El Congreso, epicentro de la venganza de Cristina Kirchner

Cualquier vestigio de aquella tregua forjada entre el Gobierno y Juntos por el Cambio ante el avance de un enemigo común -la pandemia-, Cristina Kirchner se encargó de fulminarlo. El ánimo de revancha contra Mauricio Macri, a quien ve como su victimario, pareció guiar cada acto que ordenó ejecutar contra el expresidente esta última semana en el Congreso. Ello exacerbó las tensiones con la oposición en medio del drama por la escalada de contagios en la zona metropolitana.

Esa seguidilla de actos tuvieron una sincronía perfectamente premeditada. El martes pasado, el kirchnerismo volteó un decreto del macrismo para quitarle a la Corte Suprema el control de las escuchas telefónicas con el propósito de trasladárselo a Daniel Rafecas, su candidato a encabezar el Ministerio Público Fiscal; en los próximos días, el bloque kirchnerista en el Senado convocará a la Comisión de Acuerdos para avanzar en su designación. En simultáneo, con Leopoldo Moreau como vocero, agitó en la Comisión Bicameral de Control de los Organismos de Inteligencia la denuncia contra Macri y su gobierno por presuntas escuchas ilegales que presentó la actual interventora en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI),Cristina Caamaño. Paralelamente, en la Comisión Bicameral de Seguimiento de la Deuda Externa, el kirchnerismo ordenó investigar la "fuga de capitales" que, según José Mayans y Oscar Parrilli -dos laderos de la vicepresidenta-, fue alentada por el gobierno macrista para provecho de algunos exfuncionarios y empresarios amigos.

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Para enardecer aún más el malestar opositor, el mismo Parrilli convocó a la Comisión de Justicia del Senado al extitular de la Unidad Especial AMIA Mario Cimadevilla, un dirigente radical que, llevado por su resentimiento con el macrismo, denunció al exministro Germán Garavano de haberlo presionado para no acusar a los exfiscales Eamon Mullen y José Barbaccia.

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Es evidente que Cristina Kirchner y sus acólitos han decidido utilizar el Congreso como una de sus plataformas para embestir contra el macrismo, como también parece evidente que Alberto Fernández deja hacer, en tácita complicidad. De eso están convencidos en la oposición; después de todo, ese fue el pacto que lo llevó a la presidencia, aseguran. "Está cada vez más claro que Alberto no va a construir algo distinto de Cristina, como también que el poder real lo maneja ella. Él se ocupará de algunos aspectos de la gestión, pero de los asuntos vinculados al poder se encarga Cristina", dicen los más maledicentes.

Los opositores avizoran tiempos convulsionados para los próximos dos meses; los efectos económicos de la pandemia se anticipan más catastróficos que la crisis de 2001, advierten. En medio del drama, Cristina Kirchner avanza en su estrategia de poder, con Axel Kicillof en territorio bonaerense y su hijo Máximo, jefe del bloque de diputados, como sus puntales. Sus próximas avanzadas legislativas tendrán dos objetivos: en lo económico, convertir en ley el proyecto de Máximo y Carlos Heller de gravar las grandes fortunas. Según trascendió, se tratará de un impuesto por única vez que alcanzará a quienes hayan exhibido al 31 de diciembre $200 millones o más de bienes personales y la alícuota máxima a aplicar será del 3,5%. Para ello, se tomará como base de cálculo los bienes personales resultantes al 31 de marzo pasado.

El proyecto no solo genera tensiones internas en Juntos por el Cambio; Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, tampoco le tiene demasiada simpatía. Sin embargo, sabe que su capacidad de influencia es limitada y que difícilmente pueda resistir la avanzada kirchnerista; Máximo, con quien mantiene un muy buen vínculo, es el verdadero mandamás del bloque y quien define la estrategia.

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Pero Massa cuenta con una ventaja: su relación con la oposición. El oficialismo no tiene mayoría en la Cámara, por lo que el buen diálogo con los distintos bloques es crucial para evitar sorpresas. Es lo que logró el jueves de la sesión frustrada en la Cámara baja para derogar los superpoderes presupuestarios: Juntos por el Cambio no alcanzó el quórum gracias a los buenos oficios de Massa con los bloques opositores aliados, aunque se ocupó de que estuvieran a solo cinco voluntades de alcanzar el número. El quórum propio de la oposición es una amenaza latente y Massa puede mostrarse como quien puede calibrarla.

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En el Senado, entretanto, Cristina Kirchner buscará avanzar en la designación de Rafecas como procurador. Rafecas es un viejo conocido de Fernández: ambos compartieron el departamento de Derecho Penal de la UBA y tuvieron como mentor a Esteban Righi. Rafecas también es confiable para Cristina desde que desestimó la denuncia del fiscal Alberto Nisman por encubrimiento a Irán en el atentado a la AMIA de 1994. Si bien el oficialismo contaría con la mayoría suficiente para despachar el dictamen en la Comisión de Acuerdos, aún es una incógnita el veredicto del pleno del cuerpo: para aprobar el pliego requerirá el voto de los dos tercios de los senadores presentes en el recinto.

El bloque de Juntos por el Cambio, que conduce Luis Naidenoff, no apoyará la designación de Rafecas. Así lo decidieron la semana pasada sus integrantes, en una reunión por videoconferencia. Esta posición de rechazo, sin embargo, no inhibe de que pueda haber cabos sueltos, admiten en la oposición. Su mirada está puesta en los aliados del bloque opositor, sobre quienes no ponen las manos en el fuego. En tiempos de pandemia y necesidades, algunas lealtades están bajo la lupa. Cristina Kirchner, segura de las suyas, parece dispuesta a hacerlas valer.