Colonia Juárez

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“Así, más fuerte, dale duro. ¡Suban las piernas, agárrense! Byen vit, byen vit, byen vit!!”, gritan, mitad en creol y mitad en español, France, un niño de ocho años, y dos de sus hermanos menores, de seis y tres años, respectivamente, mientras el primero empuja con todas sus fuerzas al otro par en un diablito sobre la banqueta que separa la Plaza Giordano Bruno de la calle Roma, en el corazón de la colonia Juárez.

Los tres pequeños ríen descontrolados sobre la maltrecha carretilla que con una de sus llantas desinfladas da tumbos contra las baldosas de piedra quebradas por las imponentes y crecidas raíces de uno de los árboles de la plaza. El espacio público que honra al filósofo y poeta italiano del siglo XVI, cuya estatua es apenas visible entre la ropa colgada y las docenas de tiendas de campaña alrededor, se ha convertido, desde hace meses, en el epicentro de la creciente y móvil comunidad haitiana de la Ciudad de México.

Del otro lado de la calle, en la esquina de Roma con Lisboa, sendos espectaculares anuncian la inminente edificación del proyecto inmobiliario Estada. Un conjunto de 30 departamentos de lujo, de entre 55 y 120 metros cuadrados, que contará con “yoga room, wellness center, centro de negocios, gimnasio y terraza verde con zona de asadores para hacer BBQ”. Un empleado del proyecto, apostado en el cruce vehicular, agita desanimado una banderola ante posibles interesados.

Del lado de la plaza, la abuela y la madre de France y sus hermanos, de 56 y 33 años, respectivamente, agitan por su parte los brazos llamando a los niños a la tienda de campaña que sirve de vivienda a la familia de 10, desde que llegara a la capital hace tres meses. Procedentes de Tapachula, y antes, vía Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala, desde su natal Haití, previo pago de casi 12 mil dólares a coyotes, traficantes, oficiales migratorios y policías corruptos, así como grupos del crimen organizado que encontraron y sortearon en su camino al norte. Las hacendosas mujeres terminan de cocinar en una cacerola sobre un fogón improvisado un guisado que lleva jitomate, huesos de pollo y plátano macho. El jefe de familia está próximo a volver de su turno como ayudante de limpieza en uno de los puestos del mercado Juárez y quieren que todo esté listo a su llegada, incluidos los chamacos.

Del otro lado de la plaza, entre Bruselas y Liverpool, los comercios que atienden a una cada más diversa clientela de gringos, canadienses y europeos llegados en el último año y medio a vivir en departamentos por los que pagan alquileres de varios miles de dólares, entre Reforma, Insurgentes y Avenida Chapultepec, se expanden como hongos. Joe Gelato, con helados importados del Viejo Continente; Vitavie CBD, con productos derivados del cannabidiol; Olivia, supermercado ecológico que oferta sal del Himalaya y camote deshidratado; el Hop Beer Experience, de cerveczas artesanales, y Cosmo Miscelánea, donde lo mismo te puedes hacer un tatuaje que codearte con australianos o británicos de tenis y cachucha, bigote, patineta y lap top, para practicar tu inglés.

Salveur, el padre de Frances y sus traviesos hermanos, aparece caminando desenfadado por la esquina. Se quita el delantal mientras se abre paso entre la plétora de nómadas digitales extranjeros que tienen también ahí, en la misma cuadra, su hábitat chilango. Una espigada joven rubia con marcado acento alemán pasea a su bulldog francés de nombre Sky, recién salido de la peluquería canina, por entre la banqueta sobre la que la familia de haitianos se prepara para hacer su única comida del día, que el can olfatea sin pudor mientras su dueña continúa su paso inadvertidamente, enfundada en unas enormes gafas oscuras.

La colonia Juárez como epítome de una ciudad que no es la de ellos, pero tampoco la nuestra y que sin embargo nos sirve de hogar a todos. Una ciudad de contrastes y aberraciones donde conviven mundos diametralmente opuestos. La ciudad de los ricos y también la de los olvidados. La de los migrantes y la de los expatriados. Una ciudad, y un país, que esperan con ansias el arribo de sus próximos gobernantes, con la inútil esperanza de que puedan salvarlos de sí mismos.

* Diego Gómez Pickering (@gomezpickering) es escritor, periodista y diplomático mexicano. Su libro más reciente es “África, radiografía de un continente” (Taurus, 2023).