El compromiso cívico en el currículo de historia
En marzo de 2022, el Ministerio de Educación y Formación Profesional publicó el Real Decreto de Enseñanzas Mínimas de Geografía e Historia para la ESO. Este currículo organizó los saberes básicos en tres bloques:
Retos del mundo actual. Este bloque, además de contenidos geográficos, plantea los desafíos del presente: emergencia climática, problemas demográficos, concentración y distribución de la riqueza, o la sociedad de la información.
Sociedades y territorios. Este bloque plantea los conocimientos históricos desde una perspectiva procedimental (las fuentes históricas y el método del historiador), cronológica (desde la prehistoria hasta el presente), y transversal (el poder, el conflicto, las conexiones económicas, los olvidados de la historia, mundo rural y mundo urbano, sociedad, demografía o ciclos de vida).
Compromiso cívico.
Este último bloque, que también está presente en las asignaturas Historia del Mundo Contemporáneo e Historia de España de Bachillerato, está compuesto por los siguientes contenidos:
Conciencia y memoria democrática.
Reconocimiento de la diversidad identitaria.
Igualdad de género.
Valoración y respeto a la diversidad social, étnica y cultural.
Los valores del europeísmo
Solidaridad y cooperación.
Conservación y difusión del patrimonio histórico.
Para comprender la inclusión de estos saberes en las asignaturas de Geografía e Historia, debemos adentrarnos en el enfoque sobre conciencia histórica, y en los compromisos internacionales de España con el Consejo de Europa.
Enseñanza de la historia y conciencia histórica
El 18 de abril de 1966, el filósofo alemán Theodor W. Adorno dio una conferencia titulada La educación después de Auschwitz. En esta conferencia afirmaba lo siguiente:
“La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación. (…) Cualquier debate sobre ideales de educación es vano e indiferente en comparación con este: que Auschwitz no se repita”.
La memoria de la violencia y de las víctimas se convirtió en el nuevo imperativo de las democracias de posguerra.
En el centro y este de Europa, donde los traumas de la II Guerra Mundial, limpiezas étnicas, las tensiones en los Balcanes, y la desintegración de la URSS, han tenido gran impacto, se ha incidido en un enfoque conocido como conciencia histórica. Se entiende con ello la forma en que las sociedades valoran su pasado, y que condiciona su comprensión y sus formas de actuar en el presente. Esto conlleva la reflexión sobre hechos históricos controvertidos y traumáticos, el contraste de narrativas diversas, la recuperación de la memoria de minorías, y el compromiso cívico y democrático.
Europa, derechos humanos y cultura democrática
Paralelamente, el Consejo de Europa, como parte de su atención a la educación, elaboró un Compass (Brújula, en español), un manual para la educación en derechos humanos, el fomento de la igualdad y la dignidad; y detalló las Competencias para la Cultura Democrática (CDC): las habilidades que deben adquirir los estudiantes para participar y convivir de manera efectiva en sociedades culturalmente diversas.
En el contexto de esas propuestas, el consejo publicó en 2001 una serie de recomendaciones para la enseñanza de la historia, basadas en los principios de tolerancia, reconciliación, reconocimiento mutuo entre pueblos, y el impulso de los derechos humanos y la democracia.
Las recomendaciones del Consejo de Europa
En 2018 este organismo volvió a publicar otro informe sobre calidad en educación histórica con principios y pautas para plantear un currículo de historia:
Desarrollo de currículos flexibles y pedagogías interactivas que reconozcan las diferencias culturales y la igualdad de género.
Enseñar y aprender sobre la compleja historia de la democracia.
Reconocimiento de los diferentes orígenes culturales, religiosos y étnicos.
Valorar las identidades múltiples.
Proporcionar al alumnado herramientas intelectuales para evaluar fuentes históricas.
Introducir temáticas controvertidas en el aula.
Como culminación de estas preocupaciones, el Observatorio de Enseñanza de la Historia en Europa publicó en enero de 2022 un informe sobre educación histórica en el que se insiste en el pensamiento histórico (evaluación de fuentes) y el compromiso cívico (valores democráticos, multiperspectividad, identidades múltiples y análisis de pasados traumáticos).
Objetivos controvertidos
Esta propuesta curricular ha traído mucha controversia. Algunas comunidades autónomas han planteado eliminar contenidos del bloque de compromiso cívico, tildando a la memoria democrática, la igualdad de género o el respeto por otras culturas como propaganda política de la izquierda.
