Las controversias en torno a una fuga de laboratorio hace cimbrar la investigación sobre virología

Troy Sutton, virólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania, afirma que los funcionarios de salud mencionaron la controversia pública por la teoría de la fuga de un laboratorio cuando le recomendaron proponer experimentos distintos. (Haiyun Jiang/The New York Times)
Troy Sutton, virólogo de la Universidad Estatal de Pensilvania, afirma que los funcionarios de salud mencionaron la controversia pública por la teoría de la fuga de un laboratorio cuando le recomendaron proponer experimentos distintos. (Haiyun Jiang/The New York Times)

Cuestionamientos sobre la posibilidad de que la COVID-19 se haya filtrado de un laboratorio chino han hecho estremecer las investigaciones estadounidenses sobre virus; se ha suspendido la financiación para científicos que recopilan o alteran patógenos peligrosos y se ha intensificado un debate en torno a esas prácticas.

Esta desaceleración ha transformado uno de los campos de las ciencias médicas bajo mayor tensión. Mientras que algunos creen que estos experimentos podrían evitar la siguiente pandemia, a otros les preocupa que sea más probable que la inicien.

En la Universidad Estatal de Pensilvania, una propuesta para infectar hurones con un virus de la gripe aviar mutante que superó la revisión de bioseguridad más estricta del gobierno federal luego fue rechazada por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por su sigla en inglés). Troy Sutton, científico responsable de estos estudios, comentó que los funcionarios de salud hicieron alusión a la controversia pública sobre la teoría de la fuga del laboratorio cuando le recomendaron realizar otros experimentos.

En Washington, funcionarios de desarrollo internacional cancelaron este verano un programa de 125 millones de dólares para recopilar virus animales en varios continentes después de que dos senadores republicanos de cierta jerarquía exigieron que se le pusiera fin al proyecto.

Y en el resto de Estados Unidos, alrededor de 20 expertos en virus, algunos de los cuales hablaron de manera anónima por temor a poner en peligro sus posibilidades de financiación o sus oportunidades profesionales a futuro, describieron una retirada generalizada en la profesión de los experimentos delicados. Algunos dijeron que habían dejado de proponer ese tipo de trabajo porque los planes de investigación languidecen en prolongadas y confusas revisiones del gobierno. Un experto en virus indicó que los administradores de su universidad le habían pedido borrar su nombre de un estudio realizado con colegas de China.

Algunos de los experimentos afectados se clasifican como investigación de ganancia de función, en que los científicos alteran genéticamente un virus para ver si el cambio hace al patógeno más mortífero o contagioso.

“Esa pandemia va a llegar, así que necesitamos hacer todo lo posible para tomar la delantera”, señala Troy Sutton. (Haiyun Jiang/The New York Times) (Haiyun Jiang/The New York Times)
“Esa pandemia va a llegar, así que necesitamos hacer todo lo posible para tomar la delantera”, señala Troy Sutton. (Haiyun Jiang/The New York Times) (Haiyun Jiang/The New York Times)

Los defensores de este tipo de trabajo consideran que no hay una mejor manera de determinar qué mutaciones hacen peligroso a un virus. A su vez, esos hallazgos pueden ayudar a los investigadores a identificar a los más inquietantes de los patógenos nuevos que pasan constantemente de los animales a los seres humanos o a preparar vacunas para atacar a virus listos para ocasionar pandemias.

“La siguiente pandemia de influenza se está desarrollando en la naturaleza, pero contamos con pocas herramientas para detenerla y pocas herramientas para identificar cuáles son los virus más peligrosos”, se lamentó Sutton. “Esa pandemia va a llegar, así que necesitamos hacer todo lo posible para tomar la delantera”.

Pero los críticos señalan que manipular virus mortíferos presenta riesgos intolerables a cambio de beneficios poco claros para la salud pública. Sí han ocurrido accidentes en los laboratorios, incluso en Estados Unidos. Por más reducidas que sean las probabilidades de un brote generado por un laboratorio, una fuga podría ser catastrófica. Si las inquietudes a nivel político han intensificado el escrutinio en torno a los estudios de ganancia de funciones, indican esos científicos, el resultado de cualquier manera es un reajuste muy necesario de los riesgos y beneficios de ese tipo de trabajo.

“Me parece que hay muchas buenas razones para intentar retirar a los políticos de la ciencia, pero no puedo quejarme cuando algo que me parece una crítica política legítima de ciertos tipos de prácticas científicas afecta el juicio de las agencias que otorgan financiación”, comentó Marc Lipsitch, investigador del área de salud pública en la Universidad de Harvard que ha cuestionado desde hace tiempo los beneficios de los experimentos de potenciación de enfermedades. “A fin de cuentas, utilizan el dinero de los contribuyentes”.

En la pandemia de COVID, ambos bandos del debate han encontrado razones poderosas.

