‘Cien mujeres célebres en La Habana’, mujeres de renombre provenientes de otras naciones que llegaron a Cuba

Me llega un nuevo libro de la editorial Unos y Otros, desde Miami, cuyo catálogo se ha ido enriqueciendo en estos últimos tiempos con ensayos muy pertinentes sobre la música y la cultura cubana en general. En esta ocasión se trata del libro Cien mujeres célebres en La Habana, del investigador Leonardo Depestre Catony (Remedios, Villaclara, 1953), quien ya había publicado anteriormente otros estudios que abordan la música popular cubana y sobre habaneros célebres y temas relativos a la capital.

‘Cien mujeres célebres en La Habana’ de Leonardo Depestre Catony.
‘Cien mujeres célebres en La Habana’ de Leonardo Depestre Catony.

En el libro que presento hoy, el autor indaga sobre el paso por La Habana de mujeres de renombre provenientes de otras naciones, quienes, por diversas razones, vivieron o visitaron la ciudad en diferentes épocas. Comienzan estas viñetas con un personaje peninsular del siglo XVI, la célebre Doña Guiomar (quien en realidad nunca estuvo en La Habana, sino en Santiago de Cuba, entonces capital de la Isla) y cuya vida influyente y novelesca abordó ampliamente Emilio Bacardí Moreau en una novela. A ésta le sigue la célebre Inés de Bobadilla, también de ese siglo, quien quedó como gobernadora intendente de la incipiente colonia cuando Hernando de Soto, su esposo y gobernador, partió rumbo a La Florida en misión de exploración y conquista.

Otras mujeres que marcaron el imaginario popular enriquecerán las viñetas, como el caso de la suiza Enriqueta Faber (quien vivió gran parte del tiempo en Baracoa). Para ejercer la medicina, una profesión vedada a las mujeres, no vaciló en travestirse en hombre e, incluso, casarse con una joven, hasta que fue descubierta. De ella escribió una excelente novela Antonio Benítez Rojo, antes de morir en exilio, en Amherst, donde enseñaba.

La venezolana Teresa Carreño.
La venezolana Teresa Carreño.

La bailarina Fanny Essler, más tarde la rusa Anna Pavlova y la norteamericana Isadora Duncan, la cantante sueca Jenny Lind, la soprano española Adelina Patti y la italiana Marietta Gazzinaga, seguidas de la pianista venezolana Teresa Carreño y la actriz italiana Adelaide Ristori, son buenos ejemplos de la importancia que tenía la escena artística habanera a finales del siglo XIX y albores del XX, en donde se presentaban artistas de tal magnitud. Algo de ello cuenta también otra de las mujeres que Depestre incluye: la escritora y viajera sueca Frederika Bremer, cuyas cartas desde Cuba fueron publicadas hace unos años por una editorial de la isla.

La célébre actriz francesa Sarah Sarah Bernhardt caricaturizada en 1923 por el cubano Conrado Massaguer.
La célébre actriz francesa Sarah Sarah Bernhardt caricaturizada en 1923 por el cubano Conrado Massaguer.

Llegamos entonces a la divina Sarah Bernhardt, de quien José Martí ya había hablado cuando la vio actuar en París en 1879, y quien se presentó en dos ocasiones ante el público habanero, la primera vez a fines del siglo XIX, en una época en que otra mujer célebre, esta vez del mundo del poder, la infanta Eulalia de Borbón, visitaba también la Isla, antes de proseguir su viaje hacia Estados Unidos.

Otras menos conocidas, pero no por ello de labor poco descollante aparecen en el libro, como las enfermeras norteamericanas Clara Barton y Clara Maass (de papeles cruciales en la Cruz Roja durante el conflicto de 1894-1898 y después de éste), la también norteamericana Jeannette Ryder (fundadora de la primera Sociedad Protectora de Animales en la isla, en 1906), la escritora asturiana Eva Canel, la cantante de opereta Esperanza Iris o la poetisa mexicana Rosario Sansores, quien colaboró para la prensa cubana (Bohemia y El Fígaro) entre 1910 y 1930.

La feminista española Belén de Sárraga.
La feminista española Belén de Sárraga.

Nuestros abuelos recuerdan aún las presentaciones de la cupletista Consuelo Portela “La Chelito” y el mundo intelectual la presencia de la doctora en letras dominicana Camila Henríquez Ureña, así como las conferencias de la feminista española Belén de Sárraga, de la periodista y poetisa Luisa Capetilllo, y de Margarita Xirgu, la actriz preferida de Federico García Lorca.

Imposible mencionar a las cien celebérrimas recordadas por el autor, pero no es posible obviar a las escritoras Gabriela Mistral, Anais Nin, Carmen de Burgos (“Colombine”), Teresa de la Parra (intimísima de Lydia Cabrera), Concha Espina, María Teresa León, Julia de Burgos, Concha Méndez, Mercedes Pinto, María Zambrano, Françoise Sagan o Simone de Beauvoir. Aunque tampoco a Zenobia Camprubí (quien llega a Cuba con Juan Ramón Jiménez), la aristócrata roja Alejandra Kollontai, quien hizo breve escala rumbo a México, a la fotógrafa mexicana Tina Modotti, la aviadora norteamericana Amelia Earhart, las inolvidables María Félix, Lola Flores, Concha Piquer, Sarita Montiel y Chavela Vargas, y la divina porteña Imperio Argentina desde su primera presentación en el Radio Cine de la calle Galiano en 1936, o Libertad Lamarque, Toña la Negra y la mítica bailarina Carmen Amaya.

También aparecen la actriz italiana Eleonora Duse, muchas estrellas de Hollywood (Gloria Swanson, Rita Hayworth, Mary Pickford) que frecuentaban casinos, cabarets y otros sitios a la moda de La Habana antes de 1959, donde también bailaba Carmen Miranda o cantaba la inigualable Edith Piaf, sin olvidar a Josefine Baker, y su sonado desagravio que luego el castrismo intentó enmendar y, finalmente, Angela Davis o la Madre Teresa de Calculta, líderes políticas o espirituales.

No están en el libro de Despestre todas las celebridades femeninas que pasaron por La Habana o vivieron en ésta. Pienso, por ejemplo, en la bailarina rusa Anna Leontieva quien llegó a Cuba con los Ballet Ruso de Monte-Carlo, se estableció en la Isla en la década de 1940, fundó su propia compañía, creó numerosas coreografías y perdió lo construido cuando llegó el reino absoluto de Alicia Alonso en la década de 1960. La Leontieva se suicidó en su casa de Miramar, en 1979, en donde todavía recibía a alumnas y daba clases particulares de ballet.

Cien mujeres célebres en La Habana es un libro necesario que traerá no pocos recuerdos a muchos lectores y hará que otros descubran por qué justamente a La Habana se le llamaba “el París del Caribe”, mítico pasado del que, como en un juego de arqueología, los visitantes intentan descubrir hoy en día las huellas de sus glorias innecesariamente perdidas.

William Navarrete es escritor franco-cubano establecido en París.