Condenan a un violador 16 años después porque la policía nunca revisó la dentadura que dejó con su nombre en la escena del crimen

Thomas Maupin cometió una violación en 2001 y continuó con su vida como si nada hubiera ocurrido. La agresión ocurrió en una calle de Memphis, Tennessee. La mujer tenía 31 años; el violador, 51.

Tras haberla observado desde su auto, el hombre se bajó, siguió a la mujer, la golpeó a la altura de la barbilla con una barra metálica y con ella misma la agredió después de forzarla a realizar sexo oral.

Cuando la policía llegó al lugar de los hechos, encontró una dentadura que se suponía fuera del atacante.

El agente la colocó dentro de una bolsa de plástico y la entregó en las instancias policiales, donde permaneció, tranquila, en silencio, hasta que en julio de 2016 a alguien se le ocurrió observarla al detalle, después de que se diera la orden de revisar varios casos archivados.

Y la dentadura “habló”.

De acuerdo con Tribune Media Wire, la semana pasada un juez de Tennessee condenó a Thomas Maupin a ocho años de cárcel, luego de que un perito observó que la dentadura llevaba el nombre y el apellido del agresor.

Lo peor fue que, además de su identidad, el dispositivo también portaba restos de saliva, cuyo ADN fue extraído y cotejado con una base de datos.

Para sorpresa de los investigadores, el análisis coincidió con la primera evidencia. Su perfil de ADN “fue consistente con el de Maupin”, según un comunicado emitido por la oficina del fiscal general del condado Shelby.

Thomas Maupin había mandado a hacer aquella dentadura en 1988, mientras penaba en prisión por el asesinato a una niña de seis años en el estado de Washington.

Maupin fue condenado dos veces a 40 años de cárcel, aunque en la fase de apelación ambas fueron posteriormente anuladas. De ahí que 12 años después de entrar a la cárcel, Maupin fue liberado, tras lo cual se mudó a Tennessee, donde cometió la violación de marras en 2001.

Según estimados, en EEUU son miles los casos de delitos que no son debidamente investigados y cuyas pruebas son abandonadas, cuando no eliminadas, en dependencias policiales o judiciales.