Columna: ¿Dónde están mejor los inmigrantes: en Texas o en California? Es complicado
EIUAmérica Ramírez Lomelí, llamada así por la selección mexicana de futbol, lo hizo todo bien como inmigrante.
Al crecer en la capital de California, destacó en la escuela. Trabajó como voluntaria, acumulando más de 2.000 horas de actividades extracurriculares para cuando se graduó. Recogió juguetes para el hospital infantil que ayudó a su hermano después de que se cayera de un tejado y, por orden de su madre, mantuvo la calma para no atraer una atención no deseada de parte de la policía.
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Pero nada de eso fue suficiente. No tenía papeles.
Cuando se graduó este verano en la UC Davis con una doble titulación, carecía de lo único que necesitaba para triunfar: el derecho legal a trabajar.
"Quería ayudar a mi madre, quería ayudarme a mí misma, quería ayudar a los demás, y no podía", dijo al hablar de crecer como indocumentada en California. "Intentaba no pensar demasiado en eso porque sabía que no podía hacer nada. Siempre me hizo sentir, no sé cómo decirlo en inglés, impotente".
California o Texas, ¿qué es mejor para los inmigrantes?
Para algunos que no cruzaron una frontera para estar aquí, la respuesta puede parecer obvia: California, por supuesto.
¿Cómo no iba a serlo, con una portavoz de la Asamblea estatal que creció en una vivienda para trabajadores agrícolas, nuestras ciudades santuario y nuestras numerosas leyes destinadas a proteger y ayudar a los más vulnerables?
Ciertamente, los inmigrantes coinciden en que California es un estado más acogedor: 7 de cada 10 inmigrantes de California dijeron que la mayoría de la gente del estado acoge bien a los inmigrantes; sólo 4 de cada 10 inmigrantes de Texas dijeron lo mismo, según una amplia encuesta entre inmigrantes realizada por KFF y el L.A. Times
Pero, a pesar de las marcadas diferencias políticas y sociales entre los dos estados, los cientos de inmigrantes entrevistados para la encuesta informaron de experiencias sorprendentemente similares -y de una satisfacción general- en ambos lugares.
Los inmigrantes informaron de niveles similares de acogida en sus barrios en ambos estados - quizás porque viven en lugares donde se han congregado otros inmigrantes como ellos, lo que les ofrece un sentido de comunidad y protección frente a actitudes de rechazo.
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Interrogados sobre la discriminación en lugares como tiendas y restaurantes, los porcentajes de inmigrantes en los dos estados que informaron de malas experiencias mostraron poca diferencia. La misma realidad se registró cuando se trató de la discriminación en las interacciones con la policía o en la compra o alquiler de una vivienda.
Esos resultados no sorprendieron a Ramírez Lomelí ni a otros inmigrantes con los que hablé. Apuntaban a una verdad más amplia sobre la experiencia del inmigrante en Estados Unidos: La ley federal manda.
"California ha hecho mucho y puede hacer más, pero sabemos que el sistema de inmigración necesita una reforma federal", dijo Maggy Krell, abogada del Departamento de Justicia de California que se presenta como candidata a un escaño en la Asamblea estatal. A título personal, Krell ha representado a inmigrantes, incluidas madres separadas de sus hijos por las políticas de la era Trump.
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Los inmigrantes entrevistados por The Times se encogieron de hombros en la mayoría de los casos al considerar irrelevantes para la vida cotidiana las grandes batallas políticas que llenan las noticias y conforman las actitudes de los votantes:
A Texas le gustaría pagar su propio muro fronterizo. A California le gustaría pagar para que más inmigrantes tuvieran asistencia sanitaria. El presidente Biden quiere vías hacia la ciudadanía. Donald Trump quiere deportaciones masivas.
Pero la supervivencia -sueldos, vivienda y escuelas- fueron mucho más importantes para los propios inmigrantes.
Ziria Lomelí, la madre de América, dijo que rara vez piensa en política o en su propia condición de indocumentada porque "no le afecta".
En lugar de eso, se centra en el futuro de Estados Unidos y de sus dos hermanos pequeños, ambos nacidos aquí. Aunque fue maestra de guardería durante 10 años en México, Lomelí lucha ahora por pagar sus facturas ganando 150 dólares al día en una cuadrilla de construcción, un trabajo que le encanta, pero donde la misoginia y la discriminación son comunes.
No se arrepiente de nada, dice, y confía en Dios por encima del gobierno para mantener a su familia. Sabe que en Estados Unidos sus hijos "se comerán el mundo" cuando les llegue la hora.
Es esa combinación de aislamiento y optimismo la que parece dominar las actitudes de los inmigrantes en ambos estados, un sentido de propósito y compromiso con la familia.
