Cierre del Filba: lo que el festival virtual nos dejó

El clásico encuentro "uno a uno" entre autores y lectores que propuso Filba en sus ediciones anteriores este año se expandió a las pantallas: a lo largo de los nueve días que duró el festival de literatura se vieron cientos de caras enmarcadas en cuadraditos conectadas desde distintas ciudades y desde el extranjero. La modalidad virtual del Filba, que se organizó en simultáneo con el Filbita, extendió las fronteras e inauguró una conversación "en vivo y en directo" y vía chat entre los participantes.

Según datos de los organizadores, hasta el viernes se registraron más de 74 mil visualizaciones entre todas las propuestas: 34 talleres (con cupos agotados a las pocas horas de abrirse la inscripción), charlas y clases magistrales por zoom, entrevistas por YouTube, proyecciones de cine y lecturas. Este sábado, en el cierre, hubo tres perlitas: la entrevista "dibujada" entre Isol y Oliver Jeffers; la conversación entre Vivian Gornick y Tamara Tenembaun y la performance creada por Rafael Spregelburd alrededor del oficio de la traducción, un tema que atravesó este festival digital "en transformación", como remarcó el lema del Filba 2020.

Como viene sucediendo en estos tiempos de teletrabajo y virtualidad, la obligada dependencia a la tecnología y, en especial, a la conexión a Internet sin interrupciones, le dio una cuota de dramatismo y de expectativa a cada actividad. También le aportó espontaneidad y humor en los momentos en que la imagen quedaba congelada o alguien se "muteaba" sin querer; ocurrió poco, por suerte, pero cuando sucedió hubo buen feedback del otro de la pantalla: mensajes de espectadores para avisar al tallerista o invitado que no estaba compartiendo pantalla o que no se escuchaba bien. Todo en un clima de intimidad y de complicidad: desde cada living, estudio o taller, con computadora, celular o tablet, todos dispuestos a compartir ideas, a escuchar opiniones, a intercambiar experiencias.

"En un año en el que la incertidumbre marcó el pulso de los días, tomamos la decisión de cambiar de piel y mudarnos a la virtualidad. Pero, como en las serpientes, este proceso de transformación, venía con crecimiento: Filba y Filbita se unieron para transformarse en el festival más grande que hemos hecho en más de una década", dijo Amalia Sanz, directora del Filba. Mirando hacia atrás, agregó: "Hace diez días, no sabíamos cómo iba a salir, cuánto cansancio habían despertado las pantallas en la gente, si los niños y niñas querían más zoom después de la escuela, si la tecnología nos iba a acompañar. Hoy después de nueve días intensísimos, cerramos el festival más extraño- singular, único, espectacular, interesante y fascinante- que ha existido en los doce años de historia de Filba. Con un lista de invitados soñada (63 autores y artistas internacionales), que incluyó a un poderoso quinteto de escritoras (Siri Hustvedt, Vivian Gornick, Joyce Carol Oates, Jamaica Kincaid y Sharon Olds), a Mircea Cartarescu, Yolanda Reyes, Oliver Jeffers y MJ Harrison, entre decenas de invitados que cruzaron ideas, palabras y lecturas desde distintos extremos del mundo".

Con algunas de las charlas grabadas en videos y editadas con imágenes alusivas, subtítulos y separadores temáticos, como las de la sección "Artistas en prisma", que invitó a conocer los espacios de trabajo de Jeffers y del francés Laurent Moreau, y otras en vivo, como la de Gornick del último día, que superó los 500 espectadores, este Filba tuvo invitados de lujo que seguramente no hubieran participado de no haber sido gracias a la virtualidad. Es el caso de Joyce Carol Oates, que estuvo a cargo de la apertura y dijo, entre otras cosas: "Estamos en estado de misterio acerca de la naturaleza de nuestra existencia. La literatura es la expresión formalizada de ese asombro".

"Durante este festival, se reflexionó como nunca antes sobre el oficio de la escritura, sus tiempos, referencias, influencias y procesos. El que estuvo atento pudo llevarse consejos y secretos de primera mano de escritores que develaron parte de sus procesos creativos. El consejo que más se escuchó fue tan contundente como simple: el que quiera escribir, que escriba. Sin miedo ni control -agregó Sanz-. Pero no solo se reflexionó, así como nos metimos en las casas de escritores y poetas, también fuimos más adentro: nos metimos en sus computadoras y espiamos cómo trabajan. Vimos en vivo y con pantalla compartida el proceso de la escritura, la traducción y espiamos el momento de creación de un ilustrador de libros para chicos". Fue en la charla "En proceso", en la que Cristian Turdera mostró a casi 200 personas cómo pensó las imágenes para el próximo libro de Laura Wittner, que está dedicado a los juguetes.

No solo se habló sobre literatura, como hicieron Rodrigo Fresán y Mathias Enard desde Barcelona, sino que se la produjo. Cuenta Sanz: "En esta edición virtual se produjeron textos especialmente a pedido, canciones, ilustraciones, videos, collages, danzas, fanzines, experimentos, poemas y más". Hubo también cata de libros, consultorio lector, performances digitales, noche de poesía.

Según Sanz, "el escritor fue más lector que nunca y en catas, consultorios, talleres y conversaciones, nos habló de los libros que lo acompañaron en el confinamiento y aquellos que le transformaron la vida. Es más: estamos armando una extraordinaria lista de recomendaciones de lectura para compartir".

Si es cierto que la virtualidad llegó para quedarse, o al menos para convivir con lo presencial, la grata experiencia de Filba 2020 marcó el camino para seguir explorando opciones a la distancia. Aunque, claro, se extrañó el chin chin del brindis en Malba, los encuentros cara a cara, los abrazos y los talleres al aire libre repletos de chicos.