Quién es Claudia Sheinbaum, la científica que será la primera presidenta de México
CIUDAD DE MÉXICO.- En México hay dos grandes preguntas sobre Claudia Sheinbaum. La primera es si se desmarcará de su jefe político, Andrés Manuel López Obrador, quien la impulsó a la presidencia. La segunda, atada a la primera, es si su gobierno será más moderado que el del mandatario, o más radical. Su historia, su estilo, y su camino hacia lo más alto del poder en México –ciertamente diferentes a los de López Obrador– brindan algunos indicios.
Claudia Sheinbaum Pardo, de 61 años, nació en la Ciudad de México en una familia de clase media alta de izquierda. Su madre era profesora de biología; su padre, ingeniero químico. Sus abuelos eran inmigrantes judíos lituanos y búlgaros que huyeron de la persecución en Europa a principios del siglo pasado, aunque su crianza fue laica, y ella le ha quitado relevancia a esa ascendencia. Sheinbaum creció estudiando francés y ballet en un ambiente científico, culto, y con una impronta política nítida que ahora llevará al Palacio Nacional.
De chica, Sheinbaum pensaba que su vida estaría abocada a la academia, pero la política siempre estuvo presente. Se crio en medio de la convulsión de los 60 y los 70, en un hogar con un fuerte compromiso político –su madre solía llevarla con ella a ver a sus amigos líderes estudiantiles presos por el PRI–, que luego se derramó a su época de estudiante en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la universidad pública más importante de este país.
En el centro de estudiantes, Sheinbaum conoció a su primer marido, el sociólogo Carlos Imaz, con quien formó una familia y se mudó a San Francisco, en Estados Unidos, a principios de los 90, donde estudió en Stanford y en Berkeley. Se divorciaron en 2016 y el año último Sheinbaum se casó por segunda vez con Jesús María Tarriba, un experto en riesgos financieros. Su formación académica y científica es extensa: estudió física, ingeniería, fue investigadora de la UNAM y una de las científicas galardonadas con el Nobel de la Paz en 2007 por la lucha contra el cambio climático, junto con Al Gore, el exvicepresidente norteamericano que acompañó a Bill Clinton.
Su vida dio un vuelco en 2000. López Obrador, recientemente electo alcalde de la Ciudad de México con el Partido de la Revolución Democrática (PRD), buscaba alguien con un perfil técnico para la secretaría de Medio Ambiente que lidiara con la histórica contaminación de la capital mexicana. La elegida fue Sheinbaum.
Ella y su primer marido habían llegado a las filas del PRD desde su militancia estudiantil en la UNAM, a diferencia de López Obrador, que se formó en las filas del PRI. Desde ese momento, su carrera política quedó entrelazada con la de López Obrador, a quien ahora sucederá en la presidencia luego de vender, exitosamente, una continuidad con cambio en la “cuarta transformación”, la “4T”, el proyecto insignia del obradorismo. Sheinbaum se mostró durante toda la campaña como la heredera y garante de ese proyecto.
“La duda es cómo será este nuevo modo de tener una continuidad, y al mismo tiempo un cambio. Y ese es el principal interrogante sobre el perfil político de Sheinbaum, y cómo lo ejecutará con una sombra tan grande, tan poderosa como la de López Obrador”, señala a LA NACION Salvador Camarena, periodista y columnista mexicano.
“La hija obediente”
Camarena parte la vida política de Sehinbaum en dos: primero, su familia y sus inicios en la politica estudiantil, una etapa muy lejana a López Obrador; luego, el vínculo con el líder y creador del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), su jefe político, una relación que, remarca, es indisoluble. Denisse Dresser, una intelectual crítica del obradorismo, la llamó “la hija obediente” de López Obrador. Su llegada al poder abre una tercera etapa, en la que se avizora una inevitable tensión, tal como ya ha pasado en otras sucesiones políticas entre figuras de un mismo partido político en otros países de América Latina, como Brasil, la Argentina –entre Néstor y Cristina Kirchner, o entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández–, o Colombia.
“Ella es una persona con ideas propias, salvo que ha vivido 24, 25 años no dejando ver exactamente esas ideas porque se ha dedicado políticamente a contribuir a lo que su jefe ideológico quiso. Los mexicanos saben de ella que es minuciosa, disciplinada metódica, muy empeñosa, y que su carácter es fuerte y llega a ser destemplado con sus colaboradores”, la describe Camarena.
“Pero saben también que si triunfara como presidenta sin traicionar la ideología del lopezobradorismo, tendrá que tomar medidas que podrían retar el componente ideológico de López Obrador”, anticipa.
López Obrador nunca usó barbijo durante la pandemia. Sheinbaum, sí. López Obrador es un político pragmático y un orador nato, carismático, capaz de pasar horas hablando detrás de un atril. Sheinbaum, a quien muchos llaman “la doctora”, carece de ese carisma y magnetismo. Un video que circuló ampliamente en las redes sociales durante la campaña la muestra intentando sacarse simpatizantes de encima mientras trata de cerrar la puerta de un auto. “Quita tu mano”, le dice a una persona, visiblemente ofuscada. López Obrador no habla inglés, y ha mostrado poco interés en el mundo; Sheinbaum es bilingüe, vivió fuera de México. Casi nadie espera que ella continúe con “la mañanera”, la conferencia diaria de López Obrador en el Palacio Nacional en la que el mandatario podía llegar a pasar hasta tres horas hablando sobre su gobierno.
Para Sheinbaum, el desafío en el Palacio Nacional es doble: será la primera mujer presidenta mujer en la historia de México, y la sucesora del creador del movimiento que la llevó al poder. En una reciente entrevista con el diario español El País, le preguntaron si no le molestaba que se la pusiera bajo la sombra de un hombre, su primer marido, antes, en su época en el PRD, o, ahora, López Obrador.
“Me molestaría si yo no estuviera segura de mí misma”, arranca su respuesta Sheinbaum. “Eso que dice responde en parte a una cultura machista y, por otro lado, es la crítica habitual de la oposición. Como no tienen nada contra mí, absolutamente nada, entonces inventan cosas como que voy a cerrar iglesias o acabar con la propiedad privada o que voy a estar a la sombra de López Obrador”, continúa, antes de dejar su remate: “Algo que no es cierto, porque, entre otras cosas, quien va a gobernar soy yo”.