Carolina Herrera no es la primera casa de moda que se apropia de los diseños mexicanos

Aunque todos los focos de la polémica por apropiación cultural apuntan hoy hacia Carolina Herrera y su director creativo, Wes Gordon, no es la primera vez que una casa de moda es acusada de plagiar creaciones indígenas mexicanas para sus distintas colecciones.

Los brocados de varios pueblos indígenas mexicanos han sido utilizados por marcas de ropa nacionales e internacionales para el diseño de sus prendas sin permiso ni beneficios para sus creadores originales. (Foto Getty Creative)
Los brocados de varios pueblos indígenas mexicanos han sido utilizados por marcas de ropa nacionales e internacionales para el diseño de sus prendas sin permiso ni beneficios para sus creadores originales. (Foto Getty Creative)

Quizás la nueva colección “Resort 2020” de Carolina Herrera, que se inspira en “un amanecer en Tulum, la luz de Lima, un paseo por la Ciudad de México (...) o lo colores de Cartagena”, puede que sea el colofón de años de apropiación cultural sin reconocimiento ni distribución de beneficios para sus creadores originales.

Por primera vez, el gobierno mexicano se pronuncia contra la apropiación cultural por parte de una marca específica.

A través de una carta de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, pide a la casa de moda que explique “públicamente” sus fundamentos para usar elementos culturales, cuyo “origen está plenamente fundamentado”.

También solicitó que aclare si las comunidades portadoras de estas vestimentas se van a beneficiar de las ventas de la colección, aunque en un comunicado Wes Gordon respondió que “la presencia de México es indiscutible en esta colección, es algo que salta a la vista y que en todo momento quise dejar latente como una muestra de mi amor por este país y por el trabajo tan increíble que he visto hacer allí".

No es la primera vez

Zara, Mango, Isabel Marant, Pineda Covalín, Louis Vuitton, Michael Kors, Santa Marguerite, Madewell, Mara Hoffman y Etoile son algunas de las marcas que han usado diseños de pueblos originarios en sus prendas, sin previo acuerdo con los verdaderos creadores de esos elementos culturales, que forman parte de la vestimenta de múltiples comunidades indígenas en México.

De acuerdo con una investigación de la asociación civil Impacto, creada para reducir la pobreza y la desigualdad en México con proyectos que mejoran los ingresos de las comunidades indígenas, desde el 2012 marcas internacionales y nacionales de ropas se han dedicado a plagiar los diseños de los vestuarios típicos de varios pueblos originarios mexicanos.

La marca Mara Hoffman fue la primera en desatar polémica, en 2012, al usar los tenangos de Doria, Hidalgo. Dos años después, la firma mexicana Pineda Covalín los volvió a copiar en una de sus colecciones.

Luego, en el 2015, la marca francesa Isabel Marant empleó diseños típicos de la comunidad oaxaqueña de Santa María Tlahuitoltepec en blusas que comercializó en varias partes del mundo, incluida una tienda de San Diego, California, desde donde fue denunciado el plagio por la cantante de música tradicional mexicana Susana Harp, hoy senadora por el estado de Oaxaca.

Tras la imputación, las redes se volcaron con ferocidad hacia la diseñadora francesa, quien por la presión tuvo que admitir que había utilizado en su prenda elementos artísticos de una comunidad mexicana.

Un comunicado oficial de su firma expuso que Isabel Marant no tenía ninguna patente de los bordados de las blusas inspiradas en Santa María Tlahuitoltepec y que después de conocer el verdadero origen de la prenda no pretendía “ser la autora única de esta túnica y otros diseños similares”.

La apropiación continúa

Desafortunadamente, el escándalo de Isabel Marant no contuvo a otras marcas. En 2016, Rapsodia copió la blusa del pueblo de San Antonino Castillo Velasco, en Oaxaca, al igual que la marca Madewell. Esta última en ese año también plagió el huipil de San Andrés Larrainzar, de Chiapas.

Al siguiente año, Zara copió los brocados de la blusa de Aguacatenango, en Chiapas, e Intropia, los de San Juan Bautista Tlacoatzintepec, de Oaxaca.

También en ese año la empresa española de fast fashion, Mango, utilizó dibujos iconográficos de la región otomí-tepehua de Hidalgo, conocidos como tenangos, para una línea de bordados, cuyas prendas fueron comercializadas hasta en mil 500 pesos (unos 75 dólares, al cambio actual).

El plagio de Mango igual suscitó una gran polémica. La empresa española de origen catalán aceptó que no reconoció la propiedad intelectual porque la desconocía.

Guillermo Coromina Palomar, director de comunicación de Mango, en misiva a la entonces diputada federal mexicana Paola Félix Díaz, expuso que sus diseñadores encontraron los dibujos en Internet y justificó su plagio porque “desconocían absolutamente que se tratara de representaciones artísticas elaboradas por comunidades indígenas y, más aún, que fueran fuente de sustento de las mismas”.

Patrimonio colectivo desprotegido

Hasta ahora ninguna marca de ropa ha dado crédito a las comunidades de dónde son oriundos esos elaborados y creativos diseños. Pero, ¿por qué pueden apropiarse de estos elementos culturales?

De acuerdo con el estudio de Impacto, la cuestión radica en que ninguno de los diseños de las comunidades tiene un registro de derecho de autor. Los brocados y diseños son herencia común. Es un conocimiento ancestral que se transmite de generación en generación.

En la cultura de los pueblos originarios no existe la idea, ni nada que se le asemeje, del concepto occidental de propiedad intelectual. El conocimiento es de todos y a todos les pertenece. Sin contar con el impedimento de cómo determinar a quién corresponde cada diseño tradicional.

Carlos Blanco, especialista en derecho del Tecnológico de Monterrey, considera que “para determinar la titularidad del derecho de autor habría que ver el origen. Una opción podría ser propiedad colectiva, pero al no encontrar el origen, ahí es donde se rompe el derecho y (complica) a quién le damos la titularidad del derecho”.

Adriana Aguerrebere, directora de Impacto, cree que es imprescindible algún mecanismo de protección del patrimonio colectivo de las comunidades indígenas de México para poner freno a esta tendencia de las marcas de ropa.

Dinero no, respeto

El reclamo del gobierno mexicano a la marca Carolina Herrera también se produce en medio de una estrategia legislativa de la bancada del partido gobernante Morena en el senado mexicano para que se apruebe una ley que salvaguarde los conocimientos, cultura e identidad de los pueblos indígenas y afromexicanos.

El proyecto pretende derogar algunas leyes vigentes de derecho de autor para impedir que los diseñadores utilicen este tipo de ilustraciones sin el consentimiento de los pueblos indígenas.

“Es una ley muy grande que da la titularidad de estos elementos a las culturas originales”, explicó al diario español El País la senadora Susana Harp, quien es presidenta de la Comisión de Cultura y autora de la norma en la que trabaja desde noviembre pasado.

Susana Harp asegura que las comunidades “piden respeto, no piden dinero”. Para ellos, los diseños son imágenes de su cosmovisión, por lo que los diseñadores deberían acercarse y pedir permiso.