“Me cansé”. Parejas que se separan después de los 60: sintonías diferentes, nuevos intereses y shock familiar

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“Me cansé”, dice Teresa. Se divorció de su marido hace tres años, a los 67, luego de una unión de más de cuatro décadas y tres hijos en común. “Teníamos intereses muy distintos, ya no congeniábamos ni para las cosas básicas del día a día. Soy una persona muy activa, me gusta salir, pasear, verme con mis amigas, conocer otros lugares y con mi ex no podía hacer nada de eso porque él es todo lo contrario”, indica. Aunque asegura que le resultó difícil tomar la decisión por los años que llevaban juntos, por la familia y “por el qué dirán”, cuenta que no se arrepiente.

“Creo que el hecho de estar jubilados y de que nuestros hijos formaran sus familias tuvo mucho que ver con este desenlace”, agrega. Teresa, que prefiere mantener su apellido en reserva, considera que con la crianza de los hijos los intereses personales habían quedado relegados y, pasada esa etapa, volvió a sentir ganas de hacer lo que le había quedado pendiente. “Me siento con mucha energía y creo que todavía tengo muchas cosas por hacer”, afirma.

La mayor expectativa de vida permite a las personas ver en el horizonte una larga etapa por delante después de los 60 o 70 años. Este cambio de paradigma, sostienen los especialistas, influye en que parejas mayores tomen una decisión que hace un tiempo parecía impensable: pese a tener hijos, nietos y una vida juntos, sienten que tienen margen para un dar un giro y modificar sus rutinas.

Para Sonia Abadi, médica psicoanalista e investigadora en redes humanas y vínculos, la nueva era de la longevidad humana afecta todo, desde la salud, el trabajo, la socialización y, por supuesto, la pareja. “Distintos estudios aseguran que cada vez más gente llega a los 100 años y que, biológicamente, somos 10 años más jóvenes. Más todavía cuando las personas se cuidan física, mental, emocional y socialmente”, explica.

En este contexto, cada vez más, aparece la pregunta sobre la cantidad de años por delante, sobre los deseos y anhelos. “Esto repercute en matrimonios en los que hay historias de sufrimiento crónico o en parejas que se mantuvieron para sostener la crianza de los hijos, para mantener una posición social o por conveniencia económica. Entonces, a cierta edad, se piensa sobre la vida futura, acerca de que es posible salir de una zona gris y tener otra oportunidad”, plantea.

La crianza de los hijos y la llegada de los nietos contribuyen a la unión de las parejas, pero luego de esa etapa pueden aparecer replanteos en el matrimonio
La crianza de los hijos y la llegada de los nietos contribuyen a la unión de las parejas, pero luego de esa etapa pueden aparecer replanteos en el matrimonio - Créditos: @GETTY IMAGES

Para Miguel Ángel Acanfora, médico gerontólogo, no todos los casos son iguales y es necesario considerar que si la decisión es consensuada, la separación va a impactar en ambos funcional, emotiva y socialmente de una manera. En cambio, si la determinación es unilateral, la persona que queda afectada puede sufrir consecuencias anímicas importantes e incluso tener implicancias en su salud.

La miniserie La noche del solsticio de verano, de origen noruego, pone la temática en el centro de la escena: un matrimonio mayor reúne a toda su familia para celebrar una tradicional fiesta sueca y decide que ese sea el momento para comunicar que se van a separar.

El diálogo de la pareja resulta atrapante. No es habitual escuchar las razones que pueden llevar a una persona a tomar distancia después de más de 30 años de matrimonio, con hijos grandes y una vida construida de a dos. Por eso, la escena en la que la protagonista plantea la separación es una de las más fuertes de la miniserie de Netflix.

Conflictos bajo la alfombra

“Yo sabía que no iban a durar mucho”, dice Lorena Farías sobre la relación entre sus padres tras la jubilación de ambos y la decisión de irse a vivir juntos al interior del país. Según cuenta, el matrimonio llevaba unos 38 años “pero uno tiraba para un lado y el otro, para el contrario”. Y agrega: “Llega un momento en que tus hijos están grandes y creo que al jubilarse hicieron el click porque pasaban más tiempo juntos y no dio para más”.

Lorena relata que, en su juventud, su papá -que ahora tiene 72 años- y su mamá -de 67-, habían comprado una chacra en las afueras de Entre Ríos y decían que se iban a mudar allá cuando se jubilaran. “La decisión fue más de mi mamá porque ella es de allá. Cuando llegó el momento, le dije a mi papá que no iba a llegar al año allá y, efectivamente, a los tres meses estaba de nuevo en Capital”, repasa.

