China exhibe su poder tras acuerdo palestino y visita de ministro ucraniano de Asuntos Exteriores

El ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, centro, preside un encuentro entre Mahmoud al-Aloul, izquierda, vicepresidente de Fatah, y Mussa Abu Marzuk, miembro destacado de Hamás, en la Casa de Huéspedes del estado de Diaoyutai, en Beijing, el martes 23 de julio de 2024. (Pedro Pardo/Pool Foto via AP)

China ha negociado esta semana un acuerdo entre facciones palestinas rivales y ha recibido al ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, en un momento en que aumenta la presión sobre el país para que negocie el fin de la cruenta guerra.

Aunque no está claro si el acuerdo entre Hamás y Fatah tendrá éxito dado que otros han fracasado, y hay poco progreso concreto hacia la paz en Ucrania, China salió victoriosa y consolidó aún más su papel como fuerza diplomática —y no sólo como potencia económica— en el escenario global.

Mientras Beijing y Washington compiten por su influencia en todo el mundo, China desempeña cada vez más un papel que antes había sido dominio de potencias mundiales como Estados Unidos y Rusia. Este mes, los países occidentales calificaron de preocupantes algunas de las actividades de China y etiquetaron a Beijing de alborotadora. Pero los acontecimientos de esta semana —y el acuerdo negociado por China el año pasado para restablecer las relaciones entre Irán y Arabia Saudí— muestran que los actores internacionales buscan ahora la ayuda de Beijing, un reconocimiento de que es una potencia diplomática que debe ser tomada en cuenta.

“China se ofrece ahora como mediadora en el escenario global y los países están respondiendo”, dijo Carla Freeman, experta sénior sobre China en el United States Institute of Peace (Instituto de Paz de Estados Unidos), una institución federal no partidista encargada de promover la resolución y prevención de conflictos en todo el mundo. “Es un reconocimiento —muy buscado por Beijing— de que China tiene influencia internacional y podría desempeñar un papel para mejorar los resultados de un proceso diplomático”.

El martes, las facciones palestinas Hamas y Fatah acordaron en principio formar gobierno. Se trata del intento más reciente de resolver una larga rivalidad que se cierne sobre el futuro de Gaza tras la guerra con Israel. Declaraciones similares previas han fracasado, pero incluso el solo reunir a las partes en una sala fue un logro, dijo Jon Alterman, vicepresidente y director del programa de Oriente Medio del Center for Strategic and International Studies (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales), una organización bipartidista sin fines de lucro enfocada en promover propuestas que resuelvan retos globales.

“Dicen: ‘hicimos lo que nadie más pudo hacer, que nadie pensó que fuera posible’, y eso, en sí mismo, representa una victoria”, agregó.

Si bien Beijing no ofreció públicamente ninguna medida concreta, como un cronograma de ejecución o dinero para la reconstrucción, el acuerdo fue otra señal de que China tiene influencia en Oriente Medio y quizás incluso un margen de maniobra que Estados Unidos podría no tener, explicó Danny Russel, vicepresidente de seguridad internacional y diplomacia del Asia Society Policy Institute (Instituto de Política de la Sociedad de Asia), una organización sin fines de lucro centrada en explicar al mundo la diversidad y complejidad de Asia. Los funcionarios de Hamás han dicho que ven a China como un contrapeso potencial de Estados Unidos, que es un firme aliado de Israel, su enemigo.

“La influencia de Estados Unidos con actores clave en Oriente Medio sigue siendo sustancial, pero hay un nuevo actor en el juego que se siente totalmente cómodo al tratar con Irán y Hamás”, agregó Russel al referirse a la reconciliación, en 2023, entre los eternos rivales Irán y Arabia Saudí, vista ampliamente como un gran avance.

Washington, mientras tanto, lidia con el descontento interno por su posición sobre la guerra en Gaza y por recibir esta semana al primer ministro Benjamin Netanyahu, e incluso sus aliados tienen dudas sobre los compromisos de política exterior de Estados Unidos a medida que se acerca la contienda presidencial. Beijing, por otro lado, celebraba.

El ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, rebozaba confianza en una foto tomada junto con los principales representantes de Hamás y Fatah el martes. El Global Times, tabloide de los medios estatales chinos, elogió el acuerdo palestino como de “significancia trascendental”.

Un día después, Dmytro Kuleba, el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, también posó con Wang y dijo que China tiene un papel que desempeñar en pro de la paz.

