Chicos, menores y de clases privilegiadas: así son los jóvenes amantes del riesgo

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La juventud es un periodo de profundos cambios y transiciones personales. Se pasa del estatus de niño –completamente dependiente de los progenitores– a iniciar el camino que los llevará al mundo adulto, trayecto que supone el desarrollo de las capacidades propias y el carácter individual.

En suma, se construye en este periodo la manera de estar en el mundo. Es a lo largo de este tránsito cuando los y las jóvenes experimentan con los límites, tanto los personales (los físicos y psicológicos) como los sociales (el conjunto de normas y reglas), poniendo a prueba los recursos y capacidades personales. Y es ahí precisamente, como parte de ese crecimiento personal, donde tiene lugar la experimentación con el riesgo, tan propia y característica de la juventud.

Para analizar la compleja relación entre el riesgo y la juventud, el equipo de Sociológica Tres realizamos en 2021 para el Centro Reina Sofía-FAD sobre Adolescencia y Juventud el Barómetro sobre salud y bienestar mediante el empleo de un cuestionario aplicado a una población representativa de chicos y chicas entre los 15 y 29 años.

Uno de los capítulos de este informe aborda la relación entre juventud y riesgo, tanto en lo que se refiere a las actitudes hacia el riesgo como en la percepción sobre la peligrosidad asociada a ciertos comportamientos.

En relación a su idea sobre el riesgo, se preguntó a chicos y chicas si les compensa realizar determinados comportamientos que potencialmente conllevan ciertos riesgos, por los supuestos beneficios a conseguir. El análisis de sus respuestas, comparadas con las que se obtenían para la misma pregunta en el Barómetro de Salud 2019 (también realizado por el Centro Reina Sofia-FAD) demuestran que en 2021 aumentó el porcentaje de jóvenes que declaraban que les compensa llevar a cabo –o les compensaría, si los llevaran a cabo– estos comportamientos.

Entre los años 2019 y 2021 aumentó espectacularmente la proporción de chicos y chicas que declararon que les compensa emborracharse hasta perder el conocimiento (del 14,6 % en 2019 al 26,3 % de 2021), practicar deportes de riesgo (del 20 % al 24,1 %), fumar porros (12,6 % al 16,5 %), no usar protección en las relaciones sexuales (del 9,5 % al 12,5 %), conducir a mucha velocidad (del 8,4 % al 12,1 %), meterse en peleas (del 6,9 % al 8,3 %) o conducir vehículos cuando han tomado drogas o alcohol (del 5,6 % al 7,7 %), por mencionar los elementos más llamativos.

Complementariamente a lo anterior, es interesante el análisis de la sensación de mayor o menor inseguridad de determinados comportamientos. En este sentido, también el año 2021 representa un punto de inflexión importante con respecto a la misma pregunta realizada en 2019. Bajaron notablemente las proporciones de chicos y chicas que manifestaron inseguridad si llevaran a cabo determinadas acciones. Por ejemplo, la proporción de chicos y chicas que manifestaron altos niveles de inseguridad en la conducción de vehículos bajó del 46,8 % del 2019 al 39 % del año 2021; del 50,7 % de los riesgos sexuales al 41,8 %. Del acoso, tanto en centros de estudio o trabajo y en redes sociales, se pasó del 49,7 % para ambos en 2019 al 44,1 % y 42,3 %.

En cuanto a la violencia física, pasó del 52,8 % al 46,3 % y, finalmente, en cuanto a los consumos de drogas, del 53,3 % al 49,6 %. Es decir, había bastante menos chicos y chicas en 2021 que se habrían sentido inseguros si hubiesen tenido que llevar a cabo estas acciones.

No resulta fácil la explicación de esta mayor presencia del riesgo en la vida de chicos y chicas, al menos en una parte relativamente importante de ellos. No cabe duda de que estos incrementos de chicos y chicas a los que les compensan determinados comportamientos o del decrecimiento de la sensación de peligro asociado a los mismos responde, por lo menos en parte, a una necesidad de contrarrestar las duras restricciones debidas a la pandemia covid-19.

Tendencia a banalizar el peligro

La profunda experiencia de esta pandemia hace que cambie no solo el modelo de vida, sino también el conjunto de experiencias de las que disfrutar, pese a los riesgos que potencialmente suponen. Pero también se detecta cierta tendencia a la banalización del riesgo, del peligro, que puede estar muy en conexión con el surgimiento de nuevos códigos de valores entre la juventud que empujan a fomentar una idea de disfrute máximo, también potenciada extraordinariamente por la situación de pandemia y las restricciones que ha conllevado que han tendido a exacerbar estas cuestiones.

En estas minorías que confiesan tales percepciones hay todo tipo de perfiles de chicos y chicas, lo cual no implica que no pueda detectarse un perfil dominante: están sobrerrepresentados los hombres, los de menor edad y los de clases privilegiadas. Es un perfil que lleva a pensar que estamos tocando una cuestión muy relacionada con los valores de un cierto grupo juvenil.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Juan Carlos Ballesteros Guerra no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.