Finalmente, hace 5 años, los padres de Lorena decidieron divorciarse, algo que para su hija estaba escrito. Su madre se quedó en la chacra en Entre Ríos y su padre rearmó su vida con otra pareja.

“Increíblemente siguen teniendo trato entre ellos, creo que no pueden soltar. Al principio fue todo en malos términos, pero ahora tienen un trato más amistoso”, finaliza Lorena.

Vintage millennials

Abadi considera que, cuando las personas están en una zona gris en su matrimonio, sin entusiasmo en la pareja y atravesados por la rutina, se pierden otros intereses como, por ejemplo, encarar algún proyecto personal o un hobby.

“Esto va achatando la vida y muchas personas no quieren eso. Yo los incluyo en una categoría a la que llamo los vintage millennials, vintage por edad y millennials por vocación. Son personas inquietas, curiosas, innovadoras, entusiastas que, de golpe, se encuentran atrapados en una relación en la que se ha perdido mucho de lo que había”, sostiene Abadi, y aclara que esto le pasa de forma indistinta tanto a hombres como a mujeres. Se trata de parejas de larga data que se casaron en otra cultura, cuando la idea del matrimonio era para toda la vida, señala la experta.

A su vez, la separación de una pareja que lleva 30 o 40 años de matrimonio repercute en la familia y en las amistades en común. “Sobre todo los hijos entran en pánico y son los que tienen más prejuicios porque piensan que los padres pueden llegar a elegir otra pareja”, dice la especialista en vínculos. “Pero mientras los hijos se escandalizan, tengo varios casos de nietos que les proponen a los abuelos instalarles Tinder en el celular”, afirma. Sin embargo, sostiene que muchos de los que se divorcian de grandes quieren estar libres y tranquilos, sin nuevas ataduras, quieren desarrollar sus intereses, ver a sus amigos, si es posible viajar o unirse a distintos grupos.

Es cierto que algunos vuelven a encontrar pareja, pero “con otros códigos”, define Abadi. “Primero, no hay necesidad de ensamblar familias porque no hay niños de por medio, no es obligatorio convivir o bien pueden hacerlo y tener cada uno su habitación”, señala la experta. En cualquier caso, considera que se trata de personas valientes que quieren darse la oportunidad de vivir mejor y, a la vez, no representan una carga para su familia porque tienen su propia vida, son activos e independientes.

La decisión suele ser más difícil de asimilar para los hijos que para los nietos de los matrimonios que se separan después de los 60 o 70 años
La decisión suele ser más difícil de asimilar para los hijos que para los nietos de los matrimonios que se separan después de los 60 o 70 años

Las razones

“A los 60, el motivo de separación puede ser no tener proyectos en común porque los hijos ya los dejaron y no encuentran intereses similares. También puede influir la pérdida de roles. Hay que tener en cuenta que, en esta etapa de la vida, el hombre pierde el rol de sustento de familia, y me refiero al hombre a la antigua porque la mujer hoy ya tiene otro rol. Además de perder el rol de proveedor, también pierde el rol de emprendedor, esto de decir ‘nos vamos de vacaciones acá o allá, vamos a cambiar esto o aquello’”, dice Acanfora.

Para el médico gerontólogo, actualmente, la mujer es mucho más emprendedora que el hombre y “esto puede representar el primer quiebre en una relación de muchos años”.

El matrimonio mayor rodeado de sus hijos y sus parejas antes de revelar una inesperada decisión en la miniserie Solsticio de una noche de verano
El matrimonio mayor rodeado de sus hijos y sus parejas antes de revelar una inesperada decisión en la miniserie Solsticio de una noche de verano

El cansancio del otro aparece como otro motivo. “Se cuestionan para qué estar juntos. Antes estaban más atados a cumplir preceptos o mandatos, pero hoy se vive en forma más personal. Las personas se están acostumbrando a vivir más unipersonalmente en parte influenciadas por las nuevas tecnologías. Llegan a casa y pueden socializar a través de Facebook o de Instagram”, señala el especialista.

Para Abadi, en cualquier caso, se trata de una decisión difícil de tomar. Hay que tener en cuenta que en las personas más grandes se rompe un hábito y, por supuesto, hacen falta recursos económicos y emocionales.

“Lo anímico pesa mucho. A veces, en el divorcio, ambas partes salen ganando pero, en otras ocasiones, solo uno tiene con qué protegerse anímicamente y crecer. Cuando el otro no tiene fortaleza emocional la pasa muy mal”, agrega.

Sin embargo, advierte que esto dura un tiempo. “En general, cuando la persona a la que le costó el divorcio o separación empieza a descubrir que no todo es soledad sino que tiene independencia, empieza a poder disfrutar y encontrar su nuevo camino”, finaliza.