Fusileros Motorizados, dato dado a conocer por su propia mano, ya que pintaron con aerosol el apodo de la unidad, la división Taman, en repetidas ocasiones por todo el bar.

Quizá también hayan estado en el lugar otras unidades rusas o separatistas, dadas las tasas de rotación en el campo de batalla. Sin embargo, las quejas escritas en los muros sobre no ser retirados indican que un destacamento estuvo emplazado en el bar durante un periodo continuo.

La segunda división de guardias es una unidad famosa en el Ejército ruso y sufrió la derrota alrededor de Kiev, la capital, por tropas ucranianas poco después de iniciada la invasión en febrero de 2022. Perdió de nuevo cerca de Velyka Komyshuvakha y la región de Járkov conforme las formaciones ucranianas arrasaban en septiembre. Ahora, afirman analistas militares, la división está en el este, cerca del pueblo de Kreminná, preparándose para un movimiento potencial como parte de la largamente esperada contraofensiva ucraniana.

Poco se sabe sobre los militares que tenían el control del bar, el cual renombraron Bar 100 con pintura negra en aerosol, quizá una alusión al código ruso para municiones. También se pintaron en el exterior una calavera y huesos cruzados con la frase “HAZ LA GUERRA Y NO LA PAZ” en inglés.

Lo escrito en el interior indica que estas tropas no eran militares rusos desmoralizados bajo la impresión de que estaban ahí para “liberar” al pueblo, un término usado con frecuencia en los primeros días de la guerra. Estos elementos, al menos los que escibieron en el muro, parecían estar ahí para conquistar.

Un comentario en el muro decía: “Necesitamos el mundo; de preferencia, todo”. En otro, se leía: “¡Victoria o muerte!”.

Durante la ocupación, Mazurenko, de 56 años, relató que alrededor de cuatro personas se quedaron en Velyka Komyshuvakha, que se ubica a poco más de 100 kilómetros al sureste de Járkov y está dividida por un riachuelo. La electricidad apenas acaba de regresar a algunas partes de la población.

En el bar, las bromas también encontraron un lugar en los muros. Sin embargo, la mayor parte de los escritos se centraron en las ejecuciones y la destrucción, con un lenguaje que también deshumanizaba.

Un militar escribió: “Dios ayudará y nosotros ayudaremos a los ukrops [los integrantes de la Asociación Ucraniana de Patriotas] a llegar ante Él”, para lo que usaron un insulto (que, literal, significa “eneldo” en ruso) para describir a los ucranianos. En otra línea, se leía: “Poden a los ukrops”.

La guerra pone a prueba a todos los que participan en la violencia. Algunos ucranianos se refieren de manera despectiva a los rusos como “orcos” y se ha documentado que las tropas ucranianas mataron a prisioneros rusos en algunos casos. La comunidad internacional ha acusado a las tropas rusas de cometer numerosas atrocidades, incluyendo crímenes de guerra y otros actos brutales e inhumanos, en especial contra civiles.

El año pasado, la Oficina Estatal de Investigaciones de Ucrania acusó a dos militares rusos de la segunda división de guardias, la misma unidad establecida en el bar, de disparar su tanque contra un hospital en funcionamiento en la ciudad noreste de Trostianets durante los primeros meses de la guerra.

En una línea en el muro, se leía: “Para todas las preguntas sobre Ucrania, hay dos respuestas: 1) No sucedió. 2) Se lo merecían. Ambas son correctas”.

Con base en lo escrito, la compañía o el pelotón de los militares rusos se identificaba como “Wind 12”. También se burlaban unos de los otros, como lo hacen los militares, de que les hacía falta “helado y vodka” y parecían odiar o solo tolerar sus raciones rusas de tocino. Es posible que los elementos castrenses también llevaran municiones más antiguas que la mayoría de ellos.

Los casquillos percutidos de 7,62 milímetros desechados alrededor del bar se estamparon en 1988 y 1989 en la Planta de Municiones Especializadas de Klimovsk y en la planta de cartuchos de Novosibirsk en Rusia.

Los integrantes de Wind 12 también querían regresar a casa desesperadamente.

Un militar garabateó: “El invierno está cerca, pero la retirada, no”. Otro, en un grafiti poco común, exhortó a sus colegas a que dejaran de robar a los civiles, una práctica común en todos los frentes de guerra. Escribió: “Deja de [insulto] robar todo en tu camino”.

Mazurenko relató que los rusos vivieron en la mayoría de las casas cercanas y las robaron, para luego dejarlas destruidas. Sin embargo, no pudieron robarle la suya: fue destruida por la artillería antes de que los rusos ingresaran al poblado.

c.2023 The New York Times Company