Campamento de verano: sol, natación, tiro con arco y terapia

Heather Klein, coordinadora de salud mental de NJY Camps, una red de campamentos judíos de verano, habla con una chica que estaba alterada en Nah-Jee-Wah, un campamento en Milford, Pensilvania, el 27 de julio de 2023. (Brittainy Newman/The New York Times)
Heather Klein, coordinadora de salud mental de NJY Camps, una red de campamentos judíos de verano, habla con una chica que estaba alterada en Nah-Jee-Wah, un campamento en Milford, Pensilvania, el 27 de julio de 2023. (Brittainy Newman/The New York Times)

MILFORD, Pensilvania— Heather Klein estaba en su cabaña en Camp Nah-Jee-Wah, tomando su primer té helado de la mañana, cuando recibió una fotografía en su teléfono que le hizo respirar hondo de forma repentina.

Klein, la coordinadora de salud mental de una red de campamentos de verano, tiene una rutina matutina: responder a las preguntas de padres ansiosos, quienes para ese momento ya vieron las fotografías publicadas en línea la noche anterior. ¿Por qué mi hijo se ve triste? quieren saber. ¿Dónde están sus amigos?

Este mensaje era de un consejero, y era grave. Una campista adolescente había cambiado de zapatillas altas a Crocs para ir a la playa, lo que le permitió a su consejero ver una hilera de cortes que la chica se había hecho con una navaja.

Klein buscó los formularios médicos de la muchacha, los cuales indicaban que había estado en terapia por ansiedad y depresión, pero no mencionaba las autolesiones. “OK”, dijo Klein. “Va a tener que irse a casa”.

En su rol en NJY Camps, una red de campamentos judíos de verano en Pensilvania, Klein pasa sus días gestionando riesgos serios, infelicidad cotidiana y ráfagas de ansiedad de los padres.

Durante todo el día, mientras los campistas se mueven en bandadas del comedor a nadar, a las manualidades y al tiro con arco, hasta sus literas, Klein recorre el campamento en un carrito de golf, equipada con una riñonera y un walkie-talkie.

Heather Klein, coordinadora de salud mental de NJY Camps, una red de campamentos judíos de verano, lidera una conversación sobre algunos problemas de convivencia con niñas en Nah-Jee-Wah, un campamento en Milford, Pensilvania, el 28 de julio de 2023. (Brittainy Newman/The New York Times)
Heather Klein, coordinadora de salud mental de NJY Camps, una red de campamentos judíos de verano, lidera una conversación sobre algunos problemas de convivencia con niñas en Nah-Jee-Wah, un campamento en Milford, Pensilvania, el 28 de julio de 2023. (Brittainy Newman/The New York Times)

Los campamentos de verano siempre han conllevado un grado de lucha emocional. Se supera la añoranza al hogar; se obtiene el valor para lanzarse al agua; se gana la amistad de los compañeros de litera. Cuando los adultos en la industria se refieren a un “campista exitoso”, lo que quieren decir es que es una persona que sobresale.

Pero los trastornos mentales juveniles son un problema urgente en este país, un desafío que el cirujano general de Estados Unidos ha descrito como “la crisis de salud pública que define a nuestro tiempo”. Entre 2001 y 2019, la tasa de suicidio entre los estadounidenses de 10 a 19 años aumentó 40 por ciento y las visitas a la sala de emergencias por autolesiones aumentaron 88 por ciento.

Durante los veranos pandémicos, según testimonios de muchos directores de campamentos, los campistas llegaron con problemas mentales de una gravedad que no habían visto antes, excediendo la capacidad de los consejeros en edad adolescente y los veintitantos.

A medida que la pandemia ha ido desapareciendo, muchos campamentos han añadido apoyo mental. Algunos tienen equipos de atención que se reúnen regularmente para discutir la dinámica interpersonal entre los compañeros de literas. Muchos reservan tiempo y espacio para terapias a través de video durante el día. Además, muchos campamentos crearon puestos nuevos en el personal enfocados a tiempo completo a la salud mental.

En NJY Camps, los cuales están afiliados a los Centros Comunitarios Judíos de Nueva Jersey, entre otros socios, esa persona es Klein, de 51 años.

Klein, una cara familiar en NJY, donde se ha desempeñado en varios puestos durante 15 años, ahora se enfoca durante todo el año en problemas de salud mental para la red, una posición financiada por Healthcare Foundation of New Jersey. Un día junto a ella, desde las 7 a. m. hasta la medianoche, ofreció un vistazo a un acto de malabarismo cada vez más complejo.

