La conmovedora historia de la ucraniana con demencia que todos los días se entera de la guerra

Liza Vovchenko y su abuela Rita, en 2012
Liza Vovchenko /NYT

Cada mañana, la abuela de Olga Boichak se despierta en su casa en el oeste de Ucrania, enciende la televisión y descubre de nuevo que su país está en guerra.

Presa del pánico y con los recuerdos de la infancia de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, comienza a empacar para evacuar, contó su nieta. Su esposo de seis décadas esconde las llaves de la casa y le asegura que todo estará bien y que su hogar es el lugar más seguro para ellos.

En poco tiempo, la guerra, el miedo y la tranquilidad se disiparán en la niebla de la demencia, al igual que todos los nuevos recuerdos de los últimos años. Hasta la mañana siguiente, o la próxima sirena de ataque aéreo, cuando la realidad de la invasión que ha subsumido a Ucrania durante más de 50 días la encontrará una vez más.

“Ella está pasando por el trauma diario de redescubrir que la guerra ha comenzado y sigue tratando de evacuar”, dijo Boichak, que vive en Sídney y habla con sus abuelos y su tía, una trabajadora de la salud que los cuida, todas las semanas por videollamada. Se negó a dar los nombres de sus abuelos o su ubicación exacta en el oeste de Ucrania relativamente seguro debido a su preocupación por su seguridad.

“Es realmente desgarrador”, dijo.

En casi dos meses de guerra, muchos ucranianos que son jóvenes y sanos abandonaron el país o tomaron las armas. Muchos adultos mayores, enfermos o personas con discapacidad se quedaron atrás, sin poder hacer el viaje o sin querer dejar el entorno preparado para sus necesidades.

La demencia en particular es una discapacidad “oculta” que puede hacer que los pacientes queden excluidos de la asistencia humanitaria o la protección de los socorristas, según Alzheimer’s Disease International, una organización coordinadora de grupos de todo el mundo. Incluso antes de la invasión de Rusia en febrero, la guerra en las regiones separatistas del este de Ucrania había afectado de manera desproporcionada a los ancianos ucranianos.

Para los abuelos de Boichak, que tienen más de 80 años, los recuerdos de la infancia de verse obligados a huir en medio de los bombardeos soviéticos los hicieron aún más apegados a su hogar, y su abuelo está decidido a quedarse a pesar de las súplicas de sus hijos y nietos, dijo. Su abuelo, un médico jubilado, estaba convencido de pasar sus últimos años en la casa que reconstruyeron durante décadas y donde su abuela, una arquitecta jubilada, cuidó un jardín durante años cultivando tomates, calabacines y zanahorias, dijo la mujer.

El día 41 de la guerra, Boichak, socióloga y profesora que ha estado investigando el papel de las redes sociales en la configuración de las narrativas sobre la guerra y la violencia militar, comenzando con la invasión rusa de Crimea en 2014, publicó la historia de sus abuelos en Twitter. Ella describió cómo su abuela había quedado atrapada en un “bucle sin fin”.

Para su sorpresa, su tuit pareció resonar en todo el mundo; a más de 44.000 personas les gustó la publicación.

El efecto de la guerra

Entre las personas conmovidas por su historia estaba Liza Vovchenko, quien inmediatamente pensó en su propia abuela en una ciudad ocupada por los rusos en la región de Kherson, en el sur de Ucrania.

Durante semanas, después de que los soldados rusos tomaran el control, su abuela Rita, de 82 años, siguió tratando de hacer sus caminatas diarias al mercado en el centro de la ciudad a pesar de que las calles ya no eran seguras. El mercado había dejado de funcionar hacía mucho tiempo, ya que los alimentos escaseaban y la gente se quedaba sin dinero en efectivo.

Su abuela, una maestra jubilada que ha mostrado signos crecientes de demencia durante los últimos tres años, sigue olvidándose de la guerra y enojándose con el nieto con el que vive porque no la deja salir de la casa, dijo Vovchenko.

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Maxar Technologies via AP


Rita vive en Kherson, una ciudad tomada por las fuerzas rusas (Maxar Technologies via AP/)

“Su rutina normal se vio afectada y las personas como ella realmente necesitan una rutina en sus vidas”, dijo Vovchenko, que vive en París y habla por teléfono con su abuela y el primo que vive con ella. Sin sus caminatas diarias y conversaciones con amigos y vecinos que ve en el camino, y sin su medicación, la condición de su abuela empeoró, expresó.

La familia ha tratado de mantenerla alejada de la televisión, en la que toda la programación ucraniana ha sido reemplazada por un torrente de propaganda rusa. Se está quedando sin las páginas del Sudoku que le gusta hacer.

Particularmente doloroso para la familia fue tener que mantener cerrada la cocina, que, como en muchas casas de la era soviética, está en un edificio independiente. Su abuela, una habilidosa cocinera a la que le encanta hornear tortas con cerezas, manzanas y ciruelas de su jardín, ha tratado repetidamente de preparar comidas elaboradas, sin darse cuenta de que la familia necesitaba racionar la escasez de alimentos.

La semana pasada, la familia terminó evacuando a su abuela del pueblo donde nació en 1940, mientras se intensificaban los combates en el frente oriental, según Vovchenko.

Entre sus amigos y contactos en toda Ucrania, abundan las historias de parientes ancianos con discapacidades o débiles que instan a los jóvenes a dejarlos atrás y ponerse a salvo, dijo.

“A los jóvenes que pueden escapar, los mayores los empujan a correr”, expresó. Dicen: “Aquí me muero porque es mi tierra. Quiero asegurarme de que te vayas y puedas volver y reconstruir este país”.