Cómo conflicto por canal y cierre de la frontera con Haití avivan las tensiones raciales en República Dominicana

El río de 34 millas que fluye desde la montaña Pico de Gallo en la República Dominicana y recorre el noreste de Haití es, geográficamente hablando, el divisor entre estas dos naciones. Pero la división entre estos dos enconados vecinos es mucho más profunda que las aguas del rio Dajabón.

El conflicto entre la República Dominicana y Haití por la construcción de un canal en el lado haitiano llevó el mes pasado al presidente dominicano, Luis Abinader, a cancelar los visados de los haitianos y a cerrar toda circulación de bienes y personas a través de toda la frontera terrestre, marítima y aérea de su país.

Ahora, el cierre está sacando a la luz la larga historia de tensiones raciales en la isla de La Española, compartida por ambos países.

Junto con el aumento de la presencia militar dominicana en la frontera de 220 millas —donde Abinader también está construyendo un muro para mantener fuera a los inmigrantes haitianos indocumentados— ha habido un aumento del número de agentes de inmigración en las calles de la República Dominicana, y de las deportaciones a Haití. Desde principios de año, más de 200,000 haitianos han sido expulsados, según las autoridades, y desde la disputa por el canal, más de 100,000 han regresado voluntariamente.

“La gente tiene cada vez más miedo”, dijo Edwin Paraison, ex ministro de Haitianos Residentes en el Extranjero y conocido activista haitiano en la República Dominicana. “Está resurgiendo el antihaitianismo”.

Esa hostilidad no se dirige solo contra los haitianos, sino contra cualquiera que tenga un tono de piel más oscuro.

Mujer dominicana deportada a Haití

El mes pasado, Cristina Martínez Lorenzo, una mujer dominicana de piel oscura de la provincia de San Cristóbal, se vio atrapada en la redada de inmigración tras ser confundida con una ciudadana haitiana, según su tía y un periodista local que investigó su caso.

“Llegó al hospital de Cambita con dolor de estómago y se sentó a esperar a que el médico la atendiera. El médico no la atendió. Tuvo una crisis, empezó a desmayarse”, cuenta Dominga Martínez sobre su sobrina, madre de dos hijos y enferma mental. “La Policía aquí en San Cristóbal la recogió y la llevó a inmigración”.

Desde allí trasladaron a Cristina Martínez, dejando a su familia en la incertidumbre sobre su paradero hasta que recibieron un video de ella en un vehículo de inmigración, de los que se usan para deportar a los haitianos indocumentados. Estuvo bajo custodia de inmigración durante tres días, dijo Dominga Martínez, antes que “se la llevaran a Haití” el 23 de septiembre.

Martínez reapareció finalmente en su país 23 días después, con ropa diferente. Su tía supone que había estado al otro lado de la frontera, en la localidad de Belladère, en el centro de Haití, fronteriza con la provincia dominicana de Elías Piña. Dominga Martínez dice que su sobrina les dijo que estuvo en Haití y que la habían violado.

Como muchos dominicanos, Dominga Martínez se resiste a ver la deportación de su sobrina como un acto de racismo. Más bien, dice, su sobrina acabó en ese aprieto porque no tenía documentos personales cuando llegaron las autoridades, lo que los llevó a suponer que era haitiana, “lo que es normal aquí”.

Pero otros en el país creen que el problema es mucho más profundo, que forma parte del sentimiento antihaitiano que resurge en medio de la actual disputa diplomática sobre la construcción del canal. A última hora de la tarde del lunes, el gobierno dominicano no había respondido a varias preguntas enviadas por correo electrónico por el Miami Herald.

La semana pasada Abinader, quien insiste en que el canal del río Dajabón desviará el agua de los agricultores dominicanos, reabrió la frontera. Pero solo se permitiría el cruce de bienes esenciales, dijo, y los haitianos seguirían teniendo prohibido cruzar hacia su país.

Haití, que considera la postura dominicana una afrenta a su soberanía, ha mantenido cerrado su lado de la frontera.

