El oasis al que se retiran para 'desconectar' de la guerra que tienen encima

Andre Pigulevsky, el propietario de Ostras de Escitia, muestra las ostras que produce en Oysterville, una pequeña cafetería y centro vacacional de playa en la parte de Odesa del estuario de Tylihul, Ucrania, el 14 de agosto de 2022. (Daniel Berehulak/The New York Times)
Andre Pigulevsky, el propietario de Ostras de Escitia, muestra las ostras que produce en Oysterville, una pequeña cafetería y centro vacacional de playa en la parte de Odesa del estuario de Tylihul, Ucrania, el 14 de agosto de 2022. (Daniel Berehulak/The New York Times)

ESTUARIO DE TYLIHUL, Ucrania — Kirill Vikhrov, teniente mayor del ejército, se quitó el uniforme y se metió al estuario de poca profundidad mientras los extensos rayos del sol vespertino se reflejaban en su cabello rubio.

El soldado de 25 años sumergió lentamente todo el cuerpo en el agua salada, cerró los ojos y pareció que, por un instante, se relajaba.

Habían pasado casi seis meses desde la última vez que Vikhrov tuvo un momento para sí mismo, libre de los bombardeos, las armas y la muerte, los cuales no habían hecho más que intensificarse en las últimas semanas en el frente de batalla del sur de Ucrania. Se ha vuelto muy difícil sobrellevar las tensiones de la guerra.

“La gente se está cansando”, comentó. “Hay quienes tienen los nervios muy afectados por el constante bombardeo y la tensión continua. No dormimos bien, así que algunos están sucumbiendo”.

Pero durante una fugaz tarde de domingo, Vikhrov se alejó del sangriento conflicto en el que él y los demás soldados han estado atrapados durante meses mientras las fuerzas rusas se atrincheraban en la cercana región de Jersón.

Vikhrov y su novia han huido a un pequeño y tranquilo oasis a unos 80 kilómetros del frente de batalla. Este lugar, situado a las orillas del estuario de Tylihul, se ha convertido en un popular sitio de sosiego, donde quienes están extenuados por la guerra pueden nadar, tomar el sol y hacer de cuenta que la vida sigue siendo normal, aunque sea solo por unos breves momentos. Este estuario es uno de los pocos cuerpos de agua a lo largo de la costa del mar Negro de Ucrania que no está minado ni se usa para ninguna finalidad militar.

También tiene un atractivo que parecería exótico incluso en rincones más apacibles de Ucrania: las ostras.

Hace unos cuantos años, un empresario ucraniano aficionado a las cosas poco convencionales abrió una granja experimental de ostras en estas aguas. A pesar de la guerra, este negocio y sus pequeñas criaturas han logrado salir adelante.

Un domingo reciente, la pequeña cafetería al aire libre de la granja estaba abarrotada y muchas de las mesas de madera para picnic estaban ocupadas por quienes querían tomarse un respiro del combate.

Visitantes nadan cerca de Oysterville, una pequeña cafetería y centro vacacional de playa en la parte de Odesa del estuario de Tylihul, Ucrania, el 14 de agosto de 2022. (Daniel Berehulak/The New York Times)
Visitantes nadan cerca de Oysterville, una pequeña cafetería y centro vacacional de playa en la parte de Odesa del estuario de Tylihul, Ucrania, el 14 de agosto de 2022. (Daniel Berehulak/The New York Times)

Había una mesa con paramédicos del frente de batalla y un bombero de la ciudad cercana de Nicolaiev, donde llueven misiles casi todas las noches. Vikhrov también estaba ahí con su novia, Yulia Vasilyeva, quien comentó que la idea de comer ostras y degustar vino a la orilla del río era “algo muy europeo” que la hacía sentir alejada de la guerra.

“No es época de turismo, es época de sobrevivencia”, aclaró Vasilyeva. “Pero algo así nos ayuda a poder desconectarnos un poco”.

Andre Pigulevsky, el propietario de la granja, llamada Las ostras de Escitia, volvió a abrirla poco después de que, en los inicios de la guerra, Vikhrov y sus compañeros repelieron el avance de los rusos por la costa del mar Negro que había amenazado con tomar su negocio y una gran parte del sur de Ucrania. En agradecimiento, Pigulevsky ha dicho que los soldados y sus familias pueden comer gratuitamente todas las ostras que quepan en su estómago.

“El propósito de este lugar es brindarles unas horas de descanso para que sientan como si estuviéramos en época de paz”, señaló Pigulevsky, de 40 años.

Desde que comenzó la guerra, los ucranianos han sorprendido al mundo no solo por su destreza en el combate, sino también por la manera en que han seguido con su vida. En las ciudades en las que ha habido ataques de artillería fulminantes y permanentes, los trabajadores municipales siguen podando árboles y preservando los lechos de flores. Los jóvenes organizan fiestas en las construcciones bombardeadas para impulsar los trabajos de limpieza. Las personas desplazadas en el interior del país abren florerías en las ciudades que las adoptan.

Sin embargo, ni siquiera en el idílico ambiente de esta granja de ostras, dejan de estar presentes por completo las señales de la guerra.

En medio de misiles

De vez en cuando, pasan por encima misiles de crucero que asustan a los bañistas con su espantoso sonido silbante. Según Pigulevsky, cerca de ahí se han desplomado drones derribados por las defensas antiaéreas de Ucrania.

Al principio, el Ejército ucraniano se opuso a que Pigulevsky volviera a abrir el negocio porque no era seguro que muchas personas estuvieran reunidas tan cerca de la zona de guerra, pero los funcionarios los convencieron de que los residentes de la localidad necesitaban un lugar para relajarse.

Con el propósito de que haya una mayor separación entre su granja de ostras y la zona de combate, Pigulevsky la está trasladando al otro lado del estuario, a la región de Odesa, donde también ha construido una pequeña cafetería y un centro vacacional de playa llamado Oysterville.

Pigulevsky vende un tipo de ostras que es una variedad japonesa llamada Crassostrea gigas que les compra a sus proveedores de Francia y cultiva en redes en el estuario. Hace poco se diversificó y empezó a cultivar caracoles; también le compró cinco cabras a una familia de la localidad para elaborar queso.

Aunque en los tiempos modernos, Ucrania no ha sido famosa por sus ostras, estas solían ser un manjar de la región. Una de las primeras referencias a las ostras fue la que hizo en el siglo V a. C. el historiador griego Herodoto, quien habla de ellas en sus textos sobre los escitas, cuyo imperio abarcó gran parte de los que ahora es Ucrania.

Salvadoras

Las ostras de Ucrania ya han sorteado otras crisis antes. A principios de siglo XX, un fuerte terremoto cambió el grado de salinidad de las aguas cerca de Crimea, por lo que se terminó una próspera industria de otras que había ahí, explicó Sergei Shevelyov, gerente del local de Ostras de Escitia en la parte de Nicolaiev del estuario. Después de la Segunda Guerra Mundial, las embarcaciones que atravesaban el mar Negro trajeron un molusco depredador que volvió a diezmar la población de ostras, añadió.

No muchos de sus huéspedes querían hablar de las calamidades pasadas o presentes. Para la mayoría, era el primer día que habían podido relajarse desde que comenzó la guerra y aunque se les permitiera entrar en detalles acerca de su trabajo nadie tenía ganas de hacerlo.

“El bienestar de este día tiene que durarme una o dos semanas, o hasta un mes”, dijo Liliya, una técnica de ultrasonido llamada quien pidió que, por razones de seguridad, no publicáramos su apellido. “Este día es solo para relajarse”.

© 2022 The New York Times Company

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