La imagen que le salió al dar una orden a la inteligencia artificial crea un gran dilema

Tengo 99 problemas con la inteligencia artificial, pero la propiedad intelectual no es uno de ellos.

A últimas fechas, las dudas sobre cómo deben considerarse los contenidos generados por sistemas de inteligencia artificial en la ley sobre propiedad intelectual han consumido a las industrias de los medios de comunicación y el entretenimiento. La semana pasada, un juez federal falló en contra de un intento por proteger los derechos de autor del arte producido por una máquina. En julio, otro juez federal sugirió en una audiencia que lo más probable era que desestimara una demanda por infracción de derechos de autor que presentaron unos artistas en contra de varios generadores de arte por medio de inteligencia artificial.

La forma en la que la inteligencia artificial podría alterar la economía de las industrias del cine y de la televisión se ha convertido en uno de los temas principales de la huelga de guionistas y actores de Hollywood. Y las principales empresas de noticias —entre ellas The New York Times— están sopesando medidas para proteger la propiedad intelectual que fluye de su periodismo.

 (Vía The New York Times).
(Vía The New York Times).

Ante todas las posibles acciones contra la inteligencia artificial y sus creadores, yo sugeriría cautela. He pensado mucho en torno a si los músicos, pintores, fotógrafos, escritores, cineastas y otros productores de obras creativas —incluido, en los días buenos, yo mismo— deberían temer que las máquinas perjudiquen su sustento. Después de una investigación exhaustiva y consultas a expertos, he llegado a una posición calculada y matizada a detalle: meh.

Las controversias relacionadas con la inteligencia artificial van a poner en la universidad a muchos hijos de abogados especializados en derechos de autor. Sin embargo, mientras más utilizo ChatGPT, Midjourney y otras herramientas de inteligencia artificial, más sospecho que muchas de las dudas en torno a la propiedad intelectual que generan a final de cuentas demostrarán ser menos importantes de lo que a veces suponemos. Esto se debe a que las computadoras por sí solas todavía no pueden y tal vez nunca puedan producir un trabajo creativo y en verdad innovador.

De hecho, apostaría a que los artistas y las industrias creativas terminarán por encontrar que la inteligencia artificial es más una ventaja que un competidor. En una evaluación reciente de la comedia producida por inteligencia artificial, Jason Zinoman, crítico de comedia del Times, sugirió que los comediantes de inteligencia artificial con el tiempo podrían mejorar la comedia humana: “La competencia de programas de computadora cada vez más inteligentes obligará a los artistas no solo a confiar más en la intuición que en la imitación, sino también a pensar más en lo que sin duda los hace humanos… a ellos y a su trabajo”.

Creo que tiene razón, no solo en lo relacionado con la comedia, sino también con muchos otros campos creativos. ¿A qué se debe mi postura positiva? La historia nos ofrece una pista: las tecnologías que han facilitado la producción artística rara vez han terminado por sofocar la creatividad humana. Los sintetizadores electrónicos no eliminaron la necesidad de personas que toquen instrumentos musicales. El autotune no dejó obsoleto el canto afinado. La fotografía no mató la pintura y su digitalización no eliminó la necesidad de fotógrafos profesionales.

Batallas legales

Esto no quiere decir que no vaya a haber muchas disputas legales. Para Mark Lemley, profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Stanford, quien enseña y litiga sobre asuntos de propiedad intelectual, una serie de batallas legales sobre el papel de la inteligencia artificial en los medios marcará los próximos cinco a diez años. “La cantidad de conflictos aumentará y se complicará”, afirmó.

Lemley es uno de los abogados que representan a la empresa de inteligencia artificial Stability AI en una demanda por infracción de derechos de autor que presentaron unos artistas. En el centro de esa demanda está el conflicto de cómo se entrenan los sistemas de inteligencia artificial. La mayoría adquiere su inteligencia analizando enormes cantidades de contenido digital, incluidas muchas obras protegidas por derechos de autor. Lo cual produce el cuestionamiento: ¿debería compensarse a los artistas por sus contribuciones? Y, si es así, ¿cómo?

