Celebridades anónimas en Estados Unidos: cuando Lionel Messi fue un chico común y a Diego Maradona no lo reconocieron
Diego Maradona paseaba con 23 años por Nueva York como un turista cualquiera. El video, inédito hasta diciembre de 2020, lo descubre rodeado por el hormigueo de siempre en la metrópoli, pero sin atropellos ni invasiones. Era fines de mayo o principio de junio de 1984, cuando viajó con Barcelona para jugar un cuadrangular ante Udinese, Cosmos y Fluminense en la liga norteamericana que buscaba relanzarse. Esos partidos serían los últimos en el club catalán… porque cuatro o cinco semanas más tarde, Maradona ya estaría en Nápoles desatando otra revolución. Tremendo contraste entre la volcánica fiesta popular napolitana y esas caminatas solitarias por Nueva York.
Un año después, en 1985, el titubeante ciclo de Bilardo en la selección hizo escala en Los Ángeles para jugar un amistoso contra México. Nuevamente Diego en los Estados Unidos, y vale el recuerdo de Claudio ‘Bichi’ Borghi: “Fue la única vez que lo vi ser libre. Estábamos frente del estadio donde jugaban Los Lakers y los gringos no veían mucho fútbol, así que no había acoso. Nunca más lo vi ser libre. Él no podía salir a una plaza o ir a tomarse un café. A él le encantaba la fama, pero estaba detrás de las rejas, porque hay cosas que no podía hacer”.
Lionel Messi también andaba por los 23 años en marzo de 2011. Y paseaba, feliz, como un turista cualquiera por Nueva York. Una tarde libre de la selección antes de enfrentarse en un amistoso con los Estados Unidos. Una tarde gris, plomiza y, por momentos, con algunas nevadas. Primero, la delegación paseó en ómnibus. Luego, caminaron en distintos grupos. Javier Mascherano, Esteban Cambiasso, Javier Zanetti y Otamendi. También Pastore, Belluschi, Bolatti y Nicolás Gaitán. Era un plantel de Sergio Batista, sin destino de recuerdo. Algunos caminaron por donde estaban las Torres Gemelas y en Museo de Arte Moderno (MOMA). Otros visitaron el Rockefeller Center, Radio City y un borde del Central Park.
Messi, con camperón y gorro de lana, caminó por la Quinta Avenida, se maravilló con el local de merchandising de la NBA y paseó en soledad por las tiendas de Dolce & Gabbana -firma italiana que contaba con la Pulga como una de sus nuevas caras- y Apple Store, donde hizo alguna compra. Apenas fue saludado en un par de ocasiones. Al regresar al hotel, le ofreció a LA NACION un resumen muy singular de su aventura neoyorkina: “Fue lindo ser un chico común”, soltó, con la timidez de aquellos años.
Messi ya había estado en los Estados Unidos en 2008, su primer viaje en realidad. En junio. Pero no en NYC, en la ‘Gran Manzana’, sino en San Diego y muy cerca, en New Jersey, del otro lado del río Hudson. Aquellos habían sido dos amistosos, contra México en la victoria 4-1 y un empate sin goles con los Estados Unidos. Eran tiempos de Basile, en la antesala de un tembladeral que cuatro meses después lo tendría afuera. A ese Messi lo único que le importaba era participar de los Juegos Olímpicos de Pekín. Faltaba muy poco y entre Barcelona y la AFA todo era tensión. Meses más tardes, Pep Guardiola sería la llave para destrabar el conflicto y alentar el sueño dorado de Messi.
Pero Messi iba a regresar a los Estados Unidos. Varias veces. Todavía sin intuir que se transformaría en la sensación del planeta soccer. Sin sospechar que ese país sería el destino de un crepúsculo que todavía parece fulgurante. Él mismo anticipó que en los Estados Unidos finalizará su carrera. En Inter Miami. En un fútbol que vive rendido a sus pies ante un fenómeno deportivo y comercial. Hoy, su camiseta es la más vendida y se volvió habitual encontrarlo en las centellantes marquesinas de Times Square.
Es increíble como los Estados Unidos se instalaron en su vida. Una estadística que no deja de crecer: detrás de la Argentina, el país donde más veces se presentó con la Albiceleste es Brasil, con 23 partidos. Es lógico, ya que en casa del vecino disputó un Mundial (2014), dos Copas América (2019 y 2021) y seis eliminatorias sudamericanas. Pero esa marca quedará bajo amenaza luego de la actual Copa América. Porque la tercera nación en la que más ocasiones jugó Messi es en los Estados Unidos: 15 encuentros, distribuidos entre New Jersey (5), Chicago y Houston (2) y San Diego, Dallas, Seattle, Boston, Miami y Washington. Si la travesía suma otras seis escalas en las próximas semanas… la marca de Brasil quedará seriamente comprometida.
El detalle cuenta que después de aquel primer viaje en 2008, y el segundo en 2011, llegó el tercero, en junio de 2012: en New Jersey, el amistoso que la Argentina de Alejandro Sabella le ganó 4-3 al Sub 23 de Brasil con un golazo fantástico de Messi. La cuarta visita, con Gerardo Martino como entrenador, fue en septiembre de 2015: Houston y Dallas. La quinta se anotó en junio de 2016 e incluyó cinco encuentros por la Copa América del Centenario. La sexta excursión ya lo tuvo a Lionel Scaloni en la conducción de la selección: ocurrió en septiembre de 2022, la última prueba de ensayos antes de Qatar. Y la séptima travesía es la actual, con los amistosos ante Ecuador/Guatemala en la antesala de otra Copa América.
La síntesis es abrumadora, vaya si le sienta bien el soccer a Messi: 11 victorias y cuatro empates, no perdió nunca, aunque la igualdad en la final de la Copa América 2016 con Chile, con la posterior caída por penales, fue un sonoro cachetazo. La noche de la renuncia a la selección, que duró un suspiro para alivio de todos. En los 15 partidos convirtió 18 goles, apenas en cinco cotejos no marcó. Sin dudas que se siente cómodo. ¿Y ahora sumará nuevas ciudades? Claro, la primera será Atalanta, este jueves, en el debut ante Canadá. Y según los resultados, podría incorporar a su hoja de ruta a Arlington, en Texas, y a Charlotte, en el condado de Mecklenburg, Carolina del Norte.
Con 23 años, Maradona y Messi coincidieron en sentirse anónimos en los Estados Unidos. Después, el recorrido les tendría reservadas experiencias y sensaciones totalmente opuestas. Como una singular mueca del destino, los Estados Unidos reaparecen en el final de sus carreras con la Argentina. Maradona volvió a la selección para competir en su último Mundial, una fábula que viajó de la épica popular a la tragedia deportiva en 1994. Fue el cierre oscuro después de la cumbre en el Azteca. Tres décadas más tarde, Messi ha agitado al soccer como nadie en la historia. Ha puesto todo en ebullición en los Estados Unidos, la sede que en un par de días le propondrá el último desafío trascendente. ¿O el penúltimo? Messi espía la Copa 2026, por ahora con la única certeza de que se jugará en el patio de su nueva casa. El único lugar que alguna vez le permitió sentirse un chico común.