Edith Febles , presentadora del programa matutino El Día, de la cadena local dominicana Telesistema 11, y de “La Cosa Como Es”, de Teleradio América, fue una de las pocas periodistas que informó sobre la desaparición de Cristina Martínez. En un programa, dijo que el caso era “simbólico” de la falta de compasión de su país.

En otro, Febles, de tez color café con leche, suplicó a Abinader y a los ministros de su gabinete que ayudaran a localizar a la mujer desaparecida y preguntó por qué nadie más que la familia de Cristina la estaba buscando. La periodista insistió en que la mujer era dominicana, al igual que sus padres.

Un documento policial, fechado el 22 de septiembre de 2023, en el que se cita a la dominicana Cristina Martínez entre cuatro ciudadanos haitianos. Su nombre se cita como "Cristina Marlene". Su estatus: "Indocumentado".
Un documento policial, fechado el 22 de septiembre de 2023, en el que se cita a la dominicana Cristina Martínez entre cuatro ciudadanos haitianos. Su nombre se cita como "Cristina Marlene". Su estatus: "Indocumentado".

Febles prosigue su investigación sobre el trato dado a Cristina Martínez. Durante su emisión, presentó una serie de documentos, facilitados por la familia, que muestran cómo se cambió el nombre de Martínez para que sonara francés. Un documento de la policía, fechado el 22 de septiembre y compartido con el Miami Herald, la incluía entre cuatro ciudadanos haitianos. Su nombre es “Cristina Marlene”. Su estatus: “ Indocumentada”.

“Lo fundamental en todo esto es el color de la piel, que demuestra que incluso... la población negra dominicana está en peligro”, dijo Paraison.

Pero el temor a que cualquiera que tenga un tono de piel más oscuro pueda ser arrestado y retenido porque las autoridades piensen que es haitiano no es algo aislado de los dominicanos negros. En noviembre pasado, después que el país puso en marcha deportaciones masivas de haitianos, la embajada de Estados Unidos en Santo Domingo advirtió a los visitantes afroamericanos que podían ser confundidos con haitianos, ser detenidos y deportados a Haití.

Las autoridades dominicanas rechazaron las críticas de Estados Unidos y afirmaron que la alerta de viaje había afectado negativamente el turismo. En una comparecencia ante una comisión del Congreso cuatro meses después, el secretario de Estado Antony Blinken defendió la advertencia.

Tras múltiples casos preocupantes, dijo, “llegamos a un punto en el que nos pareció importante asegurar que la gente pueda velar por su seguridad”.

A la pregunta de si pensaba que el gobierno de la República Dominicana era racista, Blinken respondió: “No. Nos preocupa el trato que recibe la población haitiana”.

Siete meses después, ese trato sigue siendo un problema.

“Cualquiera que se acerque al prototipo de las características físicas de los haitianos tratará con la misma dependencia de inmigración que va a todas partes, todos los días por las calles de la República Dominicana, recogiendo a la gente sin piedad y violando con frecuencia sus derechos humanos”, dijo Juan Miguel Pérez, sociólogo criado en la República Dominicana y profesor en la Universidad de Santo Domingo. “Y eso es lo que ocurrió con esta señora”.

Violación de una mujer haitiana

Abinader se postula a la reelección y algunos dicen que su campaña contra el canal haitiano es obra de asesores que ven el tema como algo positivo para ganar electores en un país que en 1912 aprobó leyes que restringían el número de negros que podían establecerse allí y que aún resiente la ocupación de Haití durante 22 años.

La República Dominicana no celebra su independencia de España, pero sí su libertad de Haití, que la ocupó hasta 1844 tras invadirla en 1822 y liberar a sus esclavos.

La dominicana Cristina Martínez, con camiseta gris, se reúne con su familia dos semanas después de su desaparición tras ser arrestada por la policía y puesta bajo custodia de inmigración por funcionarios dominicanos que creyeron que era de nacionalidad haitiana. Su familia afirma que posteriormente fue deportada a Haití.
La dominicana Cristina Martínez, con camiseta gris, se reúne con su familia dos semanas después de su desaparición tras ser arrestada por la policía y puesta bajo custodia de inmigración por funcionarios dominicanos que creyeron que era de nacionalidad haitiana. Su familia afirma que posteriormente fue deportada a Haití.

