Colombia no tiene más paciencia con Petro, pero el país no está mucho peor que antes

El 7 de agosto de 2022, Gustavo Petro se convirtió en presidente de Colombia, siendo el primer mandatario de izquierdas en llegar al cargo en toda la historia del país. Desde entonces, no han pasado ni siquiera dos años, pero su Gobierno vive un momento delicado, con una parte importante de la sociedad queriendo su marcha.

Manifestaciones multitudinarias contra Petro en Colombia. (AP Photo/Fernando Vergara)
Manifestaciones multitudinarias contra Petro en Colombia. (AP Photo/Fernando Vergara)

El pasado 6 de marzo de 2024, miles de personas se han manifestado en las principales ciudades del país en contra de su gestión. Toda una demostración de fuerza que en el caso de Bogotá, la capital, ha significado llenar casi por completo la Plaza de Bolívar, con capacidad para 45.000 manifestantes.

Entre las críticas principales están los proyectos de reformas sociales propuestas por el Gobierno y la violencia que persiste en el país, a pesar de las negociaciones de paz que Petro ha impulsado con los grupos armados. Pero, ¿realmente es mucho peor este Gobierno que los anteriores? Para dar una respuesta, habrá que recurrir a los datos.

La violencia ha sido uno de los principales problemas que ha afrontado Colombia en las últimas décadas. Las cifras son estremecedoras. En el año 2023, 13.432 personas fueron asesinadas, según el Ministerio de Defensa. El país cafetero se ubica en el cuarto lugar con la tasa de asesinatos (25,7 por cada 100.000 personas) más alta de toda Sudamérica, tras Ecuador, Honduras y Venezuela.

Si miramos el año anterior, podemos apreciar que la evolución está siendo positiva. En 2022, fueron 26,1 y ampliando un poco más el foco, parece claro que las cifras tan devastadoras que había a principios del siglo XXI (con una tasa superior a 60 homicidios) ha quedado muy atrás. Es decir, Colombia mejora ahora los registros que había hace dos décadas, que había hace una o que tenía el año pasado.

Es cierto que entre 2018 y 2020 se produjo una caída significativa (con un mínimo de 22,49 en el año del covid) y que ahora vivimos un repunte. También que el país tiene ocho ciudades entre las 50 más peligrosas del mundo. Pero la tendencia general de la violencia es a la baja y Petro no está empeorando de una manera sustancial a sus antecesores.

Gustavo Petro, presidente de Colombia. (Photo by: Chepa Beltran/Long Visual Press/Universal Images Group via Getty Images)
Gustavo Petro, presidente de Colombia. (Photo by: Chepa Beltran/Long Visual Press/Universal Images Group via Getty Images)

Como telón de fondo, su estrategia de negociar con las bandas armadas con el fin de conseguir su desarticulación. Una tarea titánica después de seis décadas de sangre y dolor. Los diálogos se siguen produciendo, pese a algunos reveses con los rebeldes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), pero es algo que está desgastando mucho al Gobierno.

Y es que la sociedad lo que espera con las negociaciones es un cese de la violencia, no que siga existiendo la inseguridad que revelan los datos. Lógicamente, alcanzar la paz completa en estos conflictos no es nada sencillo, pero deben apreciarse avances significativos por parte del Gobierno. Y sobre todo, si no hay resultados, estar abiertos a cambiar la estrategia.

Las reformas incumplidas

Por otro lado, Petro intenta sacar adelante la reforma de los sistemas de pensiones, sanitario y laboral. El Gobierno quiere reducir la participación privada en la prestación del servicio a la salud y el pago de pensiones, así como ampliar los beneficios a las personas trabajadoras. Pero el presidente no tiene las mayorías necesarias ni en el Senado ni en la Cámara de Representantes para sacarlas adelante.

Esta situación de parálisis le ha pasado factura y su popularidad se ha resentido. Por un lado, sus opositores seguían atacándole por su falta de medidas; por el otro, sus seguidores mostraban su decepción por la falta de reformas tangibles. Al final, ha optado por volver a ser la voz del pueblo y apostar por lo que le llevó al poder. Y eso significa intentar aplicar su programa, cueste lo que cueste, independientemente de lo solo que esté.

Los resultados han sido inmediatos. De una popularidad del 26% subió al 35% en apenas una semana. Por ponerlo en contexto, su antecesor, Iván Duque, tuvo un 27% de aprobación. Otra vez, más allá del ruido de fondo, tenemos un presidente que no está empeorando lo anterior, a menos de cara a la sociedad.

¿Por qué hay entonces esa sensación de fracaso? Probablemente, tienen mucho que ver las expectativas generadas. La negociación con las bandas genera la esperanza en la sociedad de que va a acabar la violencia, mientras que las reformas sociales hace que mucha gente piense que va a tener una vida mejor de inmediato.

Lo cierto es que Gustavo Petro lleva muy poco tiempo y estos cambios estructurales precisamente necesitan un periodo largo para consolidarse.

¿Es un desastre su gestión? Los resultados deberían analizarse al final de su mandato y no solo cuando se ha consumido la mitad. Entonces sí que habrá que valorar las promesas realizadas y los cambios implantados.

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