Copa de la Liga: Huracán sigue buscando técnico e Insua no consigue que San Lorenzo vuelva a ser el que fue
De haber sido una película, la sala habría quedado semi desierta mucho antes del final. Es la manera que el espectador tiene de reaccionar ante un bodrio, un argumento soporífero, sin acción ni emoción. Pero en un partido de fútbol, y más en un clásico, están involucrados los sentimientos y la pasión. Solo por este compromiso, los miles de hinchas de Huracán resistieron hasta el final en un encuentro que no entregó nada. Ni goles ni momentos destacados. Tampoco ilusiones para que todos, incluidos los simpatizantes de San Lorenzo que lo siguieron por televisión, se ilusionen con el futuro de sus equipos en la Copa de la Liga. Ambos están fuera de las posiciones clasificatorias y no dan indicios de que puedan transformarse en animadores de la competencia.
Huracán llegaba con la mochila de las cuatro derrotas en los últimas cinco fechas; un peso que terminó por aplastar a Facundo Sava. Todavía no tiene sucesor confirmado. No prosperaron las charlas con Ariel Holan y el regreso de Frank Kudelka o la apuesta por Gustavo Munúa -ex Unión- aparecen en el menú de las opciones. Mientras tanto, este sábado dirigió Gastón Coyette, coordinador de las divisiones inferiores: “Soy un empleado del club y estoy a disposición. Soy feliz acá y agradezco la posibilidad de trabajar. Quiero mucho a Huracán”.
San Lorenzo venía de regalarse una alegría frente a Tigre, pero regresó a las sombras. No encuentra respuestas satisfactorias en la mayoría de los soldados que Rubén Darío Insua dirige hace rato y los refuerzos no terminan de hacerse un lugar. El entrenador dijo hace unas semanas que éste es un equipo nuevo, que hay que olvidarse de los dos años anteriores. Tan cierto como que no le encuentra la vuelta. Es todo muy difuso e incierto en el Ciclón. Y este año tiene Copa Libertadores.
Encontrar una jugada con cuatro pases seguidos en el primer tiempo equivalía a una búsqueda infructuosa. Para colmo, la escasez de juego asociado y fluido no fue sustituida por movimientos directos, veloces o relampagueantes, algún destello en medio de tanto tedio. El fútbol quedaba en un segundo plano, muy relegado. Algo que se anunció desde el primer minuto, con un roce entre Bareiro e Ibáñez, que derivó en un tumulto general. La trama del partido iba a ir por ese lado: lucha, fricción, combate, imprecisiones. Un duelo que pasaba más por el músculo y los pulmones que por la calidad técnica y la inspiración.
El resumen de Huracán 0 - San Lorenzo 0
Huracán tomó el timón porque el doble pivote de rival, Irala y Perruzzi, estaba más pendiente de retroceder para acoplarse a los tres zagueros que por ser salida e y generar juego. San Lorenzo, como lo indica su libreto, intentó ganar metros con sus dos carrileros, Giay y Braida.
Con más voluntad que claridad, Huracán llegaba al área del Ciclón. Centros cruzados, algunos remates de media distancia que rebotaban en los zagueros visitantes. Todo muy confuso y forzado. Bareiro y Herazo quedaban aislados, no les llegaba la pelota. De la habilidad de Barrios para gambetear recién hubo noticias a los 24 minutos, cuando se sacó dos marcadores de encima y en la entrada al área remató por arriba del travesaño. Todo un dato: fue el primer disparo al arco del Ciclón.
En este contexto tan gris y opaco, el gol solo estuvo cerca de ser en contra: un cierre oportuno de Gastón Hernández casi sobre la línea rechazó el cabezazo hacia atrás de su compañero Malcom Braida.
Insua no paraba de gritar en la zona técnica para corregir a su equipo. En el vestuario volvió a tener la voz cantante para hacer dos cambios: ingresaron Leguizamón, por un Herazo mucho más apagado que en los dos partidos anteriores, y Campi por Giay.
La mejoría de San Lorenzo pasó sustancialmente por la mayor actividad del “Perrito” Barrios. Entró más en contacto con la pelota y el resto lo acompañó en campo contrario. El Ciclón parecía despertar, se mostraba más ambicioso. La impresión fue pasajera porque no era profundo, se diluía en las inmediaciones del área local.
En Huracán, la apuesta ofensiva pasaba mayormente por Pussetto, generoso en el despliegue y agresivo con la pelota en los pies. Campi no tardó en ser amonestado por cometerle una infracción.
El encuentro nunca terminaba de despegar, una y otra vez caía en un pozo y la intrascendencia. Juego tosco, entrecortado. Bareiro, autor de 18 de los últimos 28 goles de San Lorenzo, dejó al lado lo futbolístico para darle continuidad a las provocaciones verbales que había empezado en la semana, cuando le restó entidad a Huracán como rival clásico. Ya en la cancha, las discusiones con los rivales fueron moneda corriente. Lo extra futbolístico tuvo su pico cuando levantó una pierna para alcanzar una pelota; a su espalda estaba Echeverría, que recibió el impacto del botín en la frente, sufrió un corte y sangró profusamente. Otra vez los ánimos caldeados, protestas. El árbitro Nazareno Arasa consideró que fue una jugada accidental, sin mala intención, y ni siquiera amonestó a Bareiro, que ya tenía una tarjeta amarilla.
El partido se fue por el mismo cono de sombras por el que había entrado. Ni siquiera hubo autocrítica: Bareiro e Insua se quejaron del estado del campo. “La pelota picaba mal, por eso los dos jugábamos pelotas largas”, dijo el delantero paraguayo. En realidad, a los dos los paralizó el temor a perder. Arriesgaron poco y mal. Tampoco les sobra recursos para salir de la mediocridad por la que atraviesan. Fue un clásico desechable, vacío de fútbol, más de género cinematográfico: una de terror.