Las acciones de Abinader han dado lugar a varios actos racistas en su país, dicen los críticos. Por ejemplo, el primer día del cierre de la frontera, un sindicato de transporte anunció que se prohibiría a los conductores transportar pasajeros haitianos. La amenaza no se materializó, pero Paraison dijo que el hecho de que las autoridades dominicanas no denunciaran el plan no hizo sino aumentar la sensación de malestar de los haitianos.

Dos semanas después, una mujer haitiana detenida en el Aeropuerto Internacional Las Américas de Santo Domingo, la capital dominicana, denunció haber sido violada por un agente de inmigración en presencia de su hijo de 4 años. Las autoridades dominicanas confirmaron posteriormente el arresto del agente. Pero siguieron apareciendo más denuncias de abusos.

La semana pasada, las Misioneras Dominicas del Rosario de El Seibo denunciaron abusos por parte de la Dirección General de Inmigración, detallando cómo agentes de inmigración habían derribado puertas y sacado de la cama a haitianos, algunos semidesnudos, a las 2 a.m. y los habían subido violentamente a camiones y transportado al Centro de Detención de Haina. Ahí fueron golpeados y amenazados, y les robaron sus pertenencias.

El mismo día en que se denunció la preocupación del grupo religioso, medios locales informaron que el jefe de Inmigración, Venancio Alcántara, había despedido a 10 agentes e iniciado una investigación sobre los presuntos abusos tras las denuncias de grupos de derechos humanos.

Pérez afirmó que muchos dominicanos conviven con haitianos y que es frecuente que personas de ambos países se casen entre sí, por lo que “es difícil, como sociólogo que soy, decir que el pueblo dominicano es racista”. Más bien, considera que el racismo es un problema estructural usado como herramienta por quienes detentan el poder, y apuntalado por el silencio de los intelectuales liberales del país.

“Históricamente Haití ha sido usado por la clase dominante de este país como una herramienta para manipular a la opinión pública”, dijo Pérez. “Eso es solo entretenimiento para intentar distraer a la gente de sus propios problemas y de la responsabilidad de la élite y el problema de los pobres dominicanos”.

Pero hay un precio.

“Este tipo de cosas no ayudan a la forma en que la gente se relaciona en la calle”, dijo. “También es imposible que no tenga un impacto económico”.

Cristina Martínez acudió a un hospital de una provincia de la República Dominicana por dolores de estómago y pronto acabó bajo custodia de inmigración tras ser confundida con haitiana, según declararon su familia y un periodista local que investiga su caso. Estuvo desaparecida durante tres semanas antes de reaparecer, diciendo a su familia que la habían enviado a Haití.

Justo la semana pasada, los productores dominicanos de huevo anunciaron que se habían visto obligados a declararse en quiebra. Culpando al gobierno, la Asociación de Productores Avícolas de Moca y Licey al Medio dijo que el cierre de fronteras de Abinader les dejó sin poder vender 50 millones de huevos a los haitianos.

“El primer problema es económico”, dijo Pérez. “El segundo es la ilusión de que este país puede deshacerse de los inmigrantes y transformar esa mano de obra compuesta por inmigrantes y sustituirla por dominicanos”.

Una encuesta sobre inmigrantes de 2017 mostró que los haitianos representaban 87% de la población inmigrante dominicana, 497,825 personas. Otros 253,255 nacieron en República Dominicana de al menos un padre haitiano.

A pesar de ello, existe una falta de comprensión entre la sociedad dominicana de lo que significa ser inmigrante, dijo Pérez. Mientras que a los dominicanos en el extranjero, por ejemplo, se les conceden permisos de trabajo, prestaciones médicas y estatus migratorio legal y se respetan sus derechos humanos, dijo Pérez, “no aplicamos a los haitianos las mismas normas de las que nos beneficiamos en el extranjero”.

“Aquí hay gente que está trabajando en los campos, que cosechan nuestros alimentos, que están construyendo nuestras calles, construyendo nuestros edificios y nosotros renegamos de ellos”, dijo, añadiendo que el problema se agrava por la actitud de los liberales en el gobierno.