El acuerdo “traerá esperanza y un futuro al pueblo palestino, y es un paso importante rumbo a resolver la cuestión palestina y lograr la paz y la estabilidad en Oriente Medio”, declaró Mao Ning, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, el miércoles.

Aunque algunos expertos dudan que el acuerdo tenga éxito, Wang Jin, un académico chino especializado en estudios israelíes en la Universidad del Noroeste, en la ciudad de Xi’an, dijo que la participación de una potencia no occidental podría inyectar “nueva fuerza” a la resolución del conflicto palestino-israelí.

En Washington, Matt Miller, portavoz del Departamento de Estado, se negó a hacer comentarios sobre la declaración en sí, pero dijo que Estados Unidos en general ha alentado a China a “utilizar su influencia con los países de la región —especialmente en países con los que tienen una relación y nosotros no— para desalentar cualquier escalada en el conflicto”.

China ha buscando un mayor poder en el escenario global desde hace mucho tiempo, y se volvió más asertiva alrededor de 2009, después de que Beijing organizara con éxito los Juegos Olímpicos, un evento considerado como su debut mundial como nación moderna. Fue un cambio radical respecto a la caracterización del enfoque de política exterior del anterior líder, Deng Xiaoping, que consistía en “mantener un perfil bajo”.

El enfoque más desenvuelto, y a veces temerario, recién cobró impulso bajo el liderazgo de Xi Jinping, quien llegó al poder en 2012. Con Xi, China ha instado a sus diplomáticos a que persigan una “diplomacia de país grande con características chinas”: un llamado a que Beijing recupere su estatus histórico como potencia mundial.

Eso ha significado estrategias emblemáticas como su Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, que ya tiene una década de antigüedad, bajo la cual la segunda economía más grande del mundo otorga préstamos a países en desarrollo, así como otras más nuevas como la Iniciativa de Seguridad Global, un llamado a que China aporte su visión a los principales desafíos de seguridad del mundo.

Si bien el acuerdo palestino es un símbolo de la nueva influencia de Beijing en Oriente Medio, la visita del ministro de Asuntos Exteriores ucraniano puede estar vinculada a la incertidumbre que las elecciones presidenciales estadounidenses podrían significar para Ucrania, y al reconocimiento de que China es uno de los tres actores principales con los que hay que interactuar, junto con Estados Unidos y la Unión Europea.

“Estoy convencido de que una paz justa en Ucrania es de interés estratégico para China, y que el papel de China como fuerza global para la paz es importante”, dijo Kuleba —el funcionario ucraniano de más alto rango que ha visitado China desde la invasión a gran escala de Rusia en 2022— durante el viaje el miércoles.

China es uno de los mayores aliados de Rusia, y si bien insiste en que no proporciona ayuda militar a Moscú, ha mantenido fuertes lazos comerciales con su vecino durante el conflicto. Esto incluye tecnología que se incorpora al arsenal ruso.

Pero dada la asociación estratégica de China con Rusia —y el avance gradual de las fuerzas del Kremlin— ​​Ucrania ha cortejado cuidadosamente a Beijing, y entiende que sin su respaldo cualquier acuerdo de alto al fuego que beneficie a Kiev probablemente permanecerá fuera de su alcance.

La visita de Kuleba fue el resultado de un cálculo. El ministro de Asuntos Exteriores trató de convencer a China de que profundizar los lazos con Ucrania no solo serviría a los intereses de Kiev, sino que alimentaría las ambiciones de Beijing de ser un actor serio en el escenario mundial.

“De aquí en adelante, si se quiere lograr la paz, los ucranianos se dieron cuenta de que China no puede quedar fuera de la ecuación”, dijo James Char, investigador del Institute of Defence and Strategic Studies (Instituto de Defensa y Estudios Estratégicos) de la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur.

Derek Grossman, analista sénior de la RAND Corporation, una organización estadounidense sin fines de lucro enfocada en análisis y soluciones a problemas mundiales de seguridad, salud y prosperidad, expuso que, si bien la influencia de Beijing aumenta, tiene una actitud mucho más cautelosa que la de Estados Unidos.

Por ahora, eso podría frenar su ascenso.

“Los últimos 12 años han demostrado que China es ahora una gran potencia en el mundo”, afirmó Grossman. Pero aunque quiera aumentar su influencia en todas partes, “no quiere la carga de tener influencia en todas partes”.