El multimillonario mexicano que quiso compatir su tesoro más preciado en CDMX

Una sala del Museo Kaluz, ubicado en un edificio del siglo XVIII y uno de los pocos museos privados de Ciudad de México, el 29 de septiembre de 2022. (Jackie Russo/The New York Times)
Una sala del Museo Kaluz, ubicado en un edificio del siglo XVIII y uno de los pocos museos privados de Ciudad de México, el 29 de septiembre de 2022. (Jackie Russo/The New York Times)

CIUDAD DE MÉXICO — Sería fácil pensar en el Museo Kaluz como el costoso pasatiempo de un hombre inmensamente rico. Después de todo, el museo ubicado en el centro de la ciudad fue y sigue financiado por Antonio del Valle Ruiz, quien aparece en el séptimo lugar de la lista de los mexicanos más ricos de la revista Forbes.

Pero centrarse en el benefactor podría distraer la atención del beneficio que el Museo Kaluz ha brindado desde su apertura en 2020: fungir como espacio público de exhibición de la colección de arte de 1800 piezas que Del Valle tardó cinco décadas en reunir. Los gustos del multimillonario se sitúan en el lado más tradicional. En su mayoría, la colección está compuesta de pintura figurativa e incluye nombres conocidos como José María Velasco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.

Un recorrido por el museo de tres pisos, situado a lo largo del entrañable parque Alameda Central de la ciudad, revela las íntimas salas de retratos de la colección, repletas de rostros de mexicanos ricos, pobres, blancos, morenos, aristócratas e indígenas, y que documentan la diversidad del país.

La riqueza paisajística de la colección, con decenas de óleos sobre tela que capturan la exuberante flora y las cumbres volcánicas que definen la geografía del país, trasciende los aspectos personales que también definen al Museo Kaluz: que la palabra Kaluz se deriva de la segunda y tercera sílabas de “Blanca Luz Perochena”, el nombre de la esposa de Del Valle, o que este haya podido adquirir uno de los edificios más importantes de la ciudad para exponer su arte.

El edificio del siglo XVIII conservado con esmero fue en sus orígenes una residencia para los misioneros católicos que viajaban de España a las Filipinas.

Para Del Valle, el edificio funge como una vía para vincular la historia social más extensa de México, que se remonta a la época colonial, con su historia artística, y eso es importante.

Antonio del Valle Ruiz en 2009 en New York. (BEN GABBE/Patrick McMullan via Getty Images)
Antonio del Valle Ruiz en 2009 en New York. (BEN GABBE/Patrick McMullan via Getty Images)

“Los frailes llegaban a nuestro país en barco, el cual podía tardar tres meses en llegar, y caminaban desde Veracruz hasta Ciudad de México”, explicó en una entrevista. “Se quedaban en ese edificio para esperar a La Nao de la China, que venía a México solo dos veces al año”, agregó.

Después, tenían que caminar poco menos de 500 kilómetros más para encontrarse con el barco. “La única manera de llegar a Filipinas en aquella época era a través de Acapulco y cruzando el Pacífico”, dijo.

La colección de arte cuenta una historia similar, sobre cómo los artistas retomaron la historia después de la Independencia de México y utilizaron sus pinceles para relatar una identidad nacional en evolución. Muchas de las obras de arte son anteriores a la urbanización generalizada del país y ofrecen vistas bucólicas de ciudades ahora bulliciosas como Puebla, Zacatecas y Cuernavaca. Del mismo modo, su costumbrismo capta la decoración y la vestimenta de los mexicanos, desde la abotonada alta burguesía española hasta la elegante alta sociedad de los años sesenta.

Del Valle afirmó que quería que Kaluz, uno de los pocos museos privados de la ciudad, fuera un regalo para el país que permaneciera mucho después de su muerte. El precio de entrada es bastante asequible, cuesta cerca de 3 dólares por persona y es gratuito si los asistentes residen en el convulso barrio de Guerrero, al norte del museo.

Del Valle afirma que la intención de la colección y del museo es elevar el nivel cultural del pueblo de México.

Una sala del Museo Kaluz, ubicado en un edificio del siglo XVIII y uno de los pocos museos privados de Ciudad de México, el 29 de septiembre de 2022. (Jackie Russo/The New York Times)
Una sala del Museo Kaluz, ubicado en un edificio del siglo XVIII y uno de los pocos museos privados de Ciudad de México, el 29 de septiembre de 2022. (Jackie Russo/The New York Times)

El reconocimiento de los artistas ignorados por la historia es fundamental para esa misión. Por ejemplo, la colección está repleta de obras de Gerardo Murillo Cornado, también conocido como Dr. Atl, quien vivió de 1875 a 1964 y cuyos emotivos paisajes al estilo de Winslow Homer se cuentan entre algunas de las mejores pinturas del país. Al colgar talentos menos conocidos junto a nombres ampliamente respetados como el impresionista Joaquín Clausell, el arquitecto y pintor Juan O’Gorman y el moderno Rufino Tamayo, Kaluz quiere realzar a pintores como Francisco Romano Guillemín y Armando García Núñez.

Con ese mismo fin, la colección cuenta con una abundante presencia de pintoras del siglo XX, entre las que destacan María Izquierdo, Mercedes Zamora y Olga Costa y Angelina Beloff, cuyas habilidades quedan a menudo eclipsadas por el hecho de que fue la primera de las cuatro esposas de Diego Rivera.

Todo público

El Museo Kaluz incorpora su propio escenario histórico en la experiencia de visitar un museo. Además de recorrer las galerías, que alguna vez fueron los aposentos de los frailes agustinos itinerantes, los visitantes pueden hacer una pausa en el claustro, un elemento arquitectónico central del edificio y uno de los ejemplos mejor conservados del diseño de la época colonial en la zona centro de la ciudad.

“Creemos que eso es lo interesante para el público, no solo para el público mexicano, sino también para la gente que viene aquí como turista, que pueden hacerse una idea muy buena de lo que ha sido México y de cómo se ha representado a lo largo de la historia”, dijo el coordinador de exposiciones del museo, Alan Rojas Orzechowski.

El exterior del Museo Kaluz (Clasos/Getty Images)
El exterior del Museo Kaluz (Clasos/Getty Images)

El museo, que ofrece visitas guiadas en español, inglés, francés, italiano y portugués, también convirtió su azotea en una cafetería con plantas, obras de arte y un mostrador que sirve desayunos y comidas. Destacan las vistas de la Alameda y de los monumentos locales, como el Templo de San Hipólito y el moderno rascacielos de la Torre Latinoamericana.

Veka Duncan, quien dirige recorridos en el museo y funge como su coordinadora de medios, señala que el Museo Kaluz todavía está dilucidando cuál es su papel en la escena cultural de la ciudad. Abrió poco antes de la pandemia de coronavirus, así que ha tenido un arranque lento con cierres obligados y reaperturas.

Pero a fines de agosto cerró por varios días para reorganizar las exposiciones y la presentación de las nuevas muestras en septiembre sirvió para su reintroducción al público. El museo también ha despejado espacio para empezar a traer obras de arte fuera de la colección, que Duncan afirma que “dialogarán” con las obras actuales.

Esto abre un mundo de posibilidades para lo que vendrá y el museo sigue adquiriendo objetos e incluyendo a más artistas vivos en su lista de autores.

Sin embargo, Del Valle insiste en que el Museo Kaluz se mantendrá en su prudente misión de coleccionar y presentar solo arte figurativo y que eso continuará definiendo su personalidad.

“No entiendo mucho esto del arte contemporáneo”, comentó.

© 2022 The New York Times Company

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