Dentro de la "capital mundial del açaí": motor de la Amazonía y objetivo de las mafias

Igarapé-Miri (Brasil), 7 ago (EFE).- El açaí es el alimento de moda y su capital mundial es Igarapé-Miri, una ciudad precaria de la Amazonía brasileña que hasta hace bien poco vivía amedrentada por el crimen organizado, atraído por el millonario negocio que gira en torno a este fruto afrodisíaco.

A unos 150 kilómetros de Belém, donde esta semana se celebrará la Cumbre de la Amazonía, esta localidad del estado de Pará es el fiel retrato de los núcleos urbanos de la selva amazónica: una tierra fértil, una población vulnerable y desigual y unas infraestructuras más que deficientes.

"Bienvenidos a Igarapé-Miri, la capital mundial del açaí", reza un cartel a la entrada del municipio, cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII y que toma su nombre del río homónimo que lo baña, que en lengua tupí significa 'pequeño camino de canoas'.

Hoy es el mayor productor mundial de esta baya esencial para los habitantes de Pará -la consumen en el desayuno, el almuerzo y la cena- y que el resto del mundo descubrió hace dos décadas por sus propiedades casi sobrenaturales.

Aquí hay unos 4.000 pequeños y medianos productores, que, según los últimos datos oficiales, cosechan alrededor de 400.000 toneladas de açaí al año. En 2021, generaron 1.600 millones de reales (330 millones de dólares o 300 millones de euros).

También se han instalado once plantas procesadoras que han hecho posible que, por ejemplo, empiecen a vender helados de açaí a Arabia Saudí.

Marco Noda, de 42 años, es uno de esos miles de agricultores. Los vecinos le conocen como El Japonés. Su padre, hijo de migrantes nipones, fue uno de los pioneros en ver en el açaí una "oportunidad" lucrativa.

"En esa época (los 90) no había plantíos, era recogido en la selva", pero él "decidió apostar por el açaí y empezó con 18 hectáreas", relata a EFE.

POBREZA Y DESIGUALDAD

En Igarapé-Miri circula una gran cantidad de dinero, pero la realidad social es otra. La mitad de sus 63.000 habitantes es pobre, según estimaciones oficiales.

Descuidada, la ciudad tiene un aspecto de abandono de no ser por los comercios de açaí, identificados con una señal roja. En cada esquina hay uno.

Vecinos consultados por EFE también comentaron que la inseguridad también ha sido un grave problema y acusaron al propio alcalde, Roberto Pina, de ejercer el poder como un cacique.

EL DÍA QUE LLEGÓ EL CRIMEN ORGANIZADO

Los altos índices de pobreza unidos a la pujante industria del açaí hicieron que el crimen organizado pusiera sus ojos en Igarapé-Miri en el marco de su expansión por toda la Amazonía, una ruta estratégica para el tráfico de drogas.

Antônio Francisco Pinheiro, de 70 años y agrónomo de profesión, comparte en consorcio 100 hectáreas de palmeras de açaí que mezcla con cultivos de cacao, naranja y cupuazú. Un día recibió un mensaje pidiéndole una alta suma de dinero bajo amenaza de secuestro.

El prefijo del teléfono era de Río de Janeiro y el remitente era CV, las siglas de Comando Vermelho, una de las facciones más poderosas de Brasil, nacida en Río y que domina el tráfico de estupefacientes en Pará.

Una célula se afincó en Igarapé-Miri y empezó a extorsionar a los empresarios del açaí. Llegaron a establecer retenes en algunos accesos, según denuncian algunos vecinos. También hubo choques con otras bandas por el control de la zona, con brutales asesinatos entre ellos.

"Vivíamos sobresaltos, con asaltos, secuestros y violencia, hasta que el Gobierno regional tomó medidas y alivió la situación", señaló Pinheiro, quien comentó que algunos colegas "tuvieron que pagar 100.000 reales" (20.500 dólares) para ser liberados.

En junio pasado, las autoridades brasileñas detuvieron a tres mujeres y cinco hombres -dos de las cuales ya estaban bajo custodia por otros delitos- por extorsionar a una decena de comerciantes y empresarios del ramo de açaí, que hoy respiran más tranquilos.

Ahora esperan que Igarapé-Miri dé definitivamente la espalda al crimen con el proyecto Fábricas de Paz, un programa integrado del Gobierno de Pará que prevé mejorar las condiciones de vida de las ciudades más precarias con nuevas instalaciones deportivas y culturales, y cursos de capacitación técnica.

"Hacen falta proyectos que saquen a la juventud de la marginalidad", demanda Pinheiro.

Carlos Meneses

(c) Agencia EFE