Capos colombianos que declararon en el juicio contra El Chapo están libres o redujeron su condena

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El combo de colombianos que declaró en el juicio en contra del mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán paulatinamente ha ido recibiendo los beneficios por su trabajo realizado en el llamado “Juicio del Siglo”.

En ese procedimiento que duró doce semanas entre noviembre del 2018 y febrero del 2019, declararon cinco colombianos de entre los 56 testigos que llamó la fiscalía del caso.   

Además de Juan Carlos Ramírez abadía, “Chupeta”, dos de ese pokar llevan los apellidos Cifuentes Villa: Los hermanos Jorge Milton e Hildebrando Alexander, que fueron los primeros en recibir generosas sentencias de 8 años el primero, pese a los 6 cargos por importación de cocaína a los Estados Unidos; y de 9 el segundo acusado de conspiración internacional para manufacturar, importar y distribuir narcóticos.

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A Jorge Milton le fueron tomados como crédito los 8 desde que fue detenido en Venezuela (agosto 2012) y en diciembre del 2019 justo al cumplirse el año en que atestiguó contra Joaquín Guzmán, celebró esa fecha abandonando la prisión.

En el caso de Hildebrando Alexander en junio del 2023 lo sacaron de la lista negra de la OFAC días antes de que obtuviera su libertad. Ahora cumple dos años bajo la supervisión de un oficial de libertad condicional.

A cinco años de que un jurado ciudadano halló culpable a “El Chapo” Guzmán, también los mexicanos que declararon en su contra recibieron perdones adelantados: Jesús “El Rey” Zambada, Vicente Zambada Niebla “El Vicentillo”, Dámaso López Núñez “El Licenciado”, Lucero Guadalupe Sánchez “La Chapodiputada”, entre los más relevantes.

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Foto: Especial

Los Cifuentes Villa, ¡qué bonita familia!

La señora Carlina Villa y el señor Cifuentes tuvieron 9 hijos, Teresa, Fernando, Francisco o Pacho, Martha, Lucía Inés, Dolly de Jesús, Héctor Mario, Jorge Milton e Hildebrando Alexander. De todos ellos, al menos 5 se dedicaron al narcotráfico.

 Aunque se forjaron trabajando para otros cárteles, los Cifuentes Villa poco a poco labraron su propia empresa criminal. Primero Fernando se integró como sicario de Pablo Escobar y de Hernando Henao Montoya, El Hombre del Overol. En noviembre de 1996 le ordenaron matar a Efraín Hernández, Don Efra, uno de los líderes del Cartel del Norte del Valle, pero lo que Fernando nunca sospechó es que él mismo sería asesinado días después por Wilmer Varela Jabón a petición del propio Henao Montoya que buscaba así borrar las huellas de aquel crimen.

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 Cuenta Jorge Milton que a él le tocó desembolsar 15 millones de dólares entre empleados de Efraín Hernández que reclamaron una especie de “indemnización” a cambio de no matar a toda la familia. Fue ahí cuando el clan Cifuentes Villa se movió a Medellín donde se alió con Don Berna, que dirigía en Envigado una oficina que además de traficar cocaína, también patrocinaban autodefensas. También eso los orilló a huir de Bogotá.

 Por ese tiempo los Cifuentes asumieron el perfil de emprendedores dueños de empresas agrícolas, comercializadoras de bienes, de fabricación de alimentos, de la industria inmobiliaria, explotación de minerales y administración de parques temáticos en Colombia, Panamá, Ecuador, Estados Unidos, Brasil, España y México. Muerto Fernando, el liderazgo de la organización fue asumido por Francisco.

Pero el negocio principal seguía siendo el de la cocaína.

Jorge Milton se trasladó en 1989 a Ciudad Victoria, Tamaulipas y a las pocas semanas se fue a vivir a Texas. En ese tiempo conoció a Humberto Ojeda, socio y amigo con el que introdujo poco más de 200 toneladas de cocaína a los Estados Unidos. Recibían los embarques en Nayarit, Sinaloa y Jalisco y a ese ritmo entre 1991 y 1995 llegaron a facturar casi 100 millones de dólares, de los que presumían una utilidad neta de dos millones al mes para cada uno.

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Por rencillas que son la norma entre narcotraficantes, en 1998 Ismael el Mayo Zambada mandó asesinar a Humberto Ojeda, hecho que estremeció a Jorge Milton de 32 años y en la cumbre de una exitosa carrera criminal. Cuando en el 2003 tuvo oportunidad de ver a Ismael Zambada, Cifuentes buscó articular un reclamo:

   —Yo maté a Robachivas, ¿qué piensas hacer al respecto? —le aclaró el Mayo envalentonado.

