Coronavirus en la Argentina: Pedían 1000 voluntarios para ensayar una vacuna y se inscribieron 11.000

Es un estudio en el que participan voluntarios de diferentes países de Europa y América Latina y que abarca a 36.500 personas mayores de 18 años
Patrick Hipp

El veloz aumento de los contagios (que hoy llevó a la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, a definir el escenario como “crítico”), la escasez de vacunas y la desesperación por inmunizarse contra el nuevo coronavirus y los riesgos asociados de sus variantes, que causaron brotes difíciles de controlar en todas partes del mundo, pueden llevar a situaciones inéditas: en un centro que necesitaba convocar a 1000 voluntarios para ensayar en el país una nueva vacuna del laboratorio alemán CureVac, en asociación con Bayer, se presentaron ¡11.000!

“Es algo completamente anómalo –cuenta Diego Bashkansky, subinvestigador del estudio en la Fundación Cenit, el único centro de CABA que participó–. En general, hay que buscarlos mucho, consultar con colegas… nunca pasó algo así. Creo que en el estudio de Pfizer [que fue el año pasado], al no haberse producido en un escenario de falta global de vacunas más segunda ola, no había tanta desesperación. A eso, hay que sumarle la desinformación: hubo voluntarios que fueron convocados a vacunarse por el Ministerio de Salud y prefirieron continuar en el estudio a riesgo de haber recibido el placebo”.

El estudio Herald es un ensayo clínico de Fase 2b/3, aleatorizado [al azar], ciego para el observador, controlado con placebo [sustancia inactiva], que evalúa la eficacia y seguridad de la vacuna CvnCoV. Se trata de una plataforma de ARN mensajero, como las de Pfizer y Moderna; es decir, que emplea ácido ribonucleico del virus para estimular la respuesta inmune.

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Es un estudio multicéntrico en el que participan voluntarios de diferentes países de Europa y América Latina y que abarca a 36.500 personas mayores de 18 años (incluyendo a mayores de 61).

“No es habitual en nuestro país la participación en estudios de gran reclutamiento y en tan corto tiempo, por lo que esta experiencia es un desafío para todos los que nos vemos involucrados –cuenta Bashkansky–. Lo interesante de este, a diferencia de otros, es que permite la ‘apertura de ciego’: si un voluntario es convocado para recibir la vacuna provista por el Ministerio de Salud puede saber si recibió la sustancia activa o el placebo. Si recibió el último, puede proceder a vacunarse”.

Frustración

Esta avidez por ser incluidos en el ensayo hizo que muchos esperaran la convocatoria con ansiedad y se sintiera frustrados si no ocurría. “Me presenté porque justo había ido a ver al doctor Bashkansky, que es mi médico y me lo propuso –cuenta el reconocido periodista y conductor televisivo Juan Miceli, uno de los que participa–. A las ocho horas más o menos de recibirla, empecé con un leve estado gripal, tuve un poquito de fiebre, 37,5º, me tomé un antifebril y me bajó. Al otro día tuve unas líneas que también bajaron con otro antifebril. Fuera de eso, me siento perfecto, estoy esperando la segunda dosis. Creo que es una forma de colaborar por el bien de todos”.

Para los médicos e investigadores, lo que vivieron en los últimos días fue una experiencia que calificarían como “agridulce”. “Tuvimos que lidiar con un nivel de frustración muy alto de los que no pudieron participar del estudio –cuenta Bashkansky–. Al ser de reclutamiento competitivo, se cerró al llegar al número de voluntarios predefinido en el mundo, independientemente del cupo que cada centro hubiera tenido asignado. Desde el punto de vista científico permite obtener el resultado esperado, pero desde el costado humano hizo que muchas personas quedaran desilusionadas”.

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Según el especialista, en 30 años de práctica de la medicina es la primera vez que ve que entre los voluntarios se alegraban por tener fiebre, un signo de que habían recibido la vacuna y no el placebo.

“En un contexto mundial en el que las vacunas no alcanzan para cubrir las necesidades, la oportunidad de participar en un ensayo de este tipo es un privilegio y un orgullo para cualquier médico –explica–. Para poder lograr que la mayor cantidad de voluntarios puedan participar, trabajamos feriados y fines de semana desde las ocho de la mañana hasta las 10 de la noche. Pero aún con este esfuerzo y la satisfacción científica que nos da trabajar día a día por encontrar soluciones, es muy difícil para los que fuimos formados para curar, aliviar, o solo acompañar cuando no hay otra alternativa, no sentir un gran desasosiego e impotencia por el sufrimiento que nos provoca esta pandemia”.