Un ejemplo, dijo Pérez, es la política que rodea a Abinader, cuyo Partido Revolucionario Moderno surgió del izquierdista Partido Revolucionario Dominicano. El antiguo líder del PRD fue José Francisco Peña Gómez, tres veces candidato a la presidencia de la República Dominicana y una de las figuras políticas negras más destacadas de América Latina. Defensor a ultranza de la igualdad y la justicia política, social y racial, murió en 1998 de cáncer a los 61 años.

Los dos padres biológicos de Peña Gómez eran de ascendencia haitiana, y estuvieron entre los asesinados cuando el dictador dominicano Rafael Trujillo ordenó la matanza de miles de haitianos y dominicanos de ascendencia haitiana en 1937, en lo que se conoció como la Masacre del Perejil. Sus cadáveres ensangrentados fueron arrojados al río Dajabón.

Irónicamente, si viviera hoy, Peña Gómez podía haberse encontrado entre los 250,000 dominicanos a los que en 2013 se les retiró la ciudadanía después que la Corte Constitucional falló que los dominicanos nacidos después de 1929 de padres que no eran de ascendencia dominicana no tenían derecho a la ciudadanía. Repentinamente convertidos en apátridas, muchos de estos dominicanos siguen luchando por su reconocimiento.

Abinader: No hay racismo en República Dominicana

El mes pasado, mientras asistía a la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, Abinader fue interrogado por un estudiante durante una charla en la Universidad de Columbia sobre el canal, y el racismo y el llamado colorismo en la República Dominicana. Abinader defendió firmemente su postura sobre el canal y afirmó que no había racismo en el país.

El 85% de la población dominicana es mestiza. Cuando el estudiante insistió en que había un problema racial, un iracundo Abinader respondió: “Esa es tu opinión, pero no es el verdadero problema que tenemos en la República Dominicana”.

Desde que llegó al poder en 2020, Abinader ha adoptado una agenda ultraconservadora que ha tenido efectos negativos sobre la población negra, en particular los migrantes haitianos y sus descendientes, dijo Ana Belique, activista social dominicana.

“En República Dominicana existe una realidad, es el racismo. Pero las autoridades no lo reconocen y odian que se hable de ello”, dijo. “Y cuando hablas de ello, te conviertes en la persona que está en peligro, en el objetivo”.

Esto significa, dijo, que la República Dominicana sigue siendo incapaz de abordar el problema del racismo.

“Cristina no es la primera dominicana que ha sido confundida con haitiana y luego enviada a Haití”, dijo. “Pero lo que ha hecho que este caso sea aún más grave es que se trata de alguien que sufre problemas mentales y las autoridades no lo tuvieron en cuenta. Demuestra cómo funciona la inmigración dominicana”.

Belique, quien nació en la República Dominicana de ascendencia haitiana, forma parte del grupo Reconoci.do, que se formó tras la decisión de la Corte Constitucional pero cuyos miembros llevan mucho tiempo luchando por el reconocimiento de su derecho a ser reconocidos como dominicanos.

“Tanto si eres indocumentado como si has sido documentado, en cuanto ven que eres más moreno que ellos o que no tienes el aspecto que ellos tienen en su mente que debe tener un dominicano, pueden agarrarte, arrestarte y deportarte a Haití”, dijo Belique. “Esa es la realidad que vivimos día a día, especialmente entre quienes viven en comunidades donde hay muchos haitianos”.

Belique señaló que en los últimos años, mujeres haitianas embarazadas en la República Dominicana han sido sacadas de hospitales, detenidas y enviadas a Haití. Incluso las deportaciones “voluntarias” que el gobierno ha estado promocionando, dijo, son en realidad personas obligadas a marcharse bajo coacción.

“Entran en nuestras casas a las 2 a.m. o 3 a.m.”, dijo Belique. “Para los negros, para los haitianos, para los individuos que son dominicanos, pero que la inmigración cree que son haitianos, no hay ningún lugar que sea seguro”.