En Cisjordania, la liberación de prisioneros robustece el apoyo a Hamás
DEIR ABU MASHA’AL, Cisjordania — Los dos primos se vieron en el autobús al salir de la prisión, tan sorprendidos de verse como de su repentina libertad. “Pellízcame”, le dijo Anwar Atta, de 18 años, a su primo más joven. “Me parece que estoy soñando”.
Luego, temprano el domingo, el autobús se detuvo frente a la prisión Ofer en Cisjordania, entre vítores de una muchedumbre de palestinos. Antes de que los primos pudieran poner un solo pie en el piso, los levantaron y llevaron en hombros por las calles de Ramallah, rodeados de personas que ondeaban banderas palestinas y de Hamás, revolucionaban el motor de sus motocicletas y silbaban emocionadas.
“Esto ocurre gracias a la resistencia en Gaza”, declaró Anwar unas horas más tarde desde la casa familiar a las afueras de la ciudad.
Anwar y su primo, Mourad Atta, de 17 años, forman parte del grupo de 180 adolescentes y mujeres palestinos liberados de prisiones israelíes en días recientes, la liberación más numerosa de este tipo de prisioneros y detenidos en más de una década. Obtuvieron su libertad gracias a un acuerdo por el que los palestinos fueron intercambiados por 81 rehenes, muchos de ellos niños, capturados durante el ataque terrorista encabezado por Hamás en Israel el 7 de octubre. El acuerdo también incluyó un cese al fuego temporal en la guerra librada en la Franja de Gaza, que ha cobrado la vida de más de 13.000 personas, según funcionarios de Gaza.
El bombardeo de Israel en Gaza y el júbilo por la liberación de los prisioneros han robustecido el apoyo para Hamás en el área de Cisjordania ocupada por Israel, donde la Autoridad Palestina ha administrado ciudades y pueblos desde hace más de dos décadas. En contraste, Gaza, el otro enclave palestino, desde 2007 ha estado bajo el control del grupo belicoso Hamás.
Ahora que muchos en Cisjordania temen que la guerra llegue a extenderse al territorio ocupado, algunos creen que solo pueden confiar en Hamás y otros grupos armados para protegerlos.
La Autoridad Palestina, controlada por la facción política Fatah, no es nada popular y la percepción generalizada es que trabaja para la ocupación israelí. Las frustraciones con el liderazgo de esta autoridad se vienen cociendo a fuego lento desde hace mucho tiempo; por si fuera poco, las acusaciones de corrupción se han exacerbado en el último año debido a un repunte en la violencia de los residentes israelíes.
Para algunos palestinos que viven sometidos a la ocupación militar en Cisjordania, los prisioneros liberados se han convertido en un poderoso símbolo de la capacidad de Hamás de lograr resultados tangibles y de su decidida lucha por la causa palestina. Cada noche que llegaban nuevos grupos de prisioneros liberados a Ramallah, una consigna retumbaba entre la multitud: “¡El pueblo quiere a Hamás! ¡El pueblo quiere a Hamás!”.
Algunos encuestadores y analistas advierten que el apoyo hacia el grupo se limita a una minoría de residentes y por lo regular muestra alzas temporales durante los conflictos en Gaza. Sin embargo, ante el temor de que estalle una guerra más generalizada en Cisjordania, muchos señalan que el creciente apoyo a Hamás, que Estados Unidos, Israel y otros países consideran una organización terrorista, ha alcanzado una nueva dimensión.
La gente cada vez está más convencida de que necesita protección y “no les queda de otra”, afirmó Ghassan Khatib, director del Centro de Medios y Comunicación de Jerusalén, que se especializa en actividades de investigación y encuestas de opinión. “Aquí solo se ve actuar a Hamás”.
Unas horas después de su liberación, Anwar Atta y su primo Mourad se sentaron frente a la casa familiar en Deir Abu Masha’al, un poblado de alrededor de 4000 habitantes ubicado a las afueras de Ramallah. No paraban de llegar vecinos y parientes a darles la bienvenida, con cigarrillos encendidos y tacitas de café.
