Los controladores de la selva del Darién se preparan para oleada venezolana

El flujo de migrantes por la selva del Darién hacia el norte había disminuido radicalmente en el 2024, afectado en gran medida por la esperanza de un cambio político en Venezuela.

Pero eso pudiera cambiar en cuestión de semanas. El estancamiento político que siguió a las elecciones del 28 de julio en Venezuela promete reactivar el negocio de las personas que controlan el flujo migratorio para ingresar a Panamá desde la frontera colombiana. Muchos de ellos creen que, en 30 días, la zona podría volver a los flujos registrados entre 2021 y 2023.

“El verdadero traficante de personas es Maduro. Sáquenlo del poder y verán cómo esto se acaba”, dijo Darwin García Pérez, líder de la Junta de Acción Comunal de Capurganá, agrupación que controla el paso fronterizo, en referencia al lider venezolano Nicolas Maduro.

En la jungla del Darién, del lado colombiano, no hay paso permitido si no es aprobado por la junta. “El Estado somos nosotros”, dice García Pérez, conocido en el departamento colombiano del Chocó como “Maradona” por su juego en el fútbol en tiempos de adolescente.

Los irregulares que pasan por el Chocó rumbo hacia la peligrosa selva del Darién vienen de diversas partes del mundo, y en el pasado han incluido ecuatorianos, haitianos, cubanos y hasta nacionales de países asiáticos, la gran mayoría de ellos deseando recorrer Centroamérica y México con destino a Estados Unidos.

Conocida también como el Tapón del Darien, la zona abarca la provincia panameña del Darién, las comarcas indígenas de Guna Yala, Emberá-Wounaan, Guna de Madungandí y Guna de Wargandí y los distritos de Chimán y Chepo, así como el norte del departamento colombiano de Chocó. Es una región selvática, pantanosa y una travesía peligrosa que ha funcionado como una barrera natural a la comunicación por carretera entre América del Sur y Centro América.

Un 80% de los migrantes que en los últimos años se han atrevido a cruzar la zona son venezolanos.

Más de 7.7 millones de ellos han abandonado Venezuela en los últimos años para escapar de la represión y el hambre atribuido al régimen de Maduro, y decenas de miles terminaron cruzando el Darién para tratar de entrar un Estados Unidos.

Millones más podrían salir nuevamente del país petrolero si el hombre fuerte de Venezuela no es removido este año del poder. La firma venezolana Meganalisis encuestó a 1,007 personas entre el 8 y el 11 de agosto y encontró que el 43% de los entrevistados está pensando en salir de Venezuela.

Migrantes se abrazan y oran al llegar a la frontera entre Colombia y Panamá.
Migrantes se abrazan y oran al llegar a la frontera entre Colombia y Panamá.

En esta ocasión, la migración masiva podría ocurrir rápidamente, sugiere la encuesta de Meganalisis, que encontró que el equivalente a unas 600,000 personas están considerando irse antes de mediados del próximo mes, y otras 930,000 lo harían entre octubre y diciembre.

El sondeo fue realizado luego de que Maduro se negara a reconocer que perdió la elección ante el opositor Edmundo González, en un controversial proceso plagados por acusaciones de que el régimen hizo trampa para quedarse en el poder.

Si el 43% de la población venezolana decide irse, eso sumaría otros 10.4 millones a lo que ya es considerado como el mayor desplazamiento externo en el hemisferio occidental.

El juego de Maradona

Caminar por Capurganá o la vecina Acandí, ambos pueblos colombianos ubicados a muy poca distancia de la frontera con Panamá, es someterse a la autoridad de Maradona, quien presume estar a cargo del trato de los migrantes en la zona. No hay presencia del ejército colombiano, no visiblemente por las calles o zonas turísticas, ni tam poco en ingresos a las diferentes trochas hacia el Darién.

Le acusan de ser el líder de las mafias que trafican personas entre Colombia y Panamá, pero niega nexo con el Clan del Golfo, grupos paramilitares también conocidos como el Ejército Gaitanista. Su negocio — dice no saber si es un negocio, pero de él viven al menos 2,000 personas — ha venido en caída libre. De miles de migrantes diarios, cayeron a decenas y en buenos días a centenares.

Durante el primer semestre de 2024, el flujo migratorio disminuyó en más de un 80%, dicen los “linieros” — los guías del Darién.

Campamento cerca de la localidad de Acandí en el que los migrantes descansan antes de emprender el rumbo hacia la frontera.
Campamento cerca de la localidad de Acandí en el que los migrantes descansan antes de emprender el rumbo hacia la frontera.

“Señores, mañana no saldremos en la mañana a la selva. No llegamos al mínimo de personas para el viaje que son 200. Tendremos que dormir un día más aquí en el campamento”, anunciaba uno de los guías a los migrantes que estaban allí ansiosos por emprender camino.

Los pocos viajeros van marcados con pulseras de papel, del tipo que se usan en los eventos, y que señalan a quienes han comprado su paso seguro por la selva con tarifas que van entre los $170 y $800. Muchos de ellos comienzan a orar tras escuchar el anuncio. Se encomiendan a la fe para entender y lograr la paciencia necesaria ante un día más en la selva.

Mientras acomodan sus carpas en grandes espacios habilitados para acampar con techos de láminas, piso de cemento, baños portátiles y regaderas comunes, algunas voces gritan entre el río: “Esto es por culpa del presidente de mier… que tenemos”. El cansancio, los pies adoloridos y los niños que lloran alientan ese grito de desahogo.

Necoclí

El campamento está cerca de Capurganá. Los que estaban allí habían pagado para ser trasladados en lancha desde Necoclí, en la playa que se encuentra en el lado opuesto de la bahía y que es el último punto al que los migrantes pueden estar sin permiso.