La posibilidad de que la COVID haya surgido de un laboratorio provocó que grupos defensores de la bioseguridad pidieran la aplicación de restricciones a experimentos en los que exista incluso una probabilidad remota de que provoquen consecuencias similares. Al mismo tiempo, algunos estudios que sugieren que la COVID se propagó más bien a partir de un mercado ilícito de animales reforzaron los temores de los científicos por las peligrosas mutaciones que experimentan los virus en la naturaleza, y la necesidad de estar preparados para enfrentarlos con estudios más seguros dentro de un laboratorio.

La próxima amenaza quizá no esté muy lejos: una nueva variante de la gripe aviaria conocida como H5N1 ha afectado a millones de aves en todo el mundo, con instancias esporádicas de propagación a las personas responsables del cuidado de esas aves.

Nuevas reglas

Sutton realizaba prácticas en uno de los mejores laboratorios en el área de la gripe aviaria cuando, en 2011, se desató una tormenta en ese campo.

Dos grupos, uno en Estados Unidos y otro en los Países Bajos, modificaron los genes de algunos virus de la gripe aviaria para facilitar su transmisión y demostrar que esos virus podrían evolucionar hasta provocar pandemias en los seres humanos.

Los críticos de estos estudios los consideraron el ejemplo perfecto de la experimentación insensata que podría desatar brotes horríficos a cambio de obtener conocimientos científicos apenas moderados. Algunas fugas de laboratorios provocaron los últimos casos de viruela, en 1978, e infecciones entre científicos en Asia con un coronavirus anterior, el SARS-CoV-1, en 2003 y 2004.

Pero otros investigadores consideraron cruciales los estudios sobre la gripe aviaria para identificar el potencial evolutivo del virus. Debido a esos estudios, los científicos afirman que ahora saben qué buscar cuando hacen la secuenciación de virus que han decimado las comunidades de aves. Experimentos similares han ayudado a los investigadores a seleccionar algunos virus para elaborar vacunas prepandémicas.

Con el surgimiento de estos debates y el descubrimiento en 2014 de unos viales olvidados de viruela en el campus de NIH, el gobierno de Barack Obama decretó la suspensión temporal de la financiación correspondiente a ese año para los proyectos de ganancia de función. Sutton apenas había concluido estudios sobre la gripe aviaria en la Universidad de Maryland que debieron someterse a varias etapas de revisión especial del gobierno y generaron críticas de algunos científicos.

Le comentó a su esposa que quizá era hora de abandonar la investigación académica.

No obstante, la administración de Donald Trump levantó la suspensión e implementó nuevas reglas de supervisión en 2017, el mismo año que Sutton abrió su laboratorio en la Universidad Estatal de Pensilvania. Conforme a las nuevas reglas, un comité gubernamental especializado debía revisar propuestas específicas de ganancia de función, un paso adicional en un proceso de escrutinio que incluye inspecciones en el laboratorio y exámenes de bioseguridad de la universidad.

El comité mantiene en secreto quiénes son sus integrantes, así como los detalles de sus deliberaciones. Su supervisión se limita a las investigaciones que reciben fondos del gobierno. Además, solo ha examinado tres proyectos, en parte porque algunos científicos, por temor a las prolongadas revisiones, comenzaron a hacer a un lado las propuestas que podrían requerirlas.

Sin embargo, esta situación no desanimó a Sutton. Recibió su formación en virología en el mismo hospital de Vancouver en que, cuando tenía 12 años, su madre murió de cáncer. Su impresión fue que la ciencia no había hecho suficiente. Para proteger la salud de las personas, los investigadores debían investigar nuevas fronteras de las enfermedades.

El tercer proyecto que revisó el comité de ganancia de función fue suyo.

‘No les pareció bien financiar el proyecto’

El laboratorio de alta seguridad de la Universidad Estatal de Pensilvania, ubicado en una esquina remota del campus detrás de una valla alta, opera como un vacío: el aire del exterior fluye hacia el interior y es succionado y expulsado de nuevo al exterior a través de filtros que eliminan partículas contaminadas del aire expulsado para limpiarlo. Antes de manejar virus, los científicos se ponen capuchas de filtración ajustables accionadas con baterías. Cambian su ropa de calle por equipo de protección mientras trabajan y se dan una ducha antes de salir.

Ahí, en 2018, Sutton propuso la realización de estudios sobre la gripe aviaria.

En los NIH, los experimentos superaron la primera prueba: un grupo influyente de científicos expertos recomendó que se otorgara el financiamiento. A continuación, se presentó ante el comité de ganancia de función.

El comité revisó a fondo el estudio, según relató Sutton, e hizo preguntas sobre capacitación, equipo y eliminación de trabajadores. En febrero de 2020, relató, el grupo le informó que estaba conforme con que procediera el proyecto con unas cuantas aclaraciones. Solo necesitaba la autorización de los dirigentes de los NIH.