Ángel Rangel, un encuestado que accedió a una entrevista de seguimiento, inmigró legalmente con su madre hace unos 10 años cuando ella se casó con un arquitecto que es ciudadano estadounidense. Recientemente recibió su ciudadanía justo antes de graduarse de preparatoria.
Al crecer en El Paso, donde aproximadamente el 80% de los residentes son latinos, consideró que en Texas, la pobreza es un factor más importante que la raza, dijo.
"No diría que es algo bueno ni mucho menos", me dijo Rangel, pero "es más un estereotipo de la gente pobre, no de la gente de color".
"Casi no veo casos de discriminación a mi alrededor", añadió Rangel. "Realmente no creo que la discriminación sea un gran problema".
Blanca Trebino, otra de las encuestadas, es propietaria de una casa en McAllen, Texas, a pocos kilómetros de la frontera. Inmigró hace décadas, y si no fuera por esa casa, quizá se mudaría, dijo.
La asequibilidad de Texas -donde el precio medio de la vivienda es inferior a 300.000 dólares, frente a los 746.000 dólares de California- fue uno de los factores que, según los inmigrantes, hizo que fuera un buen lugar para vivir. En California, más inmigrantes declararon tener dificultades para pagar la vivienda, según la encuesta.
Al igual que Rangel, Trebino considera que la pobreza -especialmente para los residentes indocumentados que tienen poca capacidad para quejarse de las condiciones de trabajo o de vivienda- es un factor más importante que el racismo en Texas.
Ella ve, sin embargo, cómo algunas leyes estatales en Texas empeoran las dificultades de la pobreza. No hace mucho, conoció a una familia indocumentada que se había quedado sin gasolina. Se ofreció a comprarles un poco y a llevarles en coche, dijo. Pero el empleado de la gasolinera le advirtió de que transportar a indocumentados podía considerarse un delito.
"El tipo me dijo: 'No hagas eso, no lo hagas'", relató. "Si llevas ilegales en tu auto, estás transportando ilegales, aunque la gente necesite ayuda".
A pesar de la similitud en las experiencias cotidianas, existen diferencias reales, como las leyes de Texas sobre el contrabando de personas. También existen beneficios innegables en California, como las leyes que permitieron a Ramírez Lomelí pagar la matrícula estatal en la Universidad de California, haciendo que la universidad fuera económicamente factible.
Un sistema sanitario mucho más estricto significa que la proporción de inmigrantes sin seguro es mucho mayor en Texas. También lo es el porcentaje de los que declararon haber omitido o pospuesto servicios sanitarios en los 12 meses anteriores, según la encuesta.
La mayoría de los entrevistados para este reportaje comprendieron que, independientemente de lo que ocurriera en su barrio o en su vida personal, la política y las actitudes del estado importaban.
Y mientras los inmigrantes de primera generación como Ziria Lomeli se afanan en aguantar, sus descendientes "Dreamers" -receptores del DACA- y de segunda generación están menos dispuestos a conformarse con menos.
"Me quedé con la sensación de que consigo apenas lo mínimo y que tengo que estar agradecida por ello. Como si no mereciera más", dijo Ramírez Lomelí. "Creo que durante mucho tiempo reprimí toda mi rabia".
El representante estatal de Texas Armando Lucio Walle, que representa a una parte diversa del condado de Harris, incluida parte de la zona no incorporada de Houston, tiene sus propias razones para estar molesto. Tiene familia a ambos lados de la frontera y dice que está viendo cambios en Texas, pero no para mejor.
Un giro de derecha dura en la política, reflejado a nivel nacional, está provocando peleas en la cámara estatal y filtrándose a las comunidades.
Algunos dicen que la situación puede ser pronto lo bastante dramática como para cambiar las actitudes de la vida cotidiana.
Tres proyectos de ley han sumido a los legisladores de Texas en agrias disputas en los últimos meses:
Uno aumentaría las penas por contrabando de personas.
Otra, que se dirige al escritorio del gobernador Greg Abbott, faculta a las fuerzas del orden de cualquier lugar de Texas a detener y transportar a la frontera a los sospechosos de entrada ilegal para su expulsión, aunque no se encuentren ilegalmente en Estados Unidos.
Una tercera medida, que salió adelante recientemente, proporciona 1.500 millones de dólares para que Texas construya nuevos segmentos de muro fronterizo.
"¿No es demasiado?", preguntó Walle, que recientemente se hizo viral tras un apasionado discurso en el pleno de la Legislatura contra una de esas medidas. "Ahora Texas quiere pagar el muro. Es curioso, ¿verdad".
Hace unos años, estos proyectos de ley ni siquiera habrían conseguido una audiencia, dijo Walle. Pero ahora existe la necesidad de "alimentar a esta bestia" de la indignación conservadora dirigida contra los inmigrantes.
