El corazón judío de Ucrania sigue latiendo pese a la guerra

Dnipró (Ucrania), 23 jun (EFE).- Ni el Holocausto ni la persecución soviética consiguieron acabar con el judaísmo en Ucrania, que tampoco desaparecerá por la última invasión militar rusa gracias a comunidades como la de Dnipró, que mantiene una vibrante vida judía superior a la de muchos centros hebreos de Europa o América.

Situada a orillas del río que hoy le da nombre, Dnipró tiene una larga tradición hebrea y es a día de hoy la capital indiscutible de la Ucrania judía, gracias a una improbable historia de éxito que encarna como pocos el director de la comunidad local, Zélig Brez.

Este economista de profesión estima en unos 25.000 los judíos que siguen viviendo en la ciudad tras más de dos años de guerra, después de que entre 10.000 y 15.0000 emigraran a Israel o hacia Occidente.

"La vida y las infraestructuras judías no se han detenido ni siquiera un día aun en medio de los cortes de luz e internet o del suministro de agua", explica a EFE Brez, que pasa revista con orgullo a los retos y los logros que les han permitido ofrecer sin interrupción servicios religiosos, educación judía y comida kosher pese a las crisis sucesivas de suministros.

Independencia energética

Una de las claves para conseguirlo ha sido la adquisición, con ayuda de donaciones, de generadores eléctricos y de tecnología satelital Starlink.

"Todos los edificios de la comunidad, desde la guardería a los centros para mayores pasando por las clínicas o el Centro Menora, son independientes desde el punto de vista energético", dice a EFE Alina Teplitskaya, directora de la Federación de Comunidades Judías de Ucrania, que tiene su sede en Dnipró.

Además de dar ayuda médica y humanitaria a los judíos de Dnipró, la comunidad ha atendido a multitud de desplazados de zonas más cercanas al frente que hacían escala en la ciudad para buscar después refugio más al oeste. Algunos se han establecido en Dnipró y compensan el éxodo de judíos nativos.

Necesidades específicamente judías, como la de contar con un mohel que haga las circuncisiones y un shojet para matanzas de animales que se ajusten a la ley judía, se cubren de momento con el retorno periódico a Dnipró de quienes se encargaban anteriormente de estos rituales, que emigraron de Ucrania por la guerra.

El rabino Kaminetski

Dnipró empezó a recuperar su antigua efervescencia judía a principios de la década de 1990, cuando la desintegración de la Unión Soviética desembocó en la independencia de una Ucrania corrupta y caótica pero abierta a los extranjeros y respetuosa con la libertad religiosa.

Uno de los primeros extranjeros en llegar fue el hoy rabino en jefe de Dnipró Shmuel Kaminetski, uno de los emisarios que el líder del movimiento jasídico Jabad, Menájem Mendel Schneerson, envió a Ucrania y al resto de la Unión Soviética con la misión de revivir la vida judía que había hecho desaparecer el comunismo.

Más de tres décadas después, Kaminetski es el líder espiritual de una comunidad con miles de integrantes activos y centenares de judíos que practican la religión a diario.

Uno de ellos es Brez, que creció entre humillaciones antisemitas sin saber nada de la religión de sus ancestros y asistió por primera vez a una cena de Shabat en casa del recién llegado Kaminetski.

"Me puse a llorar porque sentí que era la herencia de mis bisabuelos que la Unión Soviética me había quitado", explica el actual director de la comunidad de Dnipró, que fue apartándose progresivamente de su ateísmo y ha abrazado por completo el judaísmo.

La joya de la corona

La comunidad judía cuenta también en Dnipró con un centro de convenciones, una universidad, baños rituales, una escuela en la se forma a nuevos sofrim (escribas, en hebreo) y se escriben Torás a mano e incluso una fábrica de Matzá (pan sin levadura judío) artesanal que emplea a más de 70 personas y exporta pese a la guerra a numerosos países.

Tanto la escuela-taller como la sinagoga están situadas en el Centro Menora, un edificio de siete torres asimétricas de hasta 20 pisos y 77 metros de altura construido en 2012 con donaciones privadas que por su estilo arquitectónico podría estar en Manhattan.

El centro alberga una galería comercial, oficinas, un museo del Holocausto y una unidad del Jewish Medical Center, la cadena de clínicas privadas que ofrece tratamiento de la máxima calidad a precio de mercado para financiar los servicios que presta gratis a pacientes vulnerables.

La continuidad de la vida judía en Dnipró durante la guerra ha ayudado en los momentos más dramáticos a calmar al resto de la población. "La gente sabe que los judíos nacen con el instinto del peligro; la presencia de la comunidad y, sobre todo, del rabino han ayudado a reducir el nivel de ansiedad de la gente", señala Brez.

Marcel Gascón

(c) Agencia EFE