La Real Academia de la Historia publicó un manifiesto en el que hablaba de un currículo demasiado centrado en la Edad Contemporánea, politizado, y con muchos conceptos que provenían de la sociología, ciencia política o economía.
Educación histórica, batalla cultural
Estas manifestaciones muestran cómo la educación histórica se ha convertido en un campo de batalla cultural para agitar intereses que poco tienen que ver con los fines educativos de la historia.
A esta agitación política se une el peso que tradicionalmente ha tenido la narrativa nacional en las clases de historia. El abuso de este relato en el aula ha ignorado en ocasiones una pregunta clave: ¿por qué y para qué debe el alumnado aprender historia? Así lo planteaba el historiador Juan Sisinio Pérez Garzón hace 20 años en su libro La gestión de la memoria:
“¿Por qué ese empeño por enseñar quiénes fueron Carlos V o Felipe II, y no por explicar la relación del pasado europeo, de la monarquía de los Austrias, entre otros, con los procesos que abocaron a la trágica carga de la deuda externa que hoy aplasta a los países latinoamericanos, africanos y asiáticos? (…) ¿O es que se pretende que la juventud española estudie los Reyes Católicos, a Carlos V o sus descendientes porque son un conocimiento valioso en sí mismo?”
Modernización e interdisciplinariedad
La introducción de conceptos y métodos de análisis procedentes de la sociología, la economía y la ciencia política en el currículo, en contra de la opinión de la Real Academia de la Historia, es el resultado y herencia del esfuerzo de interdisciplinariedad y modernización llevado a cabo en nuestro país en las décadas de 1970 y 1980 por historiadores tan relevantes como Tuñón de Lara, Pierre Vilar o Santos Juliá.
Aunque no es un currículo perfecto, ha centrado su foco en la sociedad, en el origen de las desigualdades, en los valores democráticos, y en los derechos humanos. Ha propuesto la combinación de conceptos de pensamiento histórico (planteados en otros currículos de referencia como Inglaterra, Ontario o Australia), con los valores cívicos y democráticos.
Esto colisiona con una visión de la historia basada en la nación como sujeto histórico, el patriotismo, la adhesión a héroes nacionales, y otro tipo de valores como el culto a las batallas heroicas, o el caudillismo.
La historia de los olvidados
La enseñanza de la historia debería tener como objetivo formar ciudadanos críticos. Y esto implica, como ha recomendado el Consejo de Europa, combinar la enseñanza de los grandes procesos históricos (que están presentes en el currículo) con la compleja historia de la democracia, las identidades múltiples, y la lucha contra la injusticia o la desigualdad.
Esto puede y debe plantearse desde la larga duración, ampliando la concepción actual, y a veces miope por su foco en los procesos contemporáneos, de la memoria democrática. Hay que rescatar las historias de aquellos que tradicionalmente han sido olvidados por los currículos y libros de texto: los “perdedores” en los procesos de cambio, esclavos, minorías, mujeres o personas en situación de dependencia.
Como defendió el historiador Edward Thompson en su libro La formación de la clase obrera de Inglaterra:
“Trato de rescatar al pobre tejedor de medias, al tundidor ludita, al ‘obsoleto’ tejedor de telar manual, al artesano ‘utópico’. (…) Es posible que sus oficios artesanales y sus tradiciones estuviesen muriendo. Es posible que su hostilidad hacia el nuevo industrialismo fuese retrógrada. Es posible que sus ideales comunitarios fuesen fantasías. Es posible que sus conspiraciones insurreccionales fuesen temerarias. (…) En algunas de las causas perdidas de las gentes de la Revolución Industrial podemos descubrir percepciones de males sociales que todavía tenemos que sanar.”
Este artículo ha sido elaborado junto con Félix González Chicote, profesor de secundaria de Geografía e Historia y coordinador de las pruebas de EvAU de la materia de Historia de España en Castilla-La Mancha.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Cosme Jesús Gómez Carrasco ha recibido fondos de la Agencia Estatal de Investigación para la realización de un proyecto de investigación en el marco del plan estatal I+D+i y del SEPIE para una acción estratégica KA220 de alianzas de instituciones de Educación Superior dentro del programa ERASMUS+.