Lo compara con lo que ocurrió en la década de 1990 en California, cuando una reacción violenta contra la inmigración ayudó a aprobar la Proposición 187, una medida para negar servicios sociales a los indocumentados y obligar a los profesores y proveedores de servicios sanitarios a denunciar a quienes sospecharan que eran indocumentados. La Proposición 187 fue aprobada, pero rápidamente fue suspendida por los tribunales y declarada inconstitucional unos años más tarde.
La proposición desencadenó una oleada de organización por parte de grupos de inmigrantes y trabajadores, una oleada que transformó la política de California de un modo fundamentalmente diferente a la de Texas.
El movimiento obrero del estado, muy centrado en los inmigrantes, ha sido otra fuerza de cambio en California. Los sindicatos cuentan con más de 2 millones de afiliados en el estado -muchos más que en Texas- y han sido una vía de acceso al poder social y político para los inmigrantes. Muchos legisladores californianos han ascendido a través de las filas de los sindicatos, y los miembros de éstos son “los soldados” sobre el terreno de los que dependen los políticos.
Blanca Carias vive en Los Ángeles y es miembro del sindicato SEIU 2015, que representa más que a 400.000 trabajadores sanitarios a domicilio en California, la mayoría personas de color y mujeres. Carias atribuye al sindicato el haberla educado no sólo en cuestiones laborales, sino en su propio poder para lograr un cambio más amplio.
En 2012, recogió firmas para aprobar una ley que permitiera a los indocumentados obtener permisos de conducir en California. El entonces gobernador Jerry Brown firmó la ley en 2013, y más de un millón de indocumentados tienen ahora una licencia.
"En el sindicato es donde encontré la fuerza para ayudar a los demás", dijo Carias.
Queda por ver si la nueva ronda de leyes tejanas hostiles a los inmigrantes desencadenará una organización similar allí.
El estado ha visto algunos signos de cambio. Houston es una de las ciudades más diversas de Estados Unidos y, con la ayuda del grupo político Texas Organizing Project, eligió a un alcalde negro progresista, Sylvester Turner, en 2015.
En 2018, el demócrata Beto O'Rourke llevó a cabo una campaña sorprendentemente exitosa contra el republicano Ted Cruz para el Senado de Estados Unidos, perdiendo por 2 puntos, más cerca de lo que muchos creían posible ya que ningún demócrata había ganado un cargo estatal en Texas desde 1994.
Desde entonces, sin embargo, las esperanzas de los demócratas de cambiar Texas a la columna azul -o incluso púrpura- no han mostrado mucho progreso. En 2020 y 2022, los republicanos ganaron algo de terreno entre los votantes latinos del estado, especialmente en las zonas cercanas a la frontera.
Los demócratas de Texas, que siguen siendo minoría y que han sido designados para seguir siéndolo, tienen esperanzas. Pueden encontrar más tejanos -incluso aquellos que tienden a ser conservadores en cuestiones sociales, como muchos inmigrantes- abiertos a argumentos de inclusión a medida que la vida diaria se hace más dura bajo leyes más estrictas, predicen.
"Muchos de los que llevamos aquí generaciones, aunque somos orgullosos estadounidenses, orgullosos tejanos, tenemos raíces en México", dijo Walle. "Hay una historia complicada, pero todos venimos de familias de estatus mixto".
Walle dijo que es demasiado tarde para pretender que Texas, como California, no es un estado de inmigrantes. Seguir pretendiéndolo sólo avivará una lucha que ya se ha decidido en California.
Walle y Ramírez Lomelí están de acuerdo en esto: A los inmigrantes de ambos estados aún les queda mucho camino por recorrer.
En las últimas semanas, con la ayuda de un abogado, Ramírez Lomelí pudo obtener un permiso de trabajo federal. Consiguió un empleo como defensora de las trabajadoras agrícolas.
Cuando llegó su primer sueldo, compró alimentos para su familia, pero no sabía qué hacer con el resto. Se dijo que tal vez ahorraría para estudiar derecho.
Como tantos inmigrantes californianos, no sólo quiere mejorar este estado. Quiere hacer que Estados Unidos sea mejor, para los que seguirán la esperanza de una vida mejor de este lado de la frontera, tal como lo hizo su madre, y para los que nacieron aquí, como su hermana y su hermano.
Y si eso significa librar las grandes batallas, incluso en nombre de aquellos que no ven su importancia, ella está dispuesta. Ella está lista para comerse el mundo.
"Tienes que creer de verdad en ti misma incluso cuando de verdad se hace tan duro, incluso cuando de verdad te sientes tan rota, incluso cuando parece que el sistema está en tu contra", dijo.
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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.