Campañas electorales y la convivencia entre mayorías y minorías

“El que no sabe respetar las ideas de los demás

tiene un pobre futuro y un triste vivir”.

Pablo González Casanova, exrector de la UNAM

 

El ambiente político en el país cada día se torna más tenso ante el escenario que anticipan los probables resultados en las elecciones de Coahuila y el Estado de México, así como el ya iniciado proceso de definición de la candidatura del partido  oficial con miras a las elecciones presidenciales de 2024. En esta arena, a decir de analistas políticos y opinión pública, la oposición se va quedando a la zaga.

En forma anticipada, el presidente Andrés Manuel López Obrador abrió el proceso de la sucesión presidencial, por lo que la y los aspirantes aceleran aprestos en sus respectivos cuartos de guerra para poner en práctica todas sus estrategias para ganar la candidatura y los comicios. Panorama similar se verifica entre aquellos actores políticos que, desde ahora, también apuestan por afianzar la candidatura a uno de los cargos a disputarse en las elecciones del año entrante, cuando se elegirán 128 senadores y 500 diputados federales, se renovarán 9 gubernaturas, así como 30 congresos locales.

En las elecciones de 2024, la gran apuesta del presidente y de su partido, MORENA, es ganar en paquete el Poder Ejecutivo y el Legislativo con la promesa de culminar la reforma y renovación del estatus quo político y económico, mediante el que no sólo pretende dar continuidad a la llamada Cuarta Transformación, sino también al propósito manifiesto de conservar el poder en  forma indefinida, una apetencia política de todo grupo que llegado al poder aspira a detentarlo permanentemente y que la historia del país así lo confirma.

En la vida cotidiana de los ciudadanos, un amplio segmento de la  población desaprueba los resultados del actual gobierno. Por ejemplo, una encuesta de El Financiero (2 de mayo de 2023) revela que la aprobación ciudadana al presidente López Obrador registró 58 % en abril y una desaprobación de 41 %. En el tema de la corrupción, la Encuesta Nacional sobre Corrupción y la Impunidad, elaborada por el diario Reforma y la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), revela que un 56 % de los ciudadanos cree que la actual administración ha logrado tener un impacto significativo en el combate a la corrupción, mientras que 44 % opina que sigue habiendo la misma corrupción o más. Paradójicamente, el pasado 19 de abril, el presidente Andrés Manuel López Obrador envió a la Cámara de Diputados una iniciativa en la que propone desaparecer la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA). Y,  sólo para agregar un ejemplo más, en el tema de la seguridad, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), que divulgó el INEGI el 19 de abril pasado, 62 de cada 100 personas consideraron como inseguro vivir en su ciudad durante el primer trimestre del año.

En el campo de la oposición, para la ciudadanía es notable una ausencia total de propuestas concretas que, con una narrativa sencilla y clara, exponga planteamientos sobre cómo actuar contra la creciente pobreza, la desigualdad y la  marginación, la corrupción y la impunidad, el combate a la inseguridad, y cómo elevar la calidad de la educación y del sistema de salud, rubros todos ellos en los que los políticos opositores subrayan la ineficacia y el desastre en la actual  administración federal.

En ese marco, una gran amenaza que pende en el ambiente político es que se puedan “desatar los demonios” y emerja un escenario de choque de los grupos  políticos y la sociedad civil. En ese plano, vale citar que en el “Informe País 2020.  El Curso de la Democracia en México”, elaborado por el INEGI y expertos de la  UNAM, en coordinación con el INE y el PNUD (octubre de 2022), el 77 % de los  mexicanos se dijo estar desilusionado de los políticos en México, debido a que éstos no defienden el interés de los ciudadanos, sino el de un grupo, partido o  beneficio particular. Incluso, más del 50 % considera que su voz tiene poca importancia en la toma de decisiones públicas. Ese mismo porcentaje considera  que los partidos “no sirven para nada”. De mantenerse esa percepción, el país en  vez de estarse preparando para una elección traducida en una fiesta cívica, se arriesga a experimentar un entorno de  creciente incertidumbre y, en el extremo, de miedo. En nuestra Brújula Ciudadana pueden leer sobre estos y otros temas.

