La Conferencia de Múnich profundizó la grieta transatlántica

PARÍS.- Unos 500 líderes mundiales de la defensa, la diplomacia y la inteligencia reunidos en la conferencia sobre seguridad organizada cada año en Múnich, intentaron este fin de semana responder a la pregunta planteada por los organizadores: "¿Cómo detener la pérdida progresiva de influencia de Occidente frente al resto del mundo?" La respuesta fue clara: la grieta entre Estados Unidos y Europa es cada vez más profunda.

En una clara alusión al repliegue estadounidense -acelerado por Donald Trump-, al Brexit y a las políticas populistas e identitarias en Europa, que benefician a potencias como China, Rusia o Turquía, el tema elegido por los organizadores para esta 56» conferencia permitió dejar al descubierto esos desacuerdos transatlánticos.

Si bien el concepto no fue apreciado por todo el mundo, no hubo dudas durante los tres días de reunión que Occidente, y en particular Europa, tienen serias dificultades para adaptarse a los nuevos centros disruptivos de toma de decisión que emergen en el planeta.

Así lo explicó Heiko Maas, ministro de Relaciones Exteriores alemán, para quien el futuro de Medio Oriente dejó de decidirse en Ginebra o en Nueva York, sedes de la ONU, para trasladarse a Astana o Sochi, ciudades donde se reúnen los líderes de Rusia, Turquía e Irán. Para él, la razón reside en la decisión de la Casa Blanca de dejar de ejercer el papel de gendarme internacional, "huecos estratégicos" que están ocupados por países con valores diferentes a los defendidos por Europa.

Mucho más dura fue la intervención del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, que acusó a la Casa Blanca de dar la impresión de "rechazar la idea de una comunidad internacional".

El presidente alemán criticó a Rusia por "volver a utilizar la fuerza militar y la modificación violenta de fronteras como método político" en Europa. Y afirmó que China "acepta las leyes internacionales solo en forma selectiva: cuando no van en contra de sus intereses".

Al referirse a Estados Unidos, Steinmeier lamentó que "el principal aliado de Europa" haya adoptado la política de que "alguien es solo fuerte cuando piensa exclusivamente en sí mismo. Ser great again a expensas de vecinos y socios", concluyó.

Al frente de la delegación más importante que haya asistido a la conferencia de Múnich, el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, no usó guantes para rechazar las acusaciones. "Tengo el placer de anunciarles que la idea según la cual la alianza transatlántica estaría muerta es ampliamente exagerada", ironizó. "Occidente está ganando la batalla", cerró Pompeo.

Pompeo fue refutado por Emmanuel Macron. Cuando intervino por primera vez en la conferencia de Múnich, el presidente francés estimó que hay "un debilitamiento de Occidente" frente a Asia o Rusia y que "en la política estadounidense se registra una suerte de repliegue, una reconsideración de su relación con Europa" que es necesario tener en cuenta, señaló. En tanto, el mandatario renovó el llamado a sus socios europeos a construir una sólida defensa común.

Además, Macron reconoció la debilidad de Europa frente a la campaña de Rusia para "desestabilizar las democracias occidentales". "Frente a esos ataques tenemos muy pocos anticuerpos", consideró. Para Macron, Europa debe dialogar con Rusia sobre ese tema para establecer "estrategias de desescalada" y entablar una "transparencia común".

La grieta que parece instalarse a través del Atlántico también se manifestó en relación con China. Los 40 miembros de la delegación norteamericana llegaron con una consigna: presionar sobre Europa para que no permita al gigante Huawei acceso a sus futuras redes de telecomunicaciones 5G, que según Washington serán una puerta abierta al espionaje. Hasta ahora, la mayoría de los países europeos resistieron esas presiones.

Wang Yi, el ministro de Relaciones Exteriores chino, lamentó que Mark Esper, jefe del Pentágono, y Pompeo digan siempre lo mismo: "El problema es que Estados Unidos no quiere aceptar el rápido desarrollo y rejuvenecimiento de China. Y mucho menos el éxito de un país socialista", opinó.

El canciller ruso, Sergei Lavrov, prefirió usar su intervención para explicar la propuesta de Vladimir Putin de organizar una cumbre anual entre los cinco países miembros del Consejo de Seguridad. Explicó que no se trata de "crear un club privado para decidir los destinos del mundo, sino de asumir nuestra responsabilidad como miembros permanentes del Consejo y preocuparnos por la estabilidad y la seguridad mundiales", dijo.

Muchos vieron en esa propuesta la intención del líder ruso de regresar a la mesa de los grandes, después de haber sido expulsado del G-8 tras la invasión de Crimea en 2014.