Un congresista estadounidense dedicado a una Cuba libre | Opinión
Hay personas que por su obra de vida dejan huellas indelebles y entre esos rastros que enorgullecen la posteridad, están los de Lincoln Díaz-Balart, un hombre que honró el gentilicio de dos países durante toda su vida.
Lincoln fue un hombre con grandes compromisos ciudadanos, responsabilidad que se puede apreciar a través de sus actividades en las que mostró sentirse obligado con Cuba y Estados Unidos por igual, pero más profundamente, con las personas que enfrentaran situaciones de injusticias como causa toda dictadura, en particular las de corte castro chavista que padecen Cuba, Nicaragua, Bolivia y Venezuela.
Lincoln nació en La Habana y, como tantos otros cubanos de 1959 a la fecha, abandonó su tierra en plena infancia, no obstante, su identidad nunca la perdió.
Le forjaron en amor a la Patria, amor que, como escribiera el apóstol José Martí, “El amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas.” Es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”.
Lincoln cumplió a cabalidad con esta máxima del apóstol. Nunca cejó en su empeño de combatir el castro totalitarismo. Puso su talento y devoción al servicio de esos ideales y fue efectivo en su gestión.
Fue un político exitoso.
Interpretó sabiamente a sus electores, manteniendo con ellos una estrecha relación. Además, fue capaz de escoger un equipo de colaboradores en el que se destacó Ana Carbonell, una mujer de gran talento y talante.
Su primera postulación fue como miembro del partido Demócrata donde asumió distintos liderazgos, entre ellos, presidente de los Jóvenes Demócratas del condado Miami-Dade y Jóvenes Demócrata de la Florida, después, fue integrante del comité ejecutivo del partido en el condado y en 1985 cambio de Partido, inscribiéndose junto a varios miembros de su familia en el Partido Republicano.
En 1986 fue elegido a la Cámara de Representantes de Florida hasta 1989, año que pasó al Senado del Estado hasta 1992. Posteriormente, fue electo a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, donde sirvió hasta el 2011.
Lincoln Díaz-Balart fue el segundo congresista federal de los exiliados cubanos, fue precedido por una cubana que nos enorgullece a todo, Ileana Ros-Lethinen, elegida en 1989, convirtiéndose en la primera hispana en llegar a la Cámara estadounidense.
Fueron dos congresistas particularmente activos, hijos de dos cubanos de pura cepa, Enrique Ros y Rafael Díaz-Balart, respectivamente. Estos dos congresistas marcaron pautas a favor de Cuba en la política de Estados Unidos, fue una época dorada en el aspecto exterior de nuestra lucha, ocupando la causa insular una posición prioritaria.
No hubo servidor del totalitarismo que no fuera severamente confrontado por estos paladines. Trabajaron intensamente a favor de retorno de la democracia en Cuba, una gesta que considero que todos los exiliados estamos obligados a reconocer, con independencia de las simpatías partidarias que cada quien pueda albergar.
En el 2003 fue miembro fundador del Instituto de Liderazgo Hispano del Congreso, una organización bipartidista que ofrece espacio a la diversidad e inspira a las nuevas generaciones de líderes hispanos y en el año 2011 constituyo el Instituto La Rosa Blanca en memoria de su padre, Rafael, y cuyo propósito es respaldar la construcción de una Cuba democrática, otra muestra de su perenne compromiso con la Isla.
Lincoln, aparte de la defensa de los mejores valores y tradiciones estadounidenses, mostró una seria preocupación por la libertad y el mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos promoviendo leyes históricas como la aprobación de la Ley de Ajuste Nicaragüense y Alivio de Centroamérica (NACARA) en 1997, y la codificación del embargo de los Estados Unidos contra Cuba en 1996, condición que exige que todos los presos políticos sean liberados y que se programen elecciones multipartidistas en Cuba antes de que se puedan levantar las sanciones estadounidenses, características que acabaría con la esencia del régimen totalitario.
Lincoln Díaz-Balart cumplió a plenitud con un deber que todos estamos obligados a acatar, ser un buen ciudadano.
Pedro Corzo es un periodista en Miami.