En este contexto, está visto que a la sociedad civil no nos queda otro camino que fomentar procesos de solución sobre los principales problemas nacionales y sus  diversas aristas, teniendo como eje un debate en el que el convite a los distintos  actores sociales y políticos sea sentarse de manera civilizada para compartir sus  propuestas. Deben colocarse sobre la mesa propuestas alternativas y mecanismos de colaboración de manera plural con el fin único de sentar las bases  para atender los pendientes más apremiantes de la agenda pública, que se  distinga por ser resultado de una auténtica vocación dialogante e integradora  dirigida a compensar desequilibrios y generar círculos virtuosos que redunden en  el bienestar general.

Lo anterior es una prioridad, dado que en el momento que vivimos nadie puede erigirse como el mesías y que solo con su grupo, aunque sea mayoritario, trate de dar una solución a modo de los problemas públicos, pues la realidad ha demostrado que la transformación del país se hace descansar en la decisión de una sola persona que concentra todas las facultades, cuando lo que se necesita es un Gobierno de la República solidario, un gobierno que recupere la estabilidad  política, económica y la paz social. Para ello, los políticos necesitan desprenderse  de todo interés personal e ideológico.

En virtud de lo anterior, los ciudadanos necesitamos crear las condiciones de  diálogo y consenso en el que nadie se quede atrás, sobre todo en un país cuyo  mosaico característico es el de la existencia de muchos México, por lo que es un  apremio contar con visión y altura de miras para saber escuchar y recoger toda propuesta, incluidas las que surjan del gobierno, pues se debe considerar que el  poder depositado en el gobierno debe auspiciar empatías y ser facilitador de  mecanismos para el impulso de sociedades con carácter incluyente, integradoras e innovadoras.

Además, debemos tomar conciencia de que somos un país rico no sólo material,  sino de una gran riqueza espiritual, solidaria y colaborativa, que frente a las  adversidades hemos sacado lo mejor de nosotros para que a todos nos vaya bien. Por ello es indispensable contener el proceso regresivo por la vía de la participación social en sus diversas expresiones, priorizando el carácter  deliberativo y de coadyuvancia con el gobierno, como vía para impulsar el debate  social, que sirva como tamiz por el que debe pasar toda transformación del  régimen político, por lo que los Poderes de la Unión deben cumplir con eficiencia  su función sin estar atados a los caprichos de ningún otro.

En esa perspectiva tenemos que disputar el espacio público para que el tema central sean los ciudadanos y el futuro del país, y cerrarle el paso a la polarización  y a las falsas promesas, atendiendo que toda política pública debe estar encaminada a satisfacer el bien común o interés social. Esta debe ser la respuesta  de la sociedad civil a una situación de la realidad social, que no puede provenir solo de la esfera gubernamental, sino del consenso social y de todos los entes del  Estado, como requisito para que las políticas públicas puedan cumplir de la mejor  manera con su objetivo y que, mediante la evaluación permanente, puedan  perfeccionarse para atender de manera más eficiente las necesidades y  problemas sociales más acuciantes y que sirvan para contrastar sus resultados y  el grado de consecución de sus objetivos.

En suma, la actual coyuntura exige diálogo, integración y convivencia nacional entre mayorías y minorías, teniendo como eje rector la concordia democrática, con el objetivo de aportar elementos para que el debate político y social con miras a  las próximas elecciones presidenciales, tenga lugar en un ambiente de fiesta  cívica donde podamos convivir distintas miradas y resaltar los puntos de  coincidencias para empezar reconstruir a nuestro país.

* Elio Villaseñor Gómez es director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción del Diálogo A.C. (@Iniciativa_pcd).