“¿Dónde estabas? Ya tenía tiempo sin verte”, le reclamó a Anwar su tía, Halima Atta, mientras lo abrazaba. “¿Vas a seguir causando problemas?”.
“Ya estuvo bien, ¿sabes? No más”, respondió.
“No, ya te salió barba… ya eres un hombre”, bromeó Halima.
Esta reunión había tardado años. A Anwar lo arrestaron en junio de 2021, según dice, por lanzarles piedras a soldados de Israel en un acto de resistencia incitado por una ofensiva del Ejército israelí en Gaza un mes antes. Las autoridades israelíes afirman que lanzó un “dispositivo incendiario”.
En el tiempo que esperó su juicio, más de dos años, Anwar llegó a aceptar que pasaría la mayoría de su juventud tras las rejas y decidió que era un precio que estaba dispuesto a pagar con tal de defender a su patria, aseveró.
Tras el ataque del 7 de octubre, que según funcionarios israelíes causó la muerte de unas 1200 personas, por las celdas de la prisión Ofer corrió la noticia de que Hamás había tomado rehenes y les dio esperanzas de que ocurriera una liberación de prisioneros. Los reclusos aplaudieron y vitorearon, con gritos de “Dios es grande” y elogios a la resistencia armada, recordó Anwar.
Según relató, las siguientes semanas fueron las más difíciles de su tiempo en prisión. Anwar, otros prisioneros recién liberados y grupos defensores de los derechos humanos afirman que los empleados de la prisión les racionaron el agua y la electricidad. Confiscaron los televisores y aparatos de radio, además de que prohibieron la visita de familiares, con lo que, de hecho, los privaron de información. Además, los agentes de la prisión reforzaron sus inspecciones para detectar contrabando, obligaron a los presos a arrodillarse en el piso y los golpearon, según los prisioneros liberados y algunos grupos defensores de derechos.
Entonces, la semana pasada, llegó el momento por el que Anwar había rezado.
Temprano el domingo, la madre de Mourad estaba sentada en el desvencijado sillón de su sala, veía las noticias en el televisor y se preguntaba angustiada si su hijo sería uno de los liberados. Cuando vio los rostros de Mourad y Anwar en la pantalla, saludando desde el autobús de prisioneros, se levantó de un salto del asiento.
“No paramos de gritar, brincar y llorar… no podíamos creerlo”, comentó su madre, Amal Atta, de 35 años.
A Mourad lo arrestaron por lanzarles piedras a soldados israelíes en agosto de 2022, incitado por una ofensiva militar de Israel todo un día en Gaza ese mismo mes, indicó. Las autoridades de Israel lo acusaron de lanzar un dispositivo explosivo. Al igual que su primo, nunca lo juzgaron.
El regreso del adolescente al pueblo ha sido causa de celebración durante varios días; los niños pequeños se la han pasado corriendo por su casa devorando dulces, mientras que los familiares adultos no han dejado de abrazar a Anwar y Mourad.
“¿Por qué crees que estuvo en la cárcel? Por todo lo que ha visto aquí, todo a lo que ha estado expuesto… lo hizo querer salir y defenderse”, aseveró el tío de Anwar, Omar Atta, de 45 años, sentado entre sus parientes el domingo por la noche.
Mientras sus familiares se abrazaban cerca, Omar volteó a contemplar la ladera, por la que pasaba una fresca brisa que sacudió las ramas de los olivos al fondo. Desde que comenzó la guerra, los soldados israelíes erigieron una nueva barricada para bloquear el único camino pavimentado que llega a su pueblo. Las fuerzas de seguridad israelíes han llevado a cabo redadas en distintas casas del pueblo y arrestado a más de diez de sus vecinos, indicó. Cada vez están más frustrados y enojados.
“Israel cree que con sus acciones sofoca o destruye a la resistencia”, explicó Omar. “Pero miren lo que están haciendo. Solo la están haciendo más fuerte”.
c.2023 The New York Times Company