Al llegar a la nueva orilla, sea Acandí o Capurganá, deben tener puesto el brazalete de papel, de lo contrario, no podrán pasar. La comunidad custodia cada entrada.

Cuando se les pregunta por qué asumen el riesgo de cruzar la selva, a veces contestan con una mezcla de nostalgia y resignación.

“Quiero un mejor futuro para mis hijos” dijo Karelys Sánchez, quien salió de Venezuela pero no quiso decir de qué ciudad.

No todos hacen el viaje por lancha hasta Acandí o hasta Capurganá de inmediato. Algunos se toman el tiempo en Necoclí, cuyo suelo se ha convertido en alfombra para los hogares al aire libre de los migrantes que se preparan para viajar.

Lancha que transporta los migrantes hacia los campamentos ubicados del otro lado de la bahía y que sirven de punto de partida para ingresar a la Selva de Darién.
Lancha que transporta los migrantes hacia los campamentos ubicados del otro lado de la bahía y que sirven de punto de partida para ingresar a la Selva de Darién.

A sus 28 años, Adriana, quien prefiere no dar su apellido para evitar ser rastreada en Venezuela, duerme en la playa con tres niños, su esposo y otra buena parte de la familia desde hace dos semanas. Está varada porque necesita, al menos, $1,800 para poder pasar el golfo e iniciar su camino por la selva.

“Uno pensaba que, ganando Edmundo, yo me quedo en Venezuela, pero ya vemos lo que es la corrupción”, dijo Adriana. La situación política del país ha provocado la separación de la familia. La joven no ha visto a sus padres desde que salió del país.

“Si ya tengo cinco años sin verlos, le dije a mi papá, ahora serán más. Si me deportan que sea a Colombia, pero no a Venezuela. Me duele mi familia, me duele mi país”, dijo. “Ese poquito de amor, ese regaño de mi mamá. Todo hace falta y quiero ver a mi papá, pero ya sé que no lo podré ver”.

Mientras Andrea sigue esperando en Necoclí juntar el dinero para seguir, Karelys se pierde entre las decenas de migrantes que abordarán otra lancha hasta el puerto que los lleva, directo, al primer albergue que no es más que un centro de recibimiento, censo y paso hasta llevarlos al segundo espacio ubicado a las puertas del río. De ella no se supo más, al irse en otro grupo.

“Lo que pasa en Capurganá es allá. Aquí es otra cosa”, dice Maradona. Asegura que su tarifa es de $170 por persona e incluye un guía hasta la frontera con Panamá. Justifica este precio como “un servicio de ayuda humanitaria, sí, pero que tiene un costo porque mi tiempo vale”.

Segundo campamento

Luego de pagar $40 para acortar camino y ahorrarse cinco horas de ruta, una moto es el nuevo medio de transporte para llegar al segundo campamento. Al cruzar la cerca de madera, los guías advierten que “todo lo que se mueve de aquí en adelante es en dólares”.

Ingresar a este campamento es como llegar a un pueblo con centro comercial, ambulatorio médico y feria de comidas. Aquí más venezolanos reposan en medio de conversaciones coincidentes. “Cuando Maduro nos robó la elección, decidimos irnos y vendrán muchos más detrás de nosotros”, advierte uno de ellos.

“Nosotros vivimos de este tránsito de migrantes que se nos creció como desde el 2021, pero te digo una vaina, a nosotros nos duele lo que les pasa a los venezolanos en su país. Nosotros queríamos que perdiera Maduro. Eso es una dictadura”, expresaba el motorizado mientras manejaba con pericia en ascenso hacia la falda de la montaña donde inicia la Selva del Darién.

Llueve en el campamento. Los ríos cercanos se crecen, pero las motos intentan pasar a más migrantes hasta la estación de descanso. Los que logran llegar son ayudados por los guías quienes arman y ubican las carpas que varios de ellos traen. Los que no, duermen en hamacas por $10 la noche.

Al otro día y luego de jugar a ser sacerdotes y pastores, los baquianos les dan la bendición a los caminantes. Oran y parten a pie o a caballo por otros $40, $20 más si quieren que les carguen el bolso o al hijo en brazos.

El sueño electoral

Entre la lluvia y el lodo en las atropelladas caminerías, la frase de un niño retumba una y otra vez, “si quieres ver a mamá, la selva deberás cruzar”. Su padre, quien lo lleva de la mano, lo toma fuerte para evitar perderlo en algún precipicio o que resbale por la trocha. Le da ánimos “Así es hijo, vamos a ver a mamá, tú puedes”. Su madre se fue meses antes a Estados Unidos.

Miguel lleva años fuera de Venezuela. Volvió creyendo que todo cambiaría el pasado 28 de julio, pero la respuesta que obtuvo no fue la esperada. La historia del ir buscando un mejor futuro se repite.

La líder de la oposición venezolana María Corina Machado habla con los medios de comunicación, acompañada por el candidato presidencial de la oposición Edmundo González Urrutia, tras los resultados de las elecciones presidenciales en Caracas el 29 de julio de 2024.
La líder de la oposición venezolana María Corina Machado habla con los medios de comunicación, acompañada por el candidato presidencial de la oposición Edmundo González Urrutia, tras los resultados de las elecciones presidenciales en Caracas el 29 de julio de 2024.

“Bueno, buscando un sueño porque ya en mi país esperé las elecciones pensando en un futuro en mi Venezuela, pero, prácticamente, me quitaron el sueño y tuve que migrar otra vez”, dijo. “Sembré, como se diría, todas mis esperanzas en esas elecciones, pero como todo sucedió y como todos los migrantes que estamos acá, tuvimos que volver a salir y, bueno, arriesgarnos otra vez, al peligro, a todo por un país que, bueno, es nuestro, pero, prácticamente, los dueños son otros”.