Sutton hizo las aclaraciones solicitadas y volvió a presentar sus planes en el verano de 2020. Para entonces, la COVID ya había llegado… y con ella, preguntas que cambiarían drásticamente el clima político en torno a la investigación en virología.

Algunos científicos aseveraron que el virus se había filtrado del Instituto de Virología de Wuhan, un laboratorio chino especializado en coronavirus que había recibido fondos de los NIH para su investigación. No existen pruebas públicas de que el instituto haya tenido almacenado algún patógeno que pudiera haberse convertido en el coronavirus. De cualquier manera, el presidente Donald Trump y los republicanos del Capitolio amplificaron las inquietudes.

Al interior de los NIH, la contienda política pasó la factura y elevó el costo para esa agencia de estar envuelta en más controversias. Pronto, se acumuló una pila de solicitudes del Congreso, al igual que más solicitudes de registros públicos de lo usual.

El escrutinio pareció inquietar a los científicos del gobierno. Sutton explicó que su principal contacto en los NIH le dijo por teléfono en el verano de 2020 que la agencia no le otorgaría financiamiento para sus estudios de transmisión a hurones y le propuso encontrar otras opciones de financiamiento para su estudio del virus.

“Sencillamente dijeron: ‘Ya sabes, en este momento existe gran controversia en las noticias acerca de este tipo de proyectos’”, recuerda Sutton. “No les pareció bien financiar el proyecto”.

En un comunicado, Emily Erbelding, funcionaria de los NIH, indicó que la agencia había tenido que realizar revisiones adicionales de la propuesta. La solicitud actualizada de Sutton se recibió cerca del cierre del ejercicio fiscal, una época de mucha actividad, según dijo, por lo que los funcionarios tuvieron poco tiempo para decidir si era conveniente financiarlo.

Un año después, en septiembre de 2021, la agencia más bien le dio a Sutton dinero para experimentos modificados que consistían en añadirle las mutaciones solo a un virus debilitado. También los examinaba en una caja de Petri en vez de en animales vivos. El trabajo, realizado en el mismo laboratorio de alta seguridad, era menos riesgoso, según explicó, pero también menos informativo.

Retroceso por los senadores

Para el otoño de 2021, cuando Sutton comenzó a realizar la versión menos riesgosa de sus estudios, se había intensificado el debate sobre el origen de la COVID. En algunas audiencias, los senadores republicanos masacraban a los funcionarios de salud por la financiación otorgada para la investigación de virus en el extranjero.

No obstante, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés) hizo un gran anuncio: planeaba invertir 125 millones de dólares en alianzas con laboratorios de todo el mundo para recolectar virus desconocidos de animales y prepararse para los que pudieran provocar una pandemia.

Por desgracia, el proyecto no tardó en tener dificultades en el Capitolio. En noviembre de 2021, dos republicanos con posiciones de poder en comités dedicados a supervisar la agencia y su financiamiento, los senadores Jim Risch de Idaho y Lindsey Graham de Carolina del Sur, enviaron una carta en la que exigían más información sobre el proyecto, pues les preocupaba el caso previo de financiación federal para investigación en China.

Este verano, antes de que comenzara el trabajo de campo, USAID les comunicó en privado a los científicos que iba a cancelar sus fondos. La revista médica BMJ fue la primera en dar la noticia sobre esta decisión y la oposición al programa.

Abandonar estudios

Tanto virólogos como expertos en bioseguridad concuerdan en gran medida en un punto: el proceso de escrutinio del gobierno federal es demasiado confuso y lento.

Un científico que desde hace mucho tiempo ha recibido fondos de los NIH señaló que una de sus propuestas, con el objetivo de estudiar variantes de coronavirus supercontagiosas, se quedó estancada durante más de un año en la revisión de los funcionarios de salud.

Erbelding afirmó que el proceso de escrutinio de la ganancia de función no ha cambiado desde su arranque en 2017. Según dijo, un aumento en las propuestas de virología debido a la pandemia quizá haya contribuido a crear la percepción de que las revisiones son más lentas.

La Casa Blanca examina las políticas de supervisión de la ganancia de función después de que un grupo de expertos respaldó este año la aplicación de reformas amplias. Sin embargo, si no se cuenta con lineamientos más claros, algunos expertos en virus comentaron que prefieren hacer a un lado proyectos por temor a encontrarse en la mira de una investigación del Congreso o una revisión de bioseguridad de años.

“Los científicos están abandonando algunas líneas de investigación sencillamente porque saben que habrá demoras y muchos trámites”, explicó Anice Lowen, viróloga especializada en la influenza de la Universidad Emory. “Muchas personas están adoptando una postura más conservadora”.

c.2023 The New York Times Company