   —Pues nada, solamente le digo que mató a un buen hombre —devolvió Jorge, temeroso ante el perfil de ese interlocutor.

   —Y si vuelve a nacer lo volvería a matar, el problema no es contigo, tú eres como de la familia —buscó conciliar Zambada. 

A uno de esos encuentros en las cumbres del Triángulo Dorado, Jorge Milton pidió al Chapo un favor: que permitiera a su hermano, el joven Hildebrando Alexander vivir con él. Jorge Milton, y más adelante Alexander, dijeron al jurado que el motivo de esa estancia era cuidar los negocios de los Cifuentes, pero de sus propios testimonios se desprende que lo que en realidad buscaron era la protección del capo mexicano.

Bajo el apelativo “Simón”, Hildebrando aprendió mucho del Chapo Guzmán. Incluso lo llegaron a invitar a reuniones como la que convocó Vicente Zambada Niebla el Vicentillo a la que también asistieron El Chapo, Dámaso López Núñez y tres invitados especiales: un funcionario de PEMEX llamado Alfonso Acosta y dos colegas de él. Hildebrando dijo en el juicio que el plan era que buques petroleros de la empresa de todos los mexicanos fueran a Sudamérica a dejar petróleo y volvieran a puertos mexicanos cargados de cocaína. Al menos durante el juicio no aclararon si el plan se ejecutó.

Explicaron que el costo por kilo de cocaína en Ecuador era de tres mil dólares, y luego lo vendían en 11 mil al llegar a México. Tan solo de las seis primeras toneladas, Guzmán Loera se debió embolsar unos 48 millones de dólares, calculó Cifuentes. El sinaloense prometió al colombiano que de esas ganancias a él le tocaría un 25 por ciento, o sea 12 millones, pero en la Corte Federal de Brooklyn, Jorge Milton se quejó de que nunca se le pagó su comisión pese a que, como dijo a los fiscales, su mayor encomienda era la de “proteger de ustedes (las fuerzas de seguridad) la cocaína de Don Joaquín”.

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En noviembre de 2012 cuando Jorge Milton Cifuentes Villa fue capturado en Venezuela le decomisaron 13 millones de dólares entre dinero y propiedades además de que se comprometió a entregar una compensación de otros 150 millones de dólares al gobierno de Estados Unidos. 

Por su parte, Alex Cifuentes, al relatar sus experiencias del lustro vivido junto al Chapo (2007 – 2013), luego se concentró en una parte de la personalidad del Chapo que había permanecido inédita en el juicio pero que era reconocida en círculos del narco: su frivolidad.

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Juan Carlos Ramírez abadía, “Chupeta”. Foto: Especial

Por ejemplo, habló de las comunicaciones, de los continuos cambios de celular, y de la conveniencia de contratar a otro colombiano, Cristian Rodríguez, ingeniero de los Cifuentes en Sudamérica, ante el temor permanente de que interceptaran sus charlas. Contratado por el Chapo al que le instaló un sofisticado sistema operativo, el ingeniero fue detenido por la DEA de la que se volvió colaborador y gracias a él se consiguieron decenas de llamadas incriminatorias entre el líder y asociados. Fue el Guano, un ayudante del Chapo, el primero que lo alertó de que en su equipo había un soplón. Cuando sospecharon que era el ingeniero Cristian, ordenaron a Alex Cifuentes que lo buscara para matarlo, pero ya no lo encontraron y lo volvieron a ver hasta el día que Rodríguez igualmente declaró en el juicio. 

Hildebrando Alexander trajo al jurado el recuerdo de Andrea Vélez Fernández, amiga y protegida que bajo su manto emprendió en varios negocios, el más importante de ellos una agencia de modelos en el Distrito Federal hoy Ciudad de México. Ayudó Vélez Fernández al Cártel de Sinaloa del narco en las relaciones públicas con militares de alto nivel, sobre todo con un general al que enviaba chicas de su agencia a las fiestas que cada miércoles celebraban uniformados mexicanos. El Chapo también la mandó matar cuando ella le dijo que el militar no deseaba aceptar los 10 millones de dólares que ofrecían al general a cambio de que lo dejaran de perseguir. “El Chapo me cae muy mal”, justificaba el militar su rechazo.

El punto climático de las revelaciones baladí de Alex Cifuentes llegó al recordar las adulaciones de su esposa Angie al Chapo: “Señor Guzmán, usted sale mucho en las noticias, ¿Por qué no dirige su propia película y ordena una biografía y de ese modo usted se queda con todas las ganancias?”. La pareja de Cifuentes le había pegado al líder en una de las facetas más débiles de su personalidad: su profundo narcisismo.

