Los consejos prácticos de la psicóloga “best seller” que se convirtió en una celebridad entre padres de adolescentes
NUEVA YORK.– La psicóloga y autora Lisa Damour se ha convertido en una especie de celebridad entre muchos padres de adolescentes.
“Hace como un mes que estoy metida a fondo con lo que propone Damour”, dice Rebecca Gold, madre de tres hijos de la ciudad de Great Barrington, Massachusetts.
Gold tiene dos hijos adolescentes y otro de 10 años, y devora los libros de Damour, escucha religiosamente sus podcasts y “básicamente trato de hacer lo que haría ella”.
Katie Eastwood es de Seattle, tiene hijas de 15 y 12 años, y dice que el libro Desenredado, de Lisa Damour, sobre las siete transiciones en el desarrollo de las chicas “me salvó más veces de las que puedo contar”.
Damour también es reconocida porque sus consejos prácticos vienen respaldados por investigaciones científicas, y viene aconsejando a adolescentes y padres desde hace más de 25 años. Su último libro, The Emotional Lives of Teenagers (“La vida emocional de los adolescentes”), es uno de los best-sellers de la lista de The New York Times.
Pero Damour también es madre de dos hijas de 12 y 19 años y conoce en carne propia las dificultades y temores que enfrentan los padres. Más aún en los últimos años, con el aumento de los problemas de salud mental en niños y adolescentes, sobre todo mujeres.
Pero hay un hilo conductor que recorre toda la obra de Damour para tranquilizarnos y que parece decir: “Vos podés”. En su libro La vida emocional de los adolescentes, la autora dice: “Salud mental no implica sentirse siempre bien, sino tener los sentimientos adecuados a cada momento y ser capaces de manejarlos de manera efectiva.”
Le preguntamos a la autora y especialista cómo apoyar psicológicamente a los adolescentes y estas fueron sus respuestas.
–Últimamente se habla mucho del agravamiento de la salud mental de los adolescentes. ¿A qué deberían estar especialmente atentos los padres?
–Los padres tiene que estar atentos a los enojos o al bajo estado de ánimo que duren más de uno o dos días. Y también a lo que yo llamo “afrontamiento costoso”, que es cuando los jóvenes enfrentan sus problemas con estrategias que les aportan alivio pero que al mismo tiempo causan daño, ya sea el consumo de drogas o alcohol, el uso indiscriminado de la tecnología y los celulares, o desquitándose con las personas que nos rodean o incluso con ellos mismos.
Y por supuesto tienen que estar alerta si el adolescente dice sentirse desesperado o habla de infligirse daño a sí mismo.
–¿Cómo lograr que el adolescente hable y comunique lo que le pasa?
–Los adolescentes quieren hacer las cosas en sus propios términos. Esa es la naturaleza de ser adolescente. Cuando somos los adultos los que los llamamos para hablar y marcamos la agenda, cuando les decimos “¿Qué tal tu día, qué hiciste?”, los adolescentes pueden enojarse y sentirse acorralados.
Pero los adolescentes también quieren (y necesitan) estar conectados y escuchados por adultos que se interesan por ellos, y tienden a sacar a relucir temas que les interesan, a menudo en momentos inesperados o incluso inconvenientes.
Como madre de adolescentes, cuando no están de humor para responder a mis preguntas, trato de no tomarlo como algo personal, y cuando están listos para hablar hago todo lo posible por ser receptiva, incluso si la demanda no llega en un momento que me convenga o implique que tenga que postergar otras prioridades.
–Algunas familias sienten que esos momentos no surgen de forma natural, que sus hijos simplemente no se abren ni expresan lo que sienten.
–Es importante que los adolescentes expresen sus emociones, verbalizando lo que sienten y hablando de su mundo. Pero no es precisamente lo que les gusta hacer… Así que tenemos que respetar que a veces los adolescentes “expresan sus sentimientos” saliendo a correr, o poniendo una lista de reproducción de canciones que coincide con su estado de ánimo, que los ayuda a profundizar en ese estado de ánimo y luego salir rápidamente de él.
Lo principal es que los adolescentes encuentren una forma de expresar sus sentimientos que les brinde alivio y no les hagan daño. La prioridad no es necesariamente que desnuden su alma con palabras en una charla. Las estrategias que tenemos cada uno de nosotros para enfrentar lo que sentimos son muy personales.
–¿Cómo responder cuando un adolescente nos dice: “Ya soy grande, no tengo que seguir tus reglas”?
–Responderles cariñosamente: “Ya tendrás una vida independiente y ahí vas a poder establecer tus propias reglas. Por ahora, sos un integrante de este hogar, y eso implica vivir según las reglas de este hogar”.
Es mejor si en esa conversación el adulto puede subrayar que las reglas tiene que ver con el trato respetuoso y que todo está pensado para su seguridad.
Si las reglas no entran en esas dos categorías, entonces el problema son las reglas y deberían ser objeto de negociación.
