En busca de honores completos, algunas familias ucranianas esperan para sepultar a sus muertos

Iryna Gubarieva en la habitación de su hijo en Kiev, Ucrania, donde una urna en la repisa contiene sus cenizas. Su hijo, Dmytro Gubariev, un militar ucraniano, murió defendiendo la ciudad de Mariúpol. (Laura Boushnak/The New York Times).
Iryna Gubarieva en la habitación de su hijo en Kiev, Ucrania, donde una urna en la repisa contiene sus cenizas. Su hijo, Dmytro Gubariev, un militar ucraniano, murió defendiendo la ciudad de Mariúpol. (Laura Boushnak/The New York Times).

KIEV, Ucrania — Los restos mortales de Dmytro Gubariev han permanecido en su habitación durante diez meses, sin ser movidos. Ese es el tiempo que su madre ha estado esperando para enterrar sus cenizas.

Su madre, Iryna Gubarieva, de 52 años, está decidida a asegurarse de que su hijo, quien perdió la vida mientras defendía la ciudad ucraniana de Mariúpol, comience su descanso eterno como un héroe en un Cementerio Conmemorativo Nacional Militar prometido desde hace mucho tiempo (y afirma que sabe que muchas otras familias están haciendo lo mismo).

“Vamos a ceremonias fúnebres de sus camaradas de armas que son identificados y, en esencia, ninguno ha sido sepultado”, relató Gubarieva mientras su voz comenzaba a quebrarse. “Las familias están esperando este cementario”.

Miles de familias han enterrado a militares caídos en cementerios comunes en toda Ucrania; las tumbas son decoradas con objetos conmemorativos y forman “Pasillos de Héroes”. Sin embargo, Gubarieva y otras personas en situaciones similares indican que esos lugares no solo se están llenando tras diecisiete meses de guerra, sino que solo un sitio conmemorativo parecido al Cementerio Nacional de Arlington del Ejército de Estados Unidos afuera de Washington está a la altura de los sacrificios de sus seres queridos.

“Al defender a nuestra Ucrania, están haciendo una acción heroica, están muriendo”, manifestó Gubarieva mientras se encajaba una uña en la palma de la mano. “Queremos que sea una conmemoración digna”.

Los planes para una versión ucraniana de Arlington han estado en desarrollo durante más de una década. En mayo de 2022, alrededor de tres meses después de que inició la guerra, el Parlamento de Ucrania adoptó una ley que destinaba recursos a un Cementerio Conmemorativo Nacional Militar. En marzo, el gobierno dijo que se había escogido un sitio (de poco más de 8 hectáreas de bosques en las afueras de Kiev), pero la construcción no ha comenzado.

Fotografías familiares de Dmytro Gubariev y su hermana se pueden ver en la casa de su madre, Iryna Gubarieva, en Kiev, Ucrania, el 6 de julio de 2023. (Laura Boushnak/The New York Times).
Fotografías familiares de Dmytro Gubariev y su hermana se pueden ver en la casa de su madre, Iryna Gubarieva, en Kiev, Ucrania, el 6 de julio de 2023. (Laura Boushnak/The New York Times).

Familias como la de Gubarieva han asistido a reuniones, escrito cartas y realizado una protesta. Señalan que se hicieron promesas y que los retrasos complican su proceso de duelo.

Gubarieva mencionó: “Es muy difícil, porque el ritual no está completo como debería”.

La ministra de Asuntos de los Veteranos de Ucrania, Yulia Laputina, declaró a través de respuestas escritas a cuestionamientos que la velocidad de la construcción dependía de resolver un problema de alocación de tierras. No proporcionó más detalles, pero precisó que ella y sus colegas “se comunican de manera regular con las familias de los héroes caídos y comprenden sus necesidades” y que harán “todo lo necesario para implementar este proyecto”.

Es imposible saber cuántas familias están esperando para poder enterrar a sus fallecidos con los honores que consideran solo un cementerio nacional podría brindar; la protesta reciente en Kiev atrajo a alrededor de dos docenas de personas. Sin embargo, su angustia refleja la complicada realidad de intentar homenajear a militares asesinados en una guerra en curso cuya historia aún no termina de escribirse.

Dmytro Gubariev murió el 15 de abril de 2022 en Mariúpol, donde había estado combatiendo con el regimiento Azov de Ucrania.

Gubarieva indicó que en septiembre se cumplirá un año desde que las cenizas de su hijo esperan sepultura.

Gubarieva suspiró al decir: “Esto no es normal” y lamentó que no hubierae una tumba que sus seres queridos pudieran visitar.

Sin duda, el Ministerio de Asuntos de los Veteranos de Ucrania está abrumado, pues tiene que lidiar con la rehabilitación de cientos de miles de veteranos (mientras el número sigue creciendo).

Además, Arlington, que inspiró el proyecto de Ucrania, tiene por sí mismo orígenes complejos: se creó en un inicio, durante la guerra de Secesión, más para abordar la saturación de los cementerios existentes que como un sitio conmemorativo que evocara un respeto único.

Eso es poco consuelo para Viktoria Krasovska, quien en ocasiones lleva los restos mortales de su esposo en una mochila a la casa de la madre de él, donde los coloca en una repisa que se ha convertido en un pequeño altar.

Krasovska afirmó: “Ya lo prometieron. Hay que dejar que cumplan su promesa para variar”.

Krasovska opinó que sepultar a su marido, Vitaliy Krasovsky, en un cementerio civil no solo sería irrespetuoso, sino que también es una cuestión de espacio.

La mujer agregó: “Todos los días, nuestros militares son asesinados y no sabemos dónde enterrarlos, porque ya todo está saturado”.

Krasovska puntualizó que entendía que los funcionarios ucranianos tuvieran otras prioridades, pero no que no pudieran resolver lo del cementerio al mismo tiempo.

Krasovska cuestionó: “¿Por qué no hacerlo en paralelo? Después de todo, la guerra está en curso y continuará por quién sabe cuántos años. ¿Por qué no dar este paso ahora para que las familias de los militares caídos y los propios militares puedan ser honrados y enterrados como se debe?”.

Para ella y Gubarieva, todo se resume a las promesas hechas y al respeto por los caídos.

Vitaliy ya era militar cuando se conocieron, a través de un compañero de clase.

Krasovska recordó: “Fue amor a primera vista”. Mientras se tocaba el pecho, agregó: “Sentí algo, una llama”.

Se casaron por el civil el 10 de octubre de 2021 y su marido volvió a su base con el regimiento Azov en Mariúpol tres días después. Tenían planeado celebrar el verano pasado, pero la invasión a gran escala de Rusia el 24 de febrero del año pasado acabó con sus planes.

Krasovska explicó que, menos de una semana después, era evidente que Mariúpol estaba en problemas. La ciudad sufría bombardeos diarios.

Su esposo se subía a un techo para conseguir servicio de la red celular, y solo se le permitían 40 segundos en cada llamada. Sin embargo, el 18 de marzo, hablaron durante cinco minutos; Krasovska afirmó que estaba preocupada.

La mujer narró: “Traté de apoyarlo, intenté no llorar. Le pregunté si podía prometer que regresaría. Respondió que no podía prometerlo, pero que haría su mayor esfuerzo”.

Dos días después, fue asesinado. Pasaron tres meses antes de que se pudieran recuperar sus restos mortales a través de un intercambio de cadáveres; Krasovska los identificó por uno de los ocho tatuajes de su esposo, una calavera en la pierna.

Krasovska concluyó: “Casi no había nada que enterrar, así que lo llevamos a cremar”.

c.2023 The New York Times Company