—     ¿Cuál fue la reacción del acusado a esa propuesta? —quiso saber la fiscal asistente Gina Marie Parlovechio, quien entendía que eso aportaba más al circo mediático que a probar los cargos.

—     Quedó encantado con la idea y comenzó a dar órdenes para que se realizara —respondió Alexander.

—     ¿Qué papel tendría el acusado en la película? —curioseó Parlovechio.

—     Él sería el director —humilló Cifuentes y agregó a la trama el nombre del productor colombiano Javier Rey, a quien le dieron dinero para que escribiera el guión.

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Lucero Guadalupe Sánchez “La Chapodiputada”. Foto: Especial

Chupeta, más sanguinario que el Chapo

Pese a superar las cifras criminales de “El Chapo” Guzmán, el colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía “Chupeta” recibió 20 años de sentencia en agosto del 2023 debido a que “brindó una asistencia significativa y sustancial al gobierno”, según alertaron los fiscales al juez Brian Cogan. Detenido en Brasil en 2007, presuntamente saldría en el 2027 pero no hay indicios de que se halle en alguna cárcel de las que maneja el Buró de Prisiones.

Las dos décadas de prisión para Chupeta se antojan como un logro para este colombiano luego de que en audiencia celebrada el 16 de mayo del 2023 el juez Brian Cogan dijo que “sus crímenes lo hacían merecedor de cadena perpetua incluso pena de muerte”.

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Ramírez Abadía fue el sanguinario líder de una facción del Cartel del Norte del Valle, asentado en el Valle del Cauca, Colombia, de donde “exportó” entre 1989 y 2007 cocaína con un valor superior a los mil millones de dólares.

Chupeta aceptó haber mandado para mandar a matar al menos a 150 personas. “No hay forma de ser un líder de un cartel de la droga si no se es extremadamente violento pues de lo contrario, te roban, te amenazan o agreden a tus familiares”, dijo en el juicio del Chapo este personaje que solía comprar en medio millón de dólares cuadros de Botero.  

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Huyendo de la justicia en Brasil acudió con un cirujano que le desfiguró el rostro: fortaleció su mandíbula, cambio el entorno de los ojos, colocó pómulos vistosos, alisó las orejas, le partió el mentón, le agrandó la frente y colocó implantes en labios y pelo. Pero de nada le sirvió pues la justicia dio con él.

Ya dentro de la prisión se enteró de un complot para secuestrar al hijo del entonces (y actual) presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva. Dicha alerta logró desarmar la conspiración y de ahí arrancó una fructífera carrera como testigo que vivió sus momentos estelares en Nueva York.

Al llegar a Estados Unidos Chupeta entregó libros de contabilidad, pagó un decomiso de más de 6 millones de dólares en ganancias del narcotráfico, y dio informes al gobierno de Colombia para que recuperaran dinero y propiedades por un aproximado de mil millones de dólares.

Pero fueron sus declaraciones juradas para afianzar casos contra narcos mexicanos lo que provocaron las simpatías del Departamento de Justicia hacia él. Chupeta acusó a Alfredo “El Mochomo” Beltrán Leyva, Jesús “El Rey” Zambada y Joaquín “El Chapo” Guzmán en cuyo juicio testificó tres días bajo esa imagen tenebrosa de vestimenta negra, con suéteres de cuello de tortuga, voz cascada y rostro desfigurado por las cirugías.  

Además de a “El Chapo”, Chupeta enviaba coca a los Beltrán Leyva, a los Carrillo Fuentes, a Nacho Coronel, a “El Güero” Palma, a “El Mayo” Zambada, a “El Rey” Zambada y hasta a los Arellano Félix. 

En el mismo juicio dio una clase magistral de cómo preparar cocaína pura, proceso que arranca trayendo las plantas de Perú, Bolivia o Colombia. A “las hojas secas y trituradas se les añade cal, mezcla a la que se le suma ácido con agua, gasolina, sosa cáustica, acetona y bicarbonato de sodio. Luego se le agrega el ácido sulfúrico y amoniaco, se deja reposar toda la noche para que a la mañana siguiente amanezca la pasta de la cosa que así se va a otro laboratorio donde se le da su consistencia definitiva”.

“Ya soy una persona diferente y he aprendido mucho en mis años en encierro”, dijo Juan Carlos Ramírez Abadía en una audiencia donde se discutían los términos de su sentencia.

“Todos me dicen eso, señor Ramírez”, dijo el juez Brian Cogan “y a menos que tenga alguna prueba objetiva no lo voy a aceptar”.

Sin embargo, 3 meses después Cogan cedió a las peticiones de Chupeta y le dio sólo 20 años.