–Hablemos de los miedos y ansiedades relacionados con la escuela. ¿Qué hacemos cuando nuestro hijo o hija se quieren quedar en casa?
–Esquivar los problemas alimenta la ansiedad. Cuando evitamos las cosas que tememos, el efecto inmediato es un tremendo alivio, que en realidad puede reforzar el deseo de seguir evitando el asunto.
Al no ir a la escuela o ir a una fiesta, los miedos quedan cristalizados, porque no se cotejan con la realidad.
Además, cuando un estudiante falta un día a la escuela por el motivo que sea, es inevitable que se atrase académicamente, o incluso socialmente.
Lo que tienen que decidir las familias es si lo que enfrenta el adolescente es incómodo o en realidad es inmanejable. En la mayoría de los casos, con la ayuda de estrategias para reducir la ansiedad, el adolescente puede encarar al menos parte de sus temores. Ir a la escuela la mitad del día, por ejemplo, es mejor que quedarse todo el día en la casa.
–Muchos padres dicen que a sus hijos les genera mucha ansiedad su rendimiento académico. ¿Cómo podemos ayudarlos a aliviar parte de esa presión?
–Para poder ayudarlos, tenemos que saber distinguir entre la ansiedad saludable y la no saludable. La ansiedad saludable es un sistema de seguridad con el que venimos equipados todos y que nos alerta sobre potenciales amenazas. Cuando un adolescente tiene un examen importante para el que no ha empezado a estudiar, o un adolescente está en una fiesta que se sale de control, la ansiedad como respuesta es natural. Y sería importante que esa respuesta de ansiedad ayude a motivar una corrección del rumbo.
La ansiedad no es saludable cuando se produce en ausencia de una amenaza, o si la ansiedad no guarda proporción con la amenaza concreta. En una ansiedad irracional, cuando tendemos a agigantar la amenaza y a subestimar nuestra capacidad para manejarla.
Si un adolescente está preocupado por su rendimiento escolar, los adultos pueden hacerle entender que está sobreestimando las consecuencias, y tal vez subestimando su capacidad para tomar medidas para resolver lo que le preocupa.
El objetivo no es librar a los adolescentes de la ansiedad. Eso no va a pasar, ni debe pasar. El objetivo es asegurarse de que esa ansiedad se mantenga dentro del rango de lo saludable.
–¿Cómo apoyamos a un adolescente que se siente estresado por su exigente agenda de actividades?
–La verdadera pregunta es si el adolescente en cuestión tiene suficiente tiempo para recuperarse entre los intervalos de estrés.
Es lo mismo que pasa con al entrenamiento de fuerza. Si entre una serie y otra de ejercicios de fuerza no tenemos tiempo de recuperarnos, nos podemos lesionar. Si podemos descansar, desarrollamos fuerza.
¿Las exigencias son tan grandes que el adolescente no duerme lo suficiente? ¿No tiene tiempo para ver a sus amigos? Si la respuesta es afirmativa, es necesario revisar la agenda y los horarios del adolescente y ajustarlos.
–¿Qué pasa con la angustia social? ¿Qué deben hacer los padres cuando un amigo se vuelve “malo” o cuando su hijo adolescente es excluido de un grupo de amigos?
–Además de empatizar con lo doloroso que es ser maltratado o rechazado por amigos, hay medidas que los adultos pueden tomar para ayudar a un adolescente que sufre por estos temas.
En primer lugar, podemos decirles que las tensiones y los desacuerdos son un aspecto natural, aunque no deseado, de las relaciones. El objetivo es manejar bien el conflicto cuando se presenta. Los ejemplos de mala gestión de conflictos incluyen actuar con maldad, cancelar a alguien o chusmear con terceros sobre el problema.
Por el contrario, el objetivo es alentar a los adolescentes a tratar de ser directos y justos entre ellos, y si eso no funciona, poner distancia educadamente de esas personas.
Más allá de los conflictos específicos, en la adolescencia las amistades suelen cambiar y rotar. Para los adolescentes, esta dolorosa realidad puede ser más fácil de aceptar si les explicamos que el hecho de que una amistad no dure para siempre no significa que no haya sido buena.
–¿Cómo saber si tengo que dejar que el adolescente resuelva las cosas por sí mismo?
–Afortunadamente, entre el rol del padre omnipresente y de padre prescindente hay un lugar: el rol de entrenador.
Obviamente queremos ayudar a nuestros niños y adolescentes a enfrentar sanamente los desafíos que se les presentan. Y nuestra primera respuesta debería ser que no vamos a meternos, para que ellos puedan consultarnos sobre el desarrollo de las cosas.
Las situaciones que se les presentan a los chicos pueden ser tan complejas que a veces los adultos mejor intencionados intervienen y terminan empeorando las cosas. Cuanto más los ayudemos a desarrollar habilidades propias para pilotear la vida de manera independiente, más tranquilos nos quedaremos el día que tengan que volar del nido.
(Traducción de Jaime Arrambide)