Contaminación de mares, otro factor que acelera el cambio climático; especialistas exigen reglas más duras para embarcaciones

FOTOS: Cuartoscuro
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Diez cruceros y embarcaciones que en la época de pandemia de COVID-19 permanecieron detenidas durante largos periodos en el puerto de La Paz, Baja California Sur, emitieron contaminantes atmosféricos y arrojaron al mar más de 8 millones de metros cúbicos de aguas no tratadas, advierte un estudio de investigadores del Instituto de las Américas y la organización dataMares sobre la contaminación en esa zona.

El documento Emisiones y efluentes de cruceros en la bahía de La Paz, México. De enero de 2020 a junio de 2021, elaborado por Edward W. Carr, James J. Winebrake y Tania Miranda, muestra que los 10 vehículos estudiados —cinco Holland America y cinco Princess Cruises— vertieron 8 millones 056 mil 100 metros cúbicos de aguas de lavado, que generan daños en los ecosistemas marinos.

La situación es solo una muestra del impacto que las embarcaciones tienen en los océanos, así como de la necesidad de que haya reglamentaciones más estrictas para reducir la contaminación, señalan especialistas y organismos internacionales.

Aire sucio, agua sucia

Las embarcaciones no solo contaminan el agua, sino que también emiten contaminantes a la atmósfera, que incluyen diversos gases de efecto invernadero (GEI), como óxidos de azufre (SOx), óxidos de nitrógeno (NOx), dióxido de carbono (CO2), carbono negro y materia particulada (MP).

Sarahí Gómez Villada, coordinadora de Investigación de Cemda Noroeste, explica que una forma de contaminación derivada de la actividad marítima sucede por la descarga de grandes volúmenes de aguas de lastre que cargan y liberan los barcos para nivelar su peso. Las adquieren en un sitio y, conforme avanzan, las descargan o cambian conforme lo necesitan.   

“Las descargas de sustancias nocivas, de contaminantes o incluso de patógenos al mar tienen que ver con procesos y operaciones de las embarcaciones. Por ejemplo, el uso de aguas de lastre para los procesos de estabilización de las embarcaciones. Estas pueden contener organismos, virus y bacterias que en ciertas concentraciones se vuelven dañinos, dependiendo del ecosistema en que se depositan”, dice Gómez en entrevista.

De acuerdo con la experta, esta contaminación marina provocada por aguas de lastre tiene implicaciones en los ecosistemas marinos por los organismos y microorganismos que se llevan de un lado a otro —conocidos como especies invasoras— y generan desequilibrios ecológicos.

Regulaciones para proteger los océanos

En su estudio, el Instituto de las Américas y dataMares señalan que alrededor del mundo ya se han impuesto numerosas regulaciones para mitigar la contaminación de las aguas derivada de la actividad de embarcaciones.

Además, el Informe sobre el Transporte Marítimo 2022 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo menciona que los propietarios de buques deben cumplir con normativas ambientales más estrictas. El 1 de enero de este año, entraron en vigor tres nuevas normas de la Organización Marítima Internacional (OMI), con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y el impacto ambiental del sector marítimo. 

“La manera más inmediata de reducir las emisiones es la navegación lenta. Sin embargo, los propietarios también pueden dotar a sus buques de tecnologías eficientes desde el punto de vista energético para posibilitar la utilización de combustibles alternativos como el GNL, el metanol, el amoníaco o la electricidad, o realizar cambios operativos”, dice el documento.

Reconoce que los combustibles alternativos actuales cuestan entre dos y cinco veces más que los convencionales, de modo que todavía no son viables para el mercado. Ante la crisis climática mundial, urge a la adaptación de los puertos ante los efectos del cambio climático.

En el caso mexicano, el marco regulatorio prohíbe la descarga libre al mar de aguas de composición variada, sin tratamiento y sin permiso, un acto tipificado como un delito. Sin embargo, de acuerdo con especialistas, es necesario fortalecer dichas regulaciones y garantizar su aplicación para reducir la contaminación marina.

Transferencia de contaminación 

Tania Miranda, directora del Programa de Medio Ambiente y Cambio Climático del Instituto de las Américas, explica cómo el funcionamiento de un depurador de ciclo abierto o scrubber combate la contaminación atmosférica producida por un buque o crucero, pero aquello que limpia puede ser vertido en el mar a través de las aguas de lavado si no recibe el tratamiento adecuado.

“Lo que hacen (los depuradores) es tomar agua de mar que ayuda a neutralizar los gases de escape en una cámara especial y luego liberan las aguas de mar que utilizaron de vuelta al océano, con composición distinta porque ya se usó para limpiar los gases de escape —tan contaminantes— que iba a liberar el barco. Estas aguas tienen un pH menor, tienen diferente temperatura, tienen metales pesados y todo eso que se limpió lo vierten al océano”, señala en entrevista.

Aunque esta tecnología evita la contaminación atmosférica, desechar las aguas de lavado provoca una transferencia de contaminación al mar, lo que implica un reto mayor.

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“Estos tipos de contaminación interactúan. La industria marítima es responsable del 15% de la contaminación por óxidos de azufre y óxidos de nitrógeno en el mundo. También es responsable del 3% de las emisiones anuales de CO2. A raíz de eso, la Organización Marítima Internacional decide que faltan regulaciones para disminuir  los altos porcentajes de contaminación del aire. Por eso entra en vigor la norma OMI-2020, que disminuye radicalmente el contenido de azufre permitido en los combustibles de las embarcaciones”, añade Miranda.

“Los cruceros son los que en mayor proporción están utilizando esta tecnología. Tienen que entender que los estándares ambientales no implican que se puede transferir la contaminación del aire a los mares porque, además, hay un tema de acidificación de los mares que a la vez complica que los océanos combatan el cambio climático”.

Tal advertencia también se refleja en el Informe sobre el Transporte Marítimo 2022 de la ONU, al señalar que existe un riesgo creciente de que los puertos se vean amenazados por los efectos del cambio climático y que esto podría derivar en importantes consecuencias para el desarrollo sostenible de las naciones más vulnerables. 

Durante la COP26 celebrada en Glasgow, se presentó la Declaración de Clydebank para establecer antes de 2025 seis corredores marítimos verdes con cero emisiones (rutas marítimas completamente libres de carbono entre dos o más puertos). Incluso, el Foro de Vulnerabilidad Climática —integrado por más de 50 países en desarrollo— publicó la Declaración de Daca-Glasgow, en la que se solicitó a la OMI establecer un gravamen obligatorio sobre los gases de efecto invernadero para el transporte marítimo internacional.

En este marco, Sarahí Gómez Villada urge a atender la acidificación de los mares, ya que altera los procesos naturales en el ambiente marino y a las especies que viven en él.

“Tienes ecosistemas que no son saludables, no son óptimos y no proveen servicios de los cuales todos nos beneficiamos. Estamos contribuyendo al cambio climático, lo vivimos día a día, pero también afectamos las condiciones ambientales que nos permiten hacer frente a esto”, alerta.