7:23 a. m. ‘Mucho amor’

“Esas heridas son recientes”, dijo Klein mientras miraba la fotografía que le envió el consejero, la cual mostraba una fila de cortes rojizos en un tobillo desnudo. Se sintió mal por la chica y su familia, pero el campamento tenía una política: los campistas que se autolesionaban en el lugar debían ser enviados a casa.

Por teléfono, habló con el consejero sobre los siguientes pasos, comenzando con el hecho de que un miembro de la familia debía ir por la muchacha. “Asegurémonos de que esté segura, vigilada y con un miembro del personal en todo momento”, dijo Klein. “Te mando mucho amor”.

Y así, el campamento de verano de la adolescente había terminado. Y a Klein la necesitaban en la litera 50.

8:12 a. m.

Medicinas del desayuno'

Gran parte del día de Klein está dedicado a cuestiones estándar de los campamentos: en la litera 15, un campista había tirado las gafas de su compañero de litera por el inodoro. Hubo vertiginosas violaciones de la regla “No espalda/no senos/no nalgas/no barriga” y peleas por Jibbitz, los amuletos de plástico que decoran las Crocs.

De los 2200 niños y adolescentes que asisten a los campamentos de NJY en el verano, aproximadamente el 20 por ciento toma medicamentos para el trastorno por déficit de atención e hiperactividad y el 15 por ciento para la ansiedad y la depresión, según el personal médico. De 25 a 30 de ellos se reúnen de forma remota con terapeutas durante sesiones de campamento.

Afuera del comedor, una enfermera hizo el llamado: “¡Medicinas del desayuno!”, y se formó una fila de niños. Esto, afirmó Klein, es simplemente parte del tejido de la infancia. El mes pasado, cuando una campista de 11 años comenzó a portarse mal, Klein convocó a una reunión de literas y les explicó a los otros niños lo que había sucedido: la niña había estado en unas “vacaciones de medicamentos” y no le estaba funcionando.

“Les pregunté: ‘¿Saben qué es el TDAH?’”, dijo. “Me respondieron, ‘Oh, sí, mi mamá tiene eso. Mi terapeuta me habló de eso’. Los niños están al tanto”.

4 p. m.

Oxígeno en la sangre

En la enfermería, un niño de cabello rizado había reportado náuseas, vómitos y dificultad para respirar, y también que al cerrar los ojos veía el color cian. Pensó que sería una buena idea revisar sus niveles de oxígeno en la sangre.

Klein conocía al chico. “La madre dice que suele inventar”, afirmó. Revisó su temperatura y lo condujo de vuelta al carrito de golf. “Creo que lo que sientes es nerviosismo”, le dijo, y luego lo dejó en el centro dedicado a la naturaleza.

Luego llegó una llamada de Round Lake Camp, que es para niños con necesidades especiales de aprendizaje, trastornos de la comunicación social y TDAH. Un campista estaba acurrucado en un porche, jadeando por aire y gritando: “¡Estoy vibrando!”

Klein acarició la pierna del campista. “Inhala como si estuvieras oliendo una pizza”, dijo. “Quiero ver tu barriga moviéndose hacia arriba y hacia abajo”.

9 p. m.

Conejo de apoyo emocional

A las 9 p. m., los insectos revoloteaban bajo los reflectores de las canchas de tenis. El personal superior se dejó caer en el sofá de la oficina de Klein, mientras conversaban sobre un campista que enviaron a casa por haber hecho un gesto de una pandilla criminal. Todos estaban agotados.

Luego llegó la noticia de que encontraron dos vapeadores en la mochila de una campista —uno de nicotina y otro de marihuana—, una violación de las reglas del campamento lo suficientemente grave como para requerir la atención del director ejecutivo.

“Tengo que llamar a Michael sobre esto”, dijo Klein, pero la situación la devastó: esta adolescente había estado en el campamento hace dos años, cuando llegó la noticia de que su madre había muerto. En ese entonces, Klein también la había ayudado a empacar para que se fuera a casa.

La campista se dirigió a la enfermería, con un animal de peluche colgando de ella. “Conejo de apoyo emocional”, decía una etiqueta en su pecho.

Klein la vio irse y se cubrió la cara con las manos. Luego apoyó los codos sobre la superficie de un estante y comenzó a llorar.

c.2023 The New York Times Company