Cuatro imágenes creaciones de Midjourney cuando el columnista de The New York Times Farhad Manjoo le ordenó al generador de arte que le mostrara “un ente verde que ha entrenado a jedis durante 800 años”. (Vía The New York Times).
Cuatro imágenes creaciones de Midjourney cuando el columnista de The New York Times Farhad Manjoo le ordenó al generador de arte que le mostrara “un ente verde que ha entrenado a jedis durante 800 años”. (Vía The New York Times).

Para mí, la respuesta es “no”. Cuando se entrena a una máquina para que entienda el lenguaje y la cultura leyendo con atención un montón de material en línea, está actuando —al menos en términos filosóficos— igual que un ser humano que obtiene su inspiración de un trabajo existente. No me importa que los lectores humanos se informen o se inspiren leyendo mi trabajo —¡por eso lo hago!—, así que, ¿por qué iba a preocuparme de que lo hagan las computadoras?

Por supuesto, una razón por la que podría importarme es si la máquina utiliza lo que aprende de la lectura de mi trabajo para producir un trabajo que pudiera sustituir al mío. No obstante, a riesgo de parecer soberbio, no creo que eso sea probable en un futuro próximo. Para mí, la humanidad misma de un creador humano parece el mejor as bajo la manga frente a las máquinas. ¿A quién le importa la opinión de una computadora sobre lo que sea?

Otra pregunta es cómo deberíamos pensar en las posibles infracciones a causa de contenidos que produzcan las máquinas. La ley actual sobre derechos de autor está diseñada para proteger obras creativas específicas, no un estilo creativo general. Sin embargo, si la inteligencia artificial puede copiar a un artista tan bien como para duplicar su obra, ¿podría considerarse una infracción? En un artículo reciente, Lemley y sus coautores sugirieron la siguiente hipótesis: alguien monta un sitio web que crea “una historia autogenerada sobre Yoda" cada vez que un usuario lo visita. Lemley y sus colegas argumentan que, si el sitio les cobra a los usuarios por el contenido, podría infringir los derechos de autor de Disney, aunque no haya sido un ser humano quien haya creado las palabras ni las imágenes de Yoda.

Es probable que esos escenarios no sean hipotéticos mucho tiempo; los generadores de inteligencia artificial son muy buenos para crear copias casi exactas de muchos personajes conocidos. Cuando le pedí a Midjourney que me mostrara “un ente verde que ha entrenado a jedis durante 800 años”, su resultado fue bastante preciso.

Lo cual genera un conflicto relacionado: ¿las leyes de derechos de autor pueden proteger las indicaciones que le damos a la inteligencia artificial? Ya existen “mercados de indicaciones” en los que la gente vende los conjuros particulares que le dieron de comer a la inteligencia artificial para producir ciertas obras. ¿Es posible?

Sin duda estas preguntas son importantes, pero no es difícil pensar en respuestas razonables. Es probable que no se le deba permitir a la inteligencia artificial crear copias directas de obras existentes, pero parece sensato darle la misma libertad que los humanos gozan para remezclar arte.

Yo no permitiría que los derechos de autor protegieran las indicaciones más comunes —no se puede alegar creatividad al pedirle a una inteligencia artificial que dibuje un gato—, pero las indicaciones con cierto nivel de inspiración humana deberían considerarse obras protegibles. Después de todo, cuando le pido a Midjourney que haga “un gato fotografiado en un campo de batalla de la Guerra de Secesión que fuma una pipa”, estoy comprometiendo al menos cierto grado de trabajo creativo. Mi cerebro humano conjuró el gato de la Guerra de Secesión que fuma una pipa. No obstante, ¿bastan estas simples cadenas de palabras clave —poco más de lo que introduciría en un motor de búsqueda— para ser consideradas creaciones que protejan los derechos de autor? En este momento, en realidad no lo sabemos.